(Entrevista Publicada
en el suplemento dominical "El Semanal" el 2 de junio de 2002)
De Arturo Pérez-Reverte siempre me habían intrigado su aplastante seguridad y sus comentarios lapidarios, dentro y fuera de la ficción, algunos tan polítícamente incorrectos que son verdades directas, sin el menor atisbo de sarcasmo. Tal vez por esta razón La Reina del Sur, su nueva novela, tiene como protagonista a una mujer tan real y creíble como el mundo del narcotráfico mexicano en el que crece, y que acaba controlando. El escritor ha creado un personaje femenino, Teresa Mendoza, muy alejado del idealismo, la compasión o el machismo en el que quedan atrapadas la mayoría de las heroínas de los argumentos literarios contemporáneos. Ella no es ni fea ni guapa, tampoco es un marimacho, ni una ‘narca’ de culebrón; es una mujer de verdad.
Su nueva novela es trepidante, te
deja sin aliento.
Esta historia requería un lenguaje
determinado, un ritmo específico. Cada novela requiere un proceso diferente.
Antes de empezar a escribir una sola línea, estuve mucho tiempo, como
siempre, buscando y ensayando el tono, el ritmo, el lenguaje y, entre ellos,
la
forma de contar, que es más sincopada,
más dura de concepto y de lenguaje.
¿Qué es un corrido
‘narco’?
Es una historia, una novela contada en
tres minutos con un talento extraordinario. Es una forma de resumir un pedazo
de vida, con tragedia, con dolor, con muerte, con venganza, con todo. Es
la vida, contada y cantada en tres minutos. Me fascinó cuando escuché
el primero en una cantina mexicana. Además, todos hablan de personas
reales, de hechos que pasaron... Ojalá tuviera yo esta capacidad de
resumir en tres minutos una historia!.
¿Le gusta escuchar canciones?
Me gustan las canciones que cuentan historias.
Los tangos, los boleros, la copla. Allí me di cuenta de que el corrido
‘narco’ es una novela de aventuras hecha en tres minutos y de que yo no tengo
ese talento para resumir así. Por eso decidí hacer un corrido
mío, uno de 500 páginas, y eso es lo que he hecho.
¿Cómo empezó
todo?
Oí un corrido que se llamaba Camelia
la Tejana, y se me quedó en la cabeza. Luego se juntaron otras cosas,
ya sabe que una novela no es algo puro. Esa canción desencadenó
un proceso en el cual apareció algo de mi biografía.
¿Cómo se fue introduciendo
en los círculos mexicanos, magrebíes y españoles del
narcotráfico?
Yo fui reportero ‘de infantería’
y durante mucho tiempo eso formó parte de mi trabajo. Tenía
que tomar una copa con un traficante, tenía que sobornar a un guardia,
hacer un montón de cosas para realizar mi trabajo. Eso hizo que tuviera
una agenda donde hay de todo: terroristas, héroes, villanos, ladrones,
asesinos.., lo normal en cualquier agenda de reportero. Además, había
estado muchas veces en Marruecos. También había estado en América,
con los colombianos y los mexicanos. En fin, cuando surgió esto, tiré
de mi agenda y empecé a llamar a gente que conocía y que estaba
allí, para informarme y saber más.
¿Ha disfrutado tanto con
los preparativos como con la escritura de esta novela?
Me lo pasé muy bien, porque lo bueno
de una novela no es sólo el escribirla, sino que te diviertes porque
conoces cosas nuevas, amplías cosas que ya sabías, visitas
a viejos amigos con los que ya tenías otros asuntos, los de aduanas,
de la Guardia Civil, de la policía mexicana, de la DEA norteamericana
y, bueno, durante dos años y medio he trabajado en esto, metido en
ese mundo.
¿Tuvo que sobornar a alguien?
No. Tuve que invitar a mucha gente a copas
y a juergas, sumas enormes teniendo en cuenta lo que se gastan ellos en invitarte
a ti. Pero sobornos no. Lo que invertí en la época en que era
reportero me ha hecho vivir de las rentas en ese aspecto.
¿Se ha sentido en peligro
en algún momento?
No, nada. Yo sé cómo protegerme.
Toda la vida he estado en esos ambientes y sé tratar con esta gente.
De hecho, te enrollas, y te enrollas bien. Algunos son colegas, hay 'narcos'
en Sinaloa que son amigos de verdad. Hasta me hicieron un corrido, Además,
no engaño a nadie. Dije que iba a hacer una novela y eso he hecho.
También tuve la suerte de que la mujer de un ‘narco’ sinaloense fuera
lectora mía, y eso también me avaló y me ayudó.
Quiero decir que se juntan las viejas mañas de reportero con el hecho
de que escribo novelas, pura ficción, con la garantía de que
no voy a desvelar nada que vaya a salir en la prensa. Yo creo que me enrollé,
les caí bien y me contaron cosas que tal vez no cuentan a nadie, con
muchas copas de por medio. Es un mundo muy de cantinas y puticlubes, una
sociedad muy masculina, muy de camaradería. Gente también de
peligro y de armas, pero yo he estado con este tipo de gente toda mi vida,
y conozco los códigos y las normas, lo que es fundamental para manejarte
entre ellos.
También parece conocer muy
bien las armas y las drogás,por las descripciones que hay en su libro.
¿Ha tenido que manejarlas?
Yo nunca he tomado drogas y no por una
cuestión moral, sino porque realmente nunca me ha apetecido, así
que las conozco por haber estado en el entorno de los traficantes. En cambio,
las armas sí las conozco, porque me he pasado media vida entre ellas,
en medio de las guerras.
¿Sabe disparar?
Cualquiera sabe disparar. Nunca he practicado,
y de hecho no me gustan las armas ni la gente a quien le gustan, de verdad.
Las armas blancas sí, porque son otra cosa: son historia, memoria,
son más nobles. La gente se miraba a los ojos cuando se retaba con
arma blanca, había una dignidad. Por eso desprecio profundamente las
armas de fuego. Las he visto actuar y, como dependo de una biografía
personal, para mí las armas no son elementos decorativos, ni heroicos.
Son instrumentos de desgracia, las he visto matar.
Parece completamente metido en la
piel de Teresa Mendoza, su heroína, o antiheroína. ¿Cómo
logra un hombre pensar, sentir y vivir como una mujer?
Creo que lo logré trabajando, leyendo,
pensando y, sobre todo, mirando. Tengo 50 años y siempre he sido un
tipo que observa, soy de los que no hablan. Así que cuando miras durante
50 años a tu alrededor, y a las mujeres, a las niñas, a las
madres, a las amantes, a las esposas, pues las miras y alguna conclusión
sacas. Pues con ese equipaje, más el sentido común, más
el mirar en Sinaloa con el punto de vista de una mujer de allí, he
construido el personaje y estoy contento. Sé que Teresa Mendoza es
un personaje de verdad, está viva, no es un ser de cartón contado
por un hombre; está tomado en la calle, vea si es real. No existen
museos del ‘narco’, ni bibliotecas del ‘narco’, ni archivos, nada. Sólo
hay corridos y vida, no hay otras fuentes.
Que ella acabe apareciendo en las
listas de ¡Hola entre las más elegantes de España, ¿es
una ironía?
No, qué va. Ocurre en la novela.
Esta mujer pasa de ser una analfabeta a ser la reina del narcotráfico
en España, pasa de ser pobre a ser millonaria, es una tía que
se hace famosa. Las revistas del corazón siguen de lejos su evolución
y todo lo que hay en ella de enigmático y de glamour es atractivo
para esa prensa...
Usted desvela una realidad: que
una narcotraficante puede estar en la lista de ¡Hola!, donde está
la Reina.
Es que en las listas de las más
elegantes de España hemos tenido zorras de lujo que posan junto a
la Reina, o sea que no veo nada raro en que también esté una
narcotraficante. Sí un putón desorejado como algunas que conocemos
aparece en la lista, ¿por qué no va a aparecer la traficante?
Según cuenta, los ‘narcos’
tienen un código de conducta...
Bueno. Los hay que son auténticos
hijos de puta sin código alguno. Pero hay otros que sí tienen
códigos, y son los que me interesan. A mi me gusta la gente que tiene
códigos, aun que sean malos, eso me da igual. Prefiero un malo con
códigos a un meapílas sin escrúpulos.
Ha dicho, a raíz de esta
novela, que ser mujer es una putada. ¿Por qué?
Lo ha sido siempre, y lo sigue siendo.
Porque ahora, además de arrastrar el pesado lastre de ser mujer históricamente,
se añade el lastre de ser mujer modernamente. Es una doble putada,
porque ahora tienes que hacer el papel del hombre y, además, sequir
siendo mujer.
¿Así lo ve?
Hay algo que está claro, y es que
hay cosas a las que una mujer no puede renunciar. Porque no quiere y están
en su esencia, en sus genes. Hay cosas como la maternidad responsable: una
mujer no es capaz de dejara su hijo en casa y desentenderse de él para
hacer otra cosa. Ni al padre, ni al suegro, ni al marido, porque aunque esté
20 horas en el trabajo, no puede dejar de pensar en cuidar de los suyos.
Y hasta que la mujer no se libere de esta responsabilidad, no será
realmente libre.
Pero si esta responsabilidad se
supone que está en sus genes, eso es imposible.
Sí, ahí veo la contradicción.
Hasta las más liberadas, en su inmensa mayoría, no pueden desprenderse
del remordimiento que les produce la sensación de estar descuidando
su hogar, y éso roe y mina muchas vidas. Por otra parte, la mujer
vive en un mundo de hombres con reglas hechas por hombres donde ella tiene
que demostrar continuamente que está a la altura, e incluso se mete
en trabajos que no son para mujeres, como las mujeres soldado, que me parecen
muy bien salvo que pretendan asaltar una trinchera afgana, porque esto queda
fuera de su función biológica. Una mujer no puede degollar
a un talibán machete en mano, simplemente porque no tiene la fuerza
física para hacerlo. Esa incitación social a participar en
el juego de los hombres, cuando no siempre tu biología, tu educación,
tu cultura, tu sensibilidad te permiten jugar el juego con la misma impunidad
que tienen ellos, crea unas disfunciones espantosas en una mujer.
Me parece que se lo ha pasado muy
bien viviendo y escribiendo su novela.
No lo hubiera hecho si no me lo pasara
bien. Yo no hago esto para sufrir.
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