Una historia real


   Veréis, esto de ser buena persona es una mierda. Lo digo como lo siento...

    Pues muchas veces despierto sin saber por qué no lo hago solo, o en compañia de otra.

    Por qué no la digo que ella no es de la que yo me enamoré, simplemente que hace un tiempo a mí me dieron un premio al tirar de la cuerda que no era en verdad el que yo anelaba, y que buscaba el hastío del afortunado ganador de tan bello regalo, o que éste saltaría de sus brazos hasta mí, pues no le gustaba su nuevo dueño, sino yo. Una vez casi pasó, negandome yo a ser su ahelo por evitar una huída de mí en un futuro que no habría de llegar.

    Pasaron los años, yo llegué a tomar gran cariño, que no amor, a mi nuevo juguete. Incluso llegué a confundir ambas cosas, intentando engañarme. Pero un día pasó que aquella a quien yo traté de olvidar, vino hacia mí llorando e intentando recobrar, tras un violento final, un pasado ya demasiado lejano. Soy demasiado bueno, El Manso, el que más sufre la buena estrella. Y la aparté de nuevo de mi lado por no romper un corazón, pero sin darme cuenta terminé de quebrar el mío.
Ha pasado un año, y las lágrimas de cocodrilo de aquel que tuvo en su día más fortuna que yo, la han echo volver a donde finalmente no quiso estar, y a mí al mismo sitio que a ella.
Sé que no tiene vuelta atrás, pues de su vientre salio una hija de ambos, y sé por la formas de él, que lo de no tomar precauciones no era por darla placer, sino cadenas. Y también sé que con el tiempo esas cadenas le pesarán, y yo no estaré de nuevo alli para decirle nada bonito a sus ojos verdes y aliviar a su alma de tan pesado encierro.
 
 
 

Anónimo, Abril de 2001