Saludos. Me gustaría, si ustedes me lo permiten, comentar aquí la respuesta del académico Francisco Rico al artículo de don Arturo “No siempre limpia y da esplendor”. Pero antes diré que estoy de acuerdo con lo que defiende Pérez-Reverte y le agradezco además el valor de publicarlo.
Comienza su embestida el señor Rico dudando (“supuestos profesores”). De entre todos los profesores de Andalucía es probable que haya alguno contrario a la voluntad de “imponer en las aulas” “especificaciones tan artificiales, tan insensatas” y “demás prevaricaciones”. Pero si Rico quería nombres y apellidos le habría bastado con pedirlos, supongo.
Rico utiliza como argumento, como mencionaba Arturo, que la RAE no debe pronunciarse porque se trata de una “cuestión política”, pero no dice por qué cree que lo es. ¿Es porque la iniciativa proviene de políticos? Por lo que explica Arturo, si no proviniera de políticos, parece que Rico tampoco sería favorable a un pronunciamiento público de la RAE, porque también le parecería meterse en política.
Por otra parte, si el propio Rico dice que tiene una “obvia base lingüística”, ¿no se trata de una cuestión lingüística también?, ¿no puede ser una cuestión lingüística y una cuestión política a la vez?
Dice Rico que nunca sobra “recordar por quien sea cuál es la realidad del idioma”. Quien sea menos la RAE, se entiende. Ni con una carta. Curioso. ¿Estará prohibido? Ante argumentación tan floja parece que las razones verdaderas son exactamente las que apunta Arturo.
Los ciudadanos (políticos incluidos) saben, en general, y los académicos mejor que nadie, que la RAE tiene alguna autoridad lingüística sobre el uso correcto del español. Si al señor Rico le parece mal que se imponga en las aulas lo incorrecto ¿no debería de intentar evitarlo teniendo esa posibilidad? Y es que no es igual dejar que una administración pública, en este caso, se atenga por sí misma a lo lingüísticamente correcto (a la vista está) que intervenir públicamente con una simple carta que, no es imposible, podría lograr un cambio de postura. Y si no se consigue, al menos se podrá saber que la RAE no estaba mirando para otro lado y algunos ciudadanos tomarán nota de la actitud de la administración correspondiente.
Acusa el señor Rico a Pérez-Reverte de incurrir en el desdoblamiento de género. En mi opinión, quizá equivocada, el señor Rico parece no haberlo entendido bien.
Dice que Arturo utiliza la palabra “gente” para dar un rodeo. Pero sólo describe un hecho. En la RAE hay gente: pluralidad de personas. No es la única que se puede utilizar pero puede utilizarse.
Llama “palmario desdoblamiento” a decir “académicos hombres y mujeres”. En mi opinión, es una especificación no artificial. “Académicos” puede referirse también sólo a los hombres y especificando se evita una posible especulación en este contexto. No tiene el sentido que precisamente critica Arturo: añadir “mujeres” por entender que “académicos” excluye siempre a las mujeres.
Según Rico, hace otro desdoblamiento “más pintoresca y penosamente sexista” por diferenciar “tonto del ciruelo” y “talibancita tonta de la pepitilla”. No capta, o parece no captar, que tal diferenciación es una alusión irónica al desdoblamiento estúpido que hacen algunos. Como si añado ahora “Y algunas”. Y ¿“soezmente”, señor Rico?. Son descripciones precisas, sólamente. No querrá usted que lo escriba en latín, como si fuera un tonto del ciruelo.
Pero aún hay más. Dice que Arturo casi postula que hay más de un tonto en la Academia. Pues no sé, pero a mí me da que sí, ¿eh? Incluso puede que alguno un poquito gilipollas.
Para acabar, dice Francisco Rico que no sabe “cómo habrán recibido el maltrato los miembros” de la RAE, y en especial las académicas. Pues pregúnteles. Lo de en especial ellas, no será por machismo o sexismo, supongo.
Y sí, hay académicos que dan lustre a la RAE.
Y señor Rico, no me vaya a venir ahora llorando encima de que he pasado por alto lo del “alatristemente célebre productor de best sellers”.
¡Y deje de alojarse en picaderos gais, pardiez!
Por si acaso: lo de los picaderos hace referencia a una broma contada por don Arturo.
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