“Pérez-Reverte
se define como un mercenario de si mismo, sus amores y odios" |
Miércoles, 18 de junio de 2008
El escritor
criticó el "lado solemne de la literatura" y se negó a teorizar sobre
esta materia en el ciclo Lecciones y maestro de la Universidad Menéndez Pelayo
Ana Mendoza (EFE) - Santillana
del Mar (Cantabria)
Arturo
Pérez-Reverte (Cartagena, Murcia, 1951) suele decir siempre lo que piensa hoy,
en el ciclo de literatura que organiza la Universidad Menéndez Pelayo en Santillana del Mar, no se esperaba menos de él. Ante
numerosos críticos literarios, escritores y expertos, el novelista arremetió
contra quienes se dedican al "lado solemne de la literatura" y contra
los críticos que "viven del cuento de contar no cómo son, sino cómo
deberían ser los libros que escriben otros".
El autor de La
tabla de Flandes o El maestro de esgrima aseguró que no pretende ser
"referente moral ni partero intelectual de nadie". Se considera tan
sólo "un novelista accidental" al que le gusta contar historias, pero
nunca siente sobre sus hombros "el pesado fardo de la responsabilidad
moral del artista".
"Soy un
leal mercenario de mí mismo, de mis gustos, de mis aficiones, de mis sueños, de
mi imaginación, de mis amores y de mis odios", aseguró en la tercera y
última jornada del ciclo Lecciones y maestros, que servió
para profundizar en la obra de Mario Vargas Llosa y en la de dos de los
novelistas españoles de mayor repercusión internacional: Javier Marías y él
mismo.
El novelista fue
feroz con la crítica, que le despreció en los inicios de su trayectoria
literaria. La cosa cambió cuando Pérez-Reverte, cuya obra está traducida a 35
idiomas, empezó a ganar numerosos premios en el extranjero, como el que le
acaban de dar en Italia a la mejor novela extranjera por El pintor de batallas.
Un lector que hasta lee al escribir
En su discurso,
titulado La mochila de Jim Hawkins,
criticó también a aquellos que sólo consideran válida "la literatura
difícil y minoritaria" y, fiel a su "costumbre de hacer amigos",
lanzó dardos contra "los creadores de opinión literaria", los
"parásitos iletrados" y "cagatintas analfabetos" cuya
memoria "empieza ayer por la tarde. Los que no se manejan más que de
Cortázar para acá".
Declarado como"un lector contumaz que, incluso cuando escribe,
lo que está haciendo en realidad es leer una vez más", el novelista ha
reconocido su gran deuda con tantos y tantos autores, desde los clásicos
grecolatinos hasta los reyes de los éxitos de ventas. ¿Por qué desdeñarlos?
El autor de La
carta esférica subrayó que no se considera un teórico ni tiene "dogmas que
transmitir". Le importa "un rábano" el futuro de la novela,
porque hay ya "suficientes buenas novelas" como para "leer y
releer" el resto de su vida, y tampoco le importa "la crisis"
actual o "el auge de la narrativa".