“Pérez-Reverte
lanza dardos contra los cagatintas analfabetos" |
Miércoles, 18 de junio de 2008
El académico
iconoclasta vuelve a romper aguas en Santillana del
Mar asegurando que mantiene su espíritu de mercenario sin considerarse
"partero intelectual de nadie".
"Soy
un leal mercenario de mí mismo, de mis gustos, de mis aficiones, de mis sueños,
de mi imaginación, de mis amores y de mis odios", afirmó Arturo Pérez
Reverte en la última jornada del ciclo Lecciones y maestros, celebrado en Santillana de Mar, que servió
para profundizar en la obra de Mario Vargas Llosa y en la de dos de los
novelistas españoles de mayor repercusión internacional: Javier Marías y el
autor de La Reina del Sur.
Ante numerosos
críticos literarios, escritores y expertos, como siempre sin pelos en la
lengua, Pérez Reverte arremetió contra quienes se dedican al "lado solemne
de la literatura" y contra los críticos que "viven del cuento de
contar ´no cómo son´, sino ´cómo deberían ser´ los libros
que escriben otros". "Esos libros que ellos, naturalmente,
escribirían con suma facilidad, si quisieran. Lo que pasa es que no
quieren", apostilló el escritor, quien al comienzo de su trayectoria
literaria fue maltratado por parte de la crítica.
En su discurso,
titulado La mochila de Jim Hawkins,
criticó también a aquellos que sólo consideran válida "la literatura
difícil y minoritaria" y, fiel a su "costumbre de hacer amigos",
lanzó dardos contra "los creadores de opinión literaria", los
"parásitos iletrados" y "cagatintas analfabetos" cuya
memoria "empieza ayer por la tarde. Los que no se manejan más que de
Cortázar para acá".
El escritor dice
que escribe lo que quiere "porque me gusta hacerlo, porque así vivo otras
vidas además de las mías, porque ajusto cuentas con el pasado. Y me leen porque
quieren leerme. Mi responsabilidad -aseguró- termina en el momento en que
entrego el mejor texto posible a mi editor".
Cuando tiene
"un problema narrativo" no le echa "la culpa al desfallecimiento
creativo" ni intenta "justificarse diciendo que el público es
imbécil". Acude "con humildad" a esos libros que son su
"verdadera patria y memoria" y busca la solución en autores como
"Stendhal, Homero, Dickens,
Virgilio, Dumas, Mann, Conan
Doyle, Dostoievsky, Stevenson, e incluso en gente tan maltratada como Agatha Christie y John le Carré". Y hasta en Ken Follet, si hiciera falta.
Todos le sirvieron para aprender, pero le debe "más a Homero que a Joyce, a Dumas o a Balzac que a Faulkner;
a Quevedo, Cervantes, Clarín o Dostoievski que a
Cortázar o a Ferlosio".
Al autor de La tabla de Flandes o La carta esférica le importa "un rábano" el futuro de la novela, porque hay ya "suficientes buenas novelas" como para "leer y releer" el resto de su vida, y tampoco le importa "la crisis" actual o "el auge de la narrativa". Pérez Reverte dice desconocer las razones de su éxito e insiste en que no es más que "un novelista accidental" que disfruta, y mucho, con lo que hace.