POR PATÁN, POR PATAS



 
 
 

Mainz 23 de Octubre de 1999


    Dicen que es muy positivo creer en uno mismo, en tus posibilidades, en tú capacidad para… cualquier cosa. ¡El mundo es de los que se arriesgan!, dicen; más si no hubieran dicho nada, o mejor si no creyera en nada de lo que dicen, la historia que aquí os cuento no hubiera sucedido.

    Durante mi estancia en Mainz (Alemania) , conocí a muchos españoles que estudiaban en la Universidad con beca Erasmus. Beatriz me dijo que tenían que enviar urgentemente a la universidad de Valencia, las asignaturas que iban a elegir este curso para su convalidación. Para ello utilizaron el muy eficaz medio del correo electrónico. La Universidad de Mainz, ofrecía a cada alumno un nombre de ususario, una password o clave y una dirección de correo para los menesteres internautas. Para dar este servicio a todos los universitarios, disponían de una potente red asentada sobre los robustos cimientos del sistema operativo N.T. Server.

    Beatriz me comentó, que sus compañeros españoles y ella estuvieron toda una mañana para enviar un correo electrónico. Ya se sabe, estudiantes de letras que miran con ojos de incredulidad y hablan con lengua afilada de la informática, y les llega el dia en que tienen que servirse de esta. Yo, que ya  me interesé por aquel Espectrum de 16 Kb. que compró mi estimado vecino Camarena, allá por los ochenta, qué estudié lenguaje ensamblador en la Facultad, que actualmente trabajo a diario con ordenadores, sentí la llamada del deber hacia la patria, y ofrecí mis servicios hacia aquellos españoles perdidos en la cadena de 1´s y 0´s.

    La verdad, el trabajo en cuestión no suponía ninguna dificultad. Era tan sencillo como consultar el buzón de una cuenta de correo para saber si tenían respuesta desde Valencia. En función de esta respuesta se iban a matricular de ciertas asignaturas y el plazo terminaba hoy.

    Me acerqué con Beatriz a la Universidad. Después de un buen desayuno, cogimos el tranvía y en el busto de Gütenberg, el lugar de la cita, nos esperaban los veintiocho compañeros españoles, ávidos de una respuesta, para antes de las once (a.m.) formalizar la matrícula. Uno de ellos, en representación del grupo me agradeció de nuevo mis servicios y me dió la clave y password para leer el correo en el servidor. Me dirigí con Beatriz hacia el Edificio Singular, donde estaban centralizados los órganos inteligentes de la Universidad, informaticamente hablando: nodos de conmutación  Passport, repartidor de Fibra Optica, las salas de ordenadores, y… el Administrador del Sistema.

    Aquí en Mainz, siempre suelo moverme con Beatriz, puesto que mi alemán es igual a cero. Bueno sé decir gracias y de nada, aunque no sé como se escriben. Beatriz estuvo hablando con el encargado de sala, explicando la necesidad urgente de utilizar un terminal para leer  el correo y así cumplimentar la matrícula antes de las 11:00 a.m. A pesar de la conocida intransigencia alemana  por ese amor disciplinario y normativista, el encargado de sala nos habilitó un terminal con el cabreo correspondiente de la persona que lo utilizaba. El trabajo de Beatriz había terminado, ahora comenzaba el mío.

    Habían cuatro grandes salas, con capacidad para unas cien personas cada una, y sus correspondientes terminales estaban todos ocupados. Eran las 10:15 a.m.. Me senté con seguridad delante del terminal. Había dos pantallas compartiendo ordenador sobre mesas alargadas de diez pantallas cada una. La sala de tamaño rectángular tenía en un lateral  una gran pantalla de video donde se monitorizaban los cien terminales de la sala indicando los que estaban libres, ocupados, retenidos por algún problema…

    Introduje el usuario y la password, la cual tenía una letra en mayúscula, que yo por supuesto, haciendo gala de la ortodoxia informática, introduje en minúscula. Bea lo advirtió y me corrigió. Yo le respondí :

- ¡ todo en minúsculas Bea ! La password siempre todo en minúsculas -. La sentencia la llenó de confianza, seguridad y una pizca de orgullo, creo, hacia mi persona. El reflejo de su rostro solo podía responder a un pensamiento:

-  ¡ qué profesional !-… …empañado por la respuesta del sistema que informó:

-  Password rejected ! ( clave rechazada ) -. El reflejo de mi rostro respondió a un pensamiento:

-  ¡estos alemanes siempre al reves del mundo! -, con una pizca de inseguridad: - ¿ o eran los ingleses ? -
Rellené la dichosa password tal y como venía en el papel y pulsé aceptar. Todo O.K. Se abrió la pantalla principal a la espera de mis órdenes.

- Esta bien, ¡ a por el correo ! O no. Antes voy a hacer una pequeña demostración de mis conocimientos .

    Le dije a Bea que iba a cambiar la configuración para el idioma : estaba en alemán. Si en los supemercados de Mainz la señal de productos españoles era casi inexistente, al menos en este terminal iba a quedar huella del idioma castellano. Configuración, panel de control, icono de cambio de idioma, spanisch y O.K. Se abre una nueva ventana con el símbolo del reloj de arena como prueba de trabajo ejecutándose. Un reloj tan diminuto no podía contener tanta arena, es decir, tardaba demasiado.

    Decidí dar por terminada la demostración y cerrar la ventana, pero mi orden, por más que la repetía era ignorada y aquella, abierta de par en par. Esta bien, la maquinita quería jugar, pero yo no tenía tiempo (a  las 11 a.m. terminaba el plazo de matriculación y faltaban 30 minutos ). Directamente apliqué la ley Barrionuevo, si no es por la ventana , será por la puerta: reinicié el terminal y ¡ a empezar de nuevo!

    Al reiniciar volvió a aparecer de nuevo la ventana de cambio de idioma y la arena del reloj seguía fluyendo. El estudiante de mi izquierda, advirtiendo lo que pasaba comenzó a hablarme. Mi cara de poker le informó que era como hablar con una piedra, así que se dirigió a Bea. Ella me tradujo que no se podía cambiar la configuración sin autorización del Administrador del Sistema. Como imaginaba. Le sonreí moviendo mi cabeza de arriba a abajo tratando de decirle lo evidente de su información. Minimicé ( esconder para los no iniciados) la ventana ignorando el problema y arranqué el navegador Explorer con éxito, apareciendo la página web de la Universidad.

    Me concedí dos segundos de relax levantando mi cabeza de la pantalla y mirando al exterior de sala a través de los grandes ventanales que daban al jardín; mi sorpresa fué encontrarme con veinticinco miradas concentradas hacia mí: la congregacion española de letras me miraba entre sonrisas e impaciencia, a lo cual yo respondí con un gesto de tranquilidad y a la vez ridículo y carente de significado o mejor dicho fuera de contexto : el símbolo con mi mano izquierda de la victoria (A). Bea también sonreía.

    Rapidamente mi mirada de nuevo en la pantalla; procedí a arrancar el programa de correo de Explorer, léase Outlook. A la vez  le explicaba a Bea lo que iba haciendo. Para lo que no tuve explicación fué la pantalla de atención que apareció en el monitor que según me tradujo decía : no se encuentra archivo necesario para arrancar el programa  Outlook.

    No cabía duda de que la maquinita estaba juguetona y no era el puto momento de jugar, cuando faltaban escasos veinte minutos para finalizar matrículas. Con decisión cerré Outlook y una décima de segundo después Explorer ( puedo llegar a ser muy rápido cuando quiero) pero el sistema detectó que tenía prisa, y de nuevo reloj de arena. Minimicé todo aquello y arranqué el Netscape, programa en el que confio y trabajo habitualmante; así se lo expliqué a Bea , de cuyo rostro empecé a percibir deconfianza.

    Al abrir el Messenger, programma de correo de Netscape, apareció la ventana principal de mensajería. En mensajes salientes, pudimos ver los que habían sido enviados a Valencia y necesitábamos saber la respuesta. Así los identificó, casi con un grito sobre la sala llena de gente en silencio, Beatriz, y un rayo de esperanza se reflejo en sus ojos y se manifestó en un salto.La congregación española desde el exterior percibió el gesto positivo, y dió comienzo un baile de saltos, gritos y risas. La algarabía llamó la atención al centenar de personas de la sala que miraban estupefactos sin entender la euforia hispánica.

    No se había conseguido el objetivo, pero estabamos encima de él, dentro del plazo. Todavía restaban doce minutos.Toda mi fe se depositó en el botón de consultar correo nuevo. Mi mano sudaba sobre el ratón y tuve que concentrarme para posicionar el cursor de la pantalla sobre el botón en cuestión, y evitar un resbalón. El “click” dió en el blanco.

-  Un click de precisión – pensé. Se abrió una ventana solicitando de nuevo la passwrord para leer el correo.

-  Tranquilidad. Teníamos la password así que no había problemas -. Beatriz tenía una mirada tan expectante, como si estuviera a punto de conocer el primer segundo del Universo.

    En el exterior la congregación se contagió de la importancia del momento y en fila horizontal de veintiocho se disponían en silencio a lo largo del ventanal. Fuí escribiendo escrupulosamente, despacio, letra a letra, tal y como venía en el papel, con mayúsculas donde ponía mayúsculas, con todo el cuidado, casi con carino, la clave en la casilla destino. Cuando estuvo escrita, de nuevo un “click de precisión” y la máquina infernal comienza a buscar en el servidor. Me va informando del estado del trabajo mediante un rectángulo alargado que se  va rellenando de cuadraditos.

    Estábamos a final del tunel, quedaban tres cuadritos para completar el rectángulo, para leer la respuesta del correo, para la gloria. Me parecía que toda la sala estaba pendiente del desenlace feliz. Lo cierto es que el único sonido audible allí eran dedos sobre teclas y discos duros trabajando. Miré al ventanal. En la congregación habíamos tenido bajas, aunque los diecisiete presentes miraban attentamente esperando noticias. Se completó un nuevo cuadrado y el sistema vomitó:

- “Password Rejected“ (password rechazada). “Introduca nueva password”. Ante nuestros ojos se abría un mundo de millones de combinaciones que ni el optimismo más radical, contra los diez minutos que restaban, podía hacerle frente.

    Beatriz de marchó. También la congregación. Todos menos yo. Ahora tenía todo el tiempo del mundo, sin miradas expectantes, sin reponsabilidad, por puro entretenimiento, por pura diversión. ¿La maquinita quería jugar? Está bien, ¡ duelo a muerte !

    Cerré el Messenger y el Netscape casi simultanemente. Otra vez el reloj y la arena. Pero ahora no me iba a achicar: CTRL+ALT+SUPR (reiniciar ordenador). Se me abre una pantalla con diecisiete programas abiertos. ¿Quién los habia abierto? No cabia duda, la máquina infernal jugaba fuerte. ¡Pero yo más! Ciego de ira, me voy directamente a la carcasa del ordenador y pulso el botón de Bootstrap (reinicio manual ). Si no me obedecía esta vez estaba dispuesto a quitar la alimentación de corriente (AC / DC) y mandarlo de “camino al inferno”.

    Se queda la pantalla en negro. El sabor de la victoria lo podía sentir en mis labios. Mi mano sudorosa mueve el ratón y aparecen en pantalla diecisiete ventanas con sus correpondientes relojes expulsando toda la arena del Sahara. Los nueve estudiantes de la mesa recibieron una desconexión en sus pantallas. El más cercano a mi comenzó a hablarme y el resto a mirar. Más relojes de arena y yo sin entender nada, perdido en el desierto. La pantalla de video gigante de la pared lateral comenzó a reflejar la situación anómala mediante 9 cruces rojas intermitentes que representaban los terminales retenidos. Los estudiantes de la fila de atrás comenzaron a hablar entre sí, 10 cruces rojas, 11, 12… ; al parecer el mal se iba extendiendo, la máquina infernal iba en serio, 18 ,19…Ante mi cara de cordero Norit, alguien  intentó echarme un cable hablándome en inglés - ¡menuda ayuda ! – 29, 30, 31…

    El responsable de sala recibió una llamada telefónica e inmediatamente se levantó dirigiéndose hacia el centro de todas las miradas: el español experto en informática, ¿yo? De forma poco cortés me invitó a abandonar mi asiento y lo ocupó él. 48, 49, 50 …El murmullo se convirtió en escándalo. Toda la sala hablando. Yo miraba hacia el ventanal en busca de ayuda, o tal vez estaba preparando la huida, pero el jardín estaba solitario.

    La pantalla de video sugirió en grandes letras el aviso inmediato al Administardor del Sistema. El responsable de sala me dijo en inglés que le acompañara. ¡ Socorro ! La presión arterial comenzaba a ser importante; debía tranquilizarme, estaba en un país democrático, y sí, era un extranjero pero mis papeles estaban en regla. No podían hacer nada o ¿ ya lo estaban haciendo? La idea de abandonar aquella sala me animó. Al menos me quitaría todas las miradas de encima y tendría alguna oportunidad de escapar. Recogí mis cosas y le acompañé. Al abrir la puerta para salir entró el Administrador del Sistema, tal y como me lo había imaginado: metro noventa, rubio ojos claros, gafas cuadradas de montura metálica dorada, traje oscuro, corbata…

    Podía sentir el latido de mi corazón sobre todos los pelos de la cabeza. Comenzaron a hablar en alemán, supongo que del tipo de tortura a aplicar al reo en estos casos. Yo estaba dispuesto a confesarlo todo, hasta que no era alumno de la Universidad. Les pedí que me disculparan un momento, que tenía que ir al baño ya que mis esfinteres comenzaban a relajarse peligrosamente como repuesta a la difícil situación. Comencé a andar no sin dificultad y mi mirada no buscaba W.C. sino Ausgang!, Ausgang!, Ausgang!  (salida). Al doblar la esquina y observar la puerta principal … ¡ por patas tres Km. hasta la parada del tranvía ! ¡ Por patán ! En mi carrera de salida del Campus me crucé con algunos españoles que me dirigieron la palabra, y fingí no oir agachando la cabeza y acelerando todavía más.

    Ya en la parada fuera del Campus me senté exhausto mientras la calma comenzaba a envolverme poco a poco. El próximo tranvía no pasaba hasta dentro de trenta y cinco minutos y me alegré de que así fuera. Necesitaba descansar y olvidar. Para aumentar aun más el placer que sentía despues de la liberación pensé en fumar. Saqué el papel, la cajetilla de tabaco y rulé un cigarrilo perfecto. Lo encendí. Eché el cuerpo hacia atrás contra el respaldo del asiento y el humo hacia delante. Si ya funcionaba la red de ordenadores era algo que me resultaba casi indiferente.

- ¿Tienes un cigarro ? - Me preguntó con fuerte acento alemán una voz ruda que vino a romper la magia del descanso del fugitivo.

    Antes de levantar la cabeza para mirar a mi interlocutor que estaba de pie me pregunté : ¿por qué se ha dirigido a mí en español?, ¿ me conoce ? Al mirarle encontré la repuesta: metro noventa, rubio, ojos claros, gafas de montura metálica dorada, traje oscuro con el escudo de la Universidad, corbata… y una cartera de mano. Le dije tartamudeando que sí tenía tabaco, pero de liar. Se sentó a mi lado y me dijo que nunca había aprendido a liar cigarrillos, y por más que lo intentase no le salían bien .

    El cigarrillo entre mis dedos, todavía no estaba lo suficientemente consumido y se podía ver su buen trazado ( esto lo digo porque esta es mi historia y puedo hacerlo ). Como no, me ofrecí humildemente a liar uno para él a lo cual aceptó agradecido. Mientras sacaba tembloroso el tabaco y papel, estaba pensando cuántos eran, dónde podían estar escondidos, cuá era la estrategia que estaban tomando y especialmente, cuál era la que debía tomar yo.

-  Como estudiante extranjero, ¿qué te parece la Universidad de Mainz?- me dijo. Bien, estaba claro que sabía quién era y la que había organizado en la red informática. Todas estas preguntas me conducían hacia algún sitio, pero ¿a dónde? Yo le seguí el juego, mientras por tercera vez intentaba llenar el papel de fumar con tabaco sin que se me desparramase por el suelo.

-  Bien, me parece bien -,es todo lo que se me ocurrió. Sentí su mirada mientras la mía seguía fija en el cigarrillo. –  Así no hay forma de liarlo –  pensé.

-  Y el Departamento Central de Informática, ¿qué te parece? – me preguntó. En ese momento tenía todo el tabaco prensado sobre el papel y sólo era necesario darle el giro digital de gracia y pegarlo. Me detuve. La pregunta iba al grano sin rodeos. Bueno, ¿por qué no suenan las sirenas ?¿Por qué no salen  los de seguridad y me ponen ya las esposas? ¿Por qué no terminamos con esta farsa de una vez por todas ? Dí el giro de gracia con maestría y pegué el cigarrillo. Perfecto. A lo lejos divisé el tranvía que se acercaba a la parada.  Le miré a los ojos y dije:

-  Me parece que la seguridad en la red deja mucho que desear, y lo que ha ocurrido hoy… - me interrumpió –

-  Según las quejas de nuestros usuarios, el acceso a Internet tenía problemas de velocidad. Hoy estaba prevista la ampliación de caudal para aumentar la misma. Los de la empresa de mantenimiento me aseguraron que solo se trataría de un microcorte, escasos segundos necesarios para configurar los nodos, por ello no advertimos del trabajo a los reponsables de sala; pero no ha sido así. Han salido complicaciones, la red se ha caido durante quince minutos y todos los ordenadores de la Universidad se han quedado sin servicio. Es la primera incidencia seria que tenemos desde hace año y medio.

    No daba crédito a lo que me estaba dicendo. Todavía me rebotaban sus palabras en mi cabeza al subir al tranvía. Él se quedó en la parada fumando. Me quedé mirándolo mientras el tranvía se alejaba y el humo de su cigarrillo desaparecía en el aire fresco de la manana. El sol brillaba intensamente.
 

Pedro Valiente.