“Escribo con mi vida, algo que no todos pueden decir” |
Jueves,
9 de Mayo de 2013
Buenos Aires | Leonel García
El siglo XX daba sus últimos
coletazos. Arturo Pérez-Reverte estaba en Montevideo, siguiendo la huella del
Graf Spee, para un reportaje sobre
Mar, al que ama y acude siempre que
puede; periodismo, del que huyó cuando no pudo seguir siendo un "honrado
mercenario"; guerras, a las que cubrió como corresponsal durante dos
décadas; y literatura, con un mundo propio repleto de "héroes
cansados". Esa es una buena síntesis de Pérez-Reverte, español de 62 años,
periodista y escritor de best-sellers publicados en
40 países. También podría agregarse la fe, pero por su ausencia.
A veces parece soberbio, pero
también franco; es provocador en alguna de sus expresiones, pero apasionado;
tajante y carismático. Y desliza al hablar la crudeza de quien ha visto todo, y
un poco más también. Ahora está en el lujoso Hotel Alvear de Buenos Aires, una
de las ciudades esenciales de su última novela, la elogiada El tango de la
guardia vieja. Pero en el pasado debió huir del fuego cruzado en Líbano,
Eritrea, Angola, Mozambique, Sudán, Nicaragua o los Balcanes, e incluso
defenderse él mismo a balazo limpio.
Cansados. El tango…, una muy
peculiar historia de (des)amor a través de cuatro décadas, tres ciudades
(incluyendo una mención a Montevideo), tres guerras y un barco, se publicó en
2012 tras 22 años de trabajo. "Yo empecé esta novela a los 40 años y vi que algo no estaba bien. Es como el que va a matar al
toro y no consigue dejarlo a punto para clavar el estoque. Hoy me doy cuenta
que me faltaba madurez, cansancio, despojos, canas en la barba, derrotas en la
vida… Yo escribo con mi vida, que es algo que no pueden decir muchos".
Miembro de
De todas formas, hay temas
recurrentes en sus obras. El protagonista de El tango..., Max Costa, sesentón
como Pérez-Reverte, es un canalla venido a menos escondido en una fachada
caballeresca. Alatriste es un espadachín a sueldo.
Andrés Faulques, de El pintor de batallas, es un exfotógrafo de guerra que se aleja del mundo y se encierra
en sus recuerdos. "Mi mundo narrativo habla de gente que ha tenido fe, ya
sea en el amor, en la patria o en el periodismo, y que por diversas
circunstancias la vida les despoja de esas fes y lo
fatiga. Es lo que quedó de ellos después del naufragio. Mis novelas son la historia
de un fracaso tras el cual se intenta sobrevivir. Son héroes cansados".
-¿Usted en qué ha dejado de creer?
-En casi todo. Pero aún me quedan
unas cuantas cosas...
El periodismo no está entre ellas.
Mercenario. "Yo era un
mercenario, un periodista profesional que trabajaba en una empresa que me
pagaba el sueldo e iba a la guerra. También había un tipo que opinaba, al que
le pagaban más que a mí (sonríe), para que siguiera ideológicamente la línea
del medio. El editorialista tomaba copas con el dueño de la cadena, ¡pero
nosotros éramos intercambiables! ¡Honrados mercenarios!". Pérez-Reverte
trabajó como periodista, en gráfica, radio y televisión, entre 1973 y 1994.
"Ahora, por alguna razón perversa, se obliga al redactor más ínfimo a
manifestarse ideológicamente con el medio en el que trabaja. Eso pasa en
España, Francia, y lo veo en varios lugares más".
-¿A qué lo atribuye?
-A que el mundo evoluciona y no
para bien. Nunca lo hizo para bien.
Fe en la humanidad no le sobra.
"Más que la política, que me indigna a menudo, más que los fanatismos
religiosos, de los cuales he visto sus efectos, más que la maldad, y el ser
humano es fundamentalmente malo, lo que más me indigna es la estupidez. Yo
antes pensaba que en el mundo había muchos malvados, ahora me doy cuenta que
hay mucho más estúpidos, ¡y eso hace mucho más daño!". Vehemente, mueve
mucho los brazos para reforzar su postura. "A eso añádale el acriticismo y la apatía social. Hoy, con los medios, Internet
o la educación obligatoria, no hay justificación para no tener conciencia
social. Quien es un animal estúpido o acrítico es porque quiere serlo. Mi
concepto del ser humano no es muy bueno...". Eso queda claro.
Justificaciones tiene. Su mochila
tiene un álbum de fotografías de esos que se desearía olvidar. En Eritrea y en
1977, entrando a un poblado con la guerrilla, los atacó el ejército etíope y
los aviones F5 cubanos. "Tuvimos que huir a la frontera con Sudán, creí
que nunca llegaría, fue un mes terrible. Por única vez en mi vida... ahí nadie
cuidaba de nadie y yo tuve que cuidar de mí mismo. Lo hice con todos los medios
a mi alcance. Y el único medio que uno dispone en esa situación es un (fusil)
Kalashnikov". No le gusta hablar del tema y lo dice, también con su
mirada.
"Uno no elige el horror, es el
horror quien elige a uno qué imágenes lo marcan. Uno piensa que el horror son
las tripas, los muertos y... y yo lo que más recuerdo son las huellas con
sangre de mis botas de caucho en la puerta del hospital de Sarajevo, luego de
llevar heridos. Y en el barrio
Curiosamente, ese Beirut de los
años `70 es su ciudad favorita. "No por la guerra, obviamente. Era joven,
tenía fe en el periodismo, creía en las mujeres y en los amigos, tenía fe en un
montón de cosas que después la vida me fue despojando".
-Divorciado, supongo...
-No, pero de mi vida privada le
ruego...
Mar. Luego de la primera Guerra del
Golfo y la de los Balcanes, se cansó del periodismo. En la primera, no dejaron
a la prensa ir al frente -
"Me pasé cuatro meses contando
lo que me contaban; yo era el portavoz de unos hijos de puta"-; y en la
segunda, porque sus envíos estaban supeditados a las negociaciones políticas.
"Me decían que hoy no mandara nada para no entorpecer negociaciones, o que
hiciera tres directos, ¿y cómo cojones iba al frente? Terminábamos siendo
bustos parlantes en hoteles". Tildó de mentiroso en vivo al negociador
español Javier Solana, escribió Territorio comanche, casi una catarsis, y
renunció ruidosamente a Televisión Española: "Que os den morcilla",
escribió a sus jefes. Se dedicó de lleno a la literatura y, cuando puede, al
mar.
Pérez-Reverte acude a su velero
cuando está hasta la coronilla de trabajo. Es capitán de yate. Su amor por el
mar comenzó en su Cartagena natal, bañada por el Mediterráneo; ahí aprendió que
el mar no es una barrera, sino un camino de ida y vuelta. Incluso su hija
Carlota, de 29 años, es arqueóloga subacuática. El mar también protagoniza una
cuenta pendiente con Uruguay.
"En conversaciones con él, le
prometí al viejo maestro que algún día haría un libro que tuviera que ver con
naufragios, con la costa de Rocha y con Uruguay". Por el "viejo
maestro", se refiere a Alejandro Paternain.
"No sé cuándo podré, pero lo voy a cumplir".
Bar para 669 mil
El bar de Lola abre los domingos.
Es un lugar virtual creado por Arturo Pérez-Reverte para interactuar con sus
seguidores a través de su cuenta @perezreverte. De
esa manera, dice, abate el remordimiento de no corresponder como debería a sus
lectores. "No soy fanático de las redes sociales, pero descubrí que Twitter es una herramienta fácil, cómoda y potente, y
`hablo` dos horas los domingos. El escritor tiene casi 669 mil seguidores.
"Ahí hablo y opino. Decidí que sería en un tono informal, para que no se
interprete lo que ahí digo como una `declaración`. Y hablo como se habla en un
bar, a veces irónicamente, y a veces brutalmente". Y como en todo bar, a
medida que las copas se suceden, las discusiones en el mostrador -por política,
religión o lo que sea- a veces se salen de cauce. Atención: si Pérez-Reverte retuitea algo que usted le envió, lo más seguro es que
considere que se trata de una imbecilidad. "Retuiteo
una estupidez para usarlo como argumento que refuerza lo que pienso. ¡Demuestro
de una manera empírica que lo que dije cinco tuits
atrás era cierto!". Muchas veces, la prensa se hace un festín con sus tuits, típicos de alguien que no habla a medias tintas.
"Pero el balance es positivo", asegura.
SUS COSAS
Un escritor
Pérez-Reverte no duda: Joseph
Conrad. "¿Por qué? Porque vivió antes de escribir, nadie le contó nada.
Muchos han escrito de cosas sin haberlas vivido. Yo también hago eso, ¡salvando
las inmensas distancias de calidad literaria!". Conrad también le escribió
mucho al mar.
Un objeto
"Tiempo atrás, solía ser una
navaja suiza multiuso que llevaba a todos lados como reportero. Ahora, con la mierrrrda (arrastra ostensiblemente la erre) de los
aeropuertos... ¡estos cretinos ya no me dejan
llevarla". Las medidas de seguridad aeroportuaria post-11S lo fastidian
por demás al escritor español.
Una figura histórica
Muy versado en historia, escoge a
los Diez Mil de Jenofonte, mercenarios griegos inmortalizados en