Una voz a ciegas




    Dejé pasar un par de horas, la llamada había conmocionado mi espació, mi vida...las nubes aceleraban el movimiento, las olas gruñían. Pensé en no ir a la cita, pero la situación se hacía insostenible. El atardecer reverberaba en los cristales, era cuestión de empezar a prepararme. Me esmeré como si se tratara de un encuentro a ciegas, de esos que te preparan los amigos, o en extremos esas agencias matrimoniales que se anuncian con tanta frecuencia. Me afeité y duché, me sentía extraño, mi cuerpo no estaba acorde con mis pensamientos, era fuerte, sin grasas, me pasaba muchas horas en le gimnasio. Y mi mente? Flácida, despedía un hedor a podrido que no me dejaba centrar, nublaba mi silencio, los ojos de vidriosos ante el espejo reflejaban la muerte interna.

    Me volví hacia el vestidor, no sabia por donde vestir ese cuerpo que poco a poco ya no me pertenecía. Las manos alzaban camisas, trajes...camisas de esport que ignoraban su destino. El tiempo me ahogaba, tendría que correr más de la cuenta. El reloj caminaba dulcemente irónico, sin miedo me anunciaba el próximo paso. Me vestí informal, pero con ropa agresiva, necesita sentirme fuerte. Aparecen ruidos en el rellano, salgo sin hacer ruido, la gente descansa. bajo las escaleras, no me gusta el ascensor, mientras comino recapacito con mi ser. Enseguida llego a la calle indicada, es muy larga, iluminada, los peatones no se miran, no se responden...Que frío me ha entrado. Vislumbro una niebla, justo a la altura que la asustada voz me había descrito, no veo nada.
 
 
 

Jon Atin