Pues ya es oficial.
Ayer, como bien comenta nuestra compañera MAR...de dudas, Arturo hizo oficial a través del Twitter la publicación de la novela nueva "EL FRANCOTIRADOR PACIENTE", prevista para el 27 de Noviembre.
"El viernes entregué novela nueva. Me libré de ella, al fin. Intenso año de curro. ¿El asunto? Una intriga en el mundo del arte urbano, grafiti y tal. Un artista misterioso (y peligroso) y una mujer que le sigue el rastro. Saldrá a finales de noviembre. Extensión media: 300 páginas. Transcurre en España,Portugal e Italia."
Y los medios ya comienzan a hacer eco de la información:
http://www.abc.es/cultura/20131006/rc-perez-reverte-desvela-twitter-201310061916.HTML
http://www.laverdad.es/murcia/rc/20131006/cultura/perz-reverte-nueva-novela-201310061852.html
http://www.elcomercio.es/rc/20131006/mas-actualidad/cultura/perz-reverte-nueva-novela-201310061852.html
Y a modo de curiosidad revertiana, ... ¿un título que ya le rondaba por al cabeza? ;-)
"EL PINTOR DE BATALLAS"
Capítulo I (pág-22)
"Él no pretendía justificar el carácter predatorio de sus fotografías, como quienes aseguraban viajar a las guerras porque odiaban las guerras y a fin de acabar con ellas.
Tampoco aspiraba a coleccionar el mundo, ni a explicarlo. Sólo quería comprender el código del trazado, la clave del criptograma, para que el dolor y todos los dolores fuesen soportables.
Desde el principio había buscado algo diferente: el punto desde el que podía advertirse, o al menos intuirse, la maraña de líneas rectas y curvas, la trama ajedrezada sobre la que se articulaban los resortes de la vida y la muerte, el caos y sus formas, la guerra como estructura, como esqueleto descarnado, evidente, de la gigantesca paradoja cósmica. El hombre que pintaba aquella enorme pintura circular, batalla de batallas, había pasado muchas horas de su vida al acecho de tal estructura, como un francotirador paciente, lo mismo en una terraza de Beirut que en la orilla de un río africano o en una esquina de Mostar, esperando el milagro que, de pronto, dibujara tras la lente del objetivo, en la caja oscura —rigurosamente platónica— de su cámara y su retina, el secreto de aquella urdimbre complicadísima que restituía la vida a lo que realmente era: una azarosa excursión hacia la muerte y la nada. Para llegar a esa clase de conclusiones mediante su trabajo, muchos fotógrafos y artistas solían aislarse en un taller. En el caso de Faulques, su taller había sido especial. Abandonando los estudios sucesivos de arquitectura y arte, con veinte años se había adentrado en la guerra, atento, lúcido, con la cautela de quien por primera vez recorre un cuerpo de mujer. Y hasta que Olvido Ferrara entró en su vida y salió de ella, creyó que sobreviviría a la guerra y a las mujeres."
Él no pretendía justificar el carácter predatorio de sus fotografías, como quienes aseguraban viajar a las guerras porque odiaban las guerras y a fin de acabar con ellas.
Tampoco aspiraba a coleccionar el mundo, ni a explicarlo. Sólo quería comprender el código del trazado, la clave del criptograma, para que el dolor y todos los dolores fuesen soportables.
Desde el principio había buscado algo diferente: el punto desde el que podía advertirse, o al menos intuirse, la maraña de líneas rectas y curvas, la trama ajedrezada sobre la que se articulaban los resortes de la vida y la muerte, el caos y sus formas, la guerra como estructura, como esqueleto descarnado, evidente, de la gigantesca paradoja cósmica. El hombre que pintaba aquella enorme pintura circular, batalla de batallas, había pasado muchas horas de su vida al acecho de tal estructura, como un francotirador paciente, lo mismo en una terraza de Beirut que en la orilla de un río africano o en una esquina de Mostar, esperando el milagro que, de pronto, dibujara tras la lente del objetivo, en la caja oscura —rigurosamente platónica— de su cámara y su retina, el secreto de aquella urdimbre complicadísima que restituía la vida a lo que realmente era: una azarosa excursión hacia la muerte y la nada. Para llegar a esa clase de conclusiones mediante su trabajo, muchos fotógrafos y artistas solían aislarse en un taller. En el caso de Faulques, su taller había sido especial. Abandonando los estudios sucesivos de arquitectura y arte, con veinte años se había adentrado en la guerra, atento, lúcido, con la cautela de quien por primera vez recorre un cuerpo de mujer. Y hasta que Olvido Ferrara entró en su vida y salió de ella, creyó que sobreviviría a la guerra y a las mujeres."
"LA CARTA ESFÉRICA"
Capítulo III. EL BARCO PERDIDO (pág-106)
"Quería acostarse con aquella mujer, pensó mientras bajaba por la escalera saltando peldaños de dos en dos. Quería hacerlo no una sino muchas, infinitas veces. Quería contar todas sus pecas doradas con los dedos y con la lengua, y luego ponerla boca arriba, abrir suavemente sus muslos, adentrarse en ella y besarle la boca mientras lo hacía. Besarla despacio, sin prisa, sin agobios, hasta suavizar, igual que el mar moldea la roca, aquellas líneas de dureza que tan distante la hacían parecer a veces. Quería poner chispas de luz y de sorpresa en sus ojos azul marino, cambiarle el ritmo de la respiración, provocar el latido y el estremecimiento de su carne. Y acechar atento en la penumbra, como un francotirador paciente, ese momento hecho de brevedad fugaz, de intensidad egoísta, en que una mujer queda absorta en sí misma y tiene el rostro de todas las mujeres nacidas y por nacer."
Patente de Corso "RECICLAJE, AYUNTAMIENTOS Y RATAS DE BASURERO"
XLSemanal, 11 de Marzo de 2007
"Desde hace la tira, en mi casa hay cuatrocientos ochenta y seis cubos de basura con colores distintos, en los que siempre se hizo una minuciosa selección de materiales: envases, plásticos, papel, etc., incluso antes de que el ayuntamiento responsable dispusiera en las proximidades el equivalente en contenedores apropiados. De papel, sobre todo, entre correspondencia, folios y borradores descartados, envoltorios de paquetes de libros, revistas, periódicos, folletos y cosas así, se despachaban cada día muchos kilos debidamente apartados, limpios y listos para reciclar. Y todo ocurrió así, con exactitud prusiana y ejemplar ciudadanía, hasta que hace poco llegó a mi conocimiento que un par de miserables traperos que se dicen libreros o intermediarios tienen puesto a la venta parte de todo eso que, en mi virginal inocencia, envié al reciclaje: páginas de textos con correcciones manuscritas, correspondencia privada y hasta invitaciones a tal o cual acto presidencial, real, ministerial, social o literario; de los que, por cierto, debe de haber tarjetones a cientos, pues nunca voy a ninguno. Al principio, cuando logré cerrar la boca abierta por el asombro y después de estar un rato mirándome en el espejo la cara de gilipollas, pensé echarles encima a los responsables todo el peso de la dura lex, sed lex, ya saben. El juez Garzón y todo eso. Pero luego consideré que en España no merece la pena, de momento, legar pleitos a tus nietos. Así que, hechas mis averiguaciones para reconstruir el proceso, y como a fin de cuentas todo aquel papelorio no era sino basura sin importancia, decidí tomarlo con calma y a la expectativa, cual francotirador paciente detrás de la escopeta, en espera de que se presente la ocasión personal de toparme a una de esas ratas de cloaca e incrustarle los borradores de mis obras completas, previamente bien enrollados y a hostias, en el esófago.
En cuanto al ayuntamiento de donde vivo y a la empresa contratada responsable, que defraudando mi buena fe –imagino que no sólo hurgarán en mis papeles, sino también en los de otros vecinos–, son incapaces de garantizar el buen uso de mis desechos domésticos, y con su complicidad pasiva –o activa, cualquiera sabe– permiten que mi vida privada sea puesta en pública almoneda, lo que hago ahora es meter toda la basura bien mezcladita, papeles, fideos, aceite de latas de sardinas, tomates pochos y demás,con las siglas QLRVPM pintadas en las bolsas con rotulador: Que Lo Recicle Vuestra Puta Madre."
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