“Escribo con mi vida, algo que no todos pueden decir”

 

Jueves, 9  de Mayo  de 2013

 

 

Buenos Aires | Leonel García

 

El siglo XX daba sus últimos coletazos. Arturo Pérez-Reverte estaba en Montevideo, siguiendo la huella del Graf Spee, para un reportaje sobre la Batalla del Río de la Plata. En una librería encuentra La cacería, de Alejandro Paternain, una novela de combates en el mar y de corsarios en las costas de un país que aún no se llamaba Uruguay. "Una obra maestra". Esa noche, en el hotel, la leyó de un tirón. Al otro día, consiguió el teléfono del autor y lo llamó: que no lo conozco ni usted me conoce, que ole sus cojones, que ahora soy vuestro seguidor y amigo. Al tiempo, logró que La caceríafuera editada en España, lo que fue muy valorado por Paternain; sentido y a tiempo, ya que el también periodista y docente falleció en 2004.

 

Mar, al que ama y acude siempre que puede; periodismo, del que huyó cuando no pudo seguir siendo un "honrado mercenario"; guerras, a las que cubrió como corresponsal durante dos décadas; y literatura, con un mundo propio repleto de "héroes cansados". Esa es una buena síntesis de Pérez-Reverte, español de 62 años, periodista y escritor de best-sellers publicados en 40 países. También podría agregarse la fe, pero por su ausencia.

 

A veces parece soberbio, pero también franco; es provocador en alguna de sus expresiones, pero apasionado; tajante y carismático. Y desliza al hablar la crudeza de quien ha visto todo, y un poco más también. Ahora está en el lujoso Hotel Alvear de Buenos Aires, una de las ciudades esenciales de su última novela, la elogiada El tango de la guardia vieja. Pero en el pasado debió huir del fuego cruzado en Líbano, Eritrea, Angola, Mozambique, Sudán, Nicaragua o los Balcanes, e incluso defenderse él mismo a balazo limpio.

 

Cansados. El tango…, una muy peculiar historia de (des)amor a través de cuatro décadas, tres ciudades (incluyendo una mención a Montevideo), tres guerras y un barco, se publicó en 2012 tras 22 años de trabajo. "Yo empecé esta novela a los 40 años y vi que algo no estaba bien. Es como el que va a matar al toro y no consigue dejarlo a punto para clavar el estoque. Hoy me doy cuenta que me faltaba madurez, cansancio, despojos, canas en la barba, derrotas en la vida… Yo escribo con mi vida, que es algo que no pueden decir muchos".

 

Miembro de la Real Academia Española desde hace una década, Pérez-Reverte ha escrito 23 novelas. Su bibliografía comenzó en 1986 con El húsar, y tiene en los siete volúmenes de la serie Las aventuras del capitán Alatriste a uno de sus mayores éxitos. "Yo tuve un éxito muy temprano como escritor. Mis novelas fueron best-sellers enseguida en el mundo y eso me dio la posibilidad de repetir siempre la fórmula. No lo hice porque me aburría. Yo tengo la vida resuelta hace mucho; no necesito escribir para vivir, lo hago porque me gusta, me obliga a leer, viajar, moverme. Cuando un escritor dice que sufre la agonía de la página en blanco... ¡pues lo siento mucho porque yo soy muy feliz!".

 

 

De todas formas, hay temas recurrentes en sus obras. El protagonista de El tango..., Max Costa, sesentón como Pérez-Reverte, es un canalla venido a menos escondido en una fachada caballeresca. Alatriste es un espadachín a sueldo. Andrés Faulques, de El pintor de batallas, es un exfotógrafo de guerra que se aleja del mundo y se encierra en sus recuerdos. "Mi mundo narrativo habla de gente que ha tenido fe, ya sea en el amor, en la patria o en el periodismo, y que por diversas circunstancias la vida les despoja de esas fes y lo fatiga. Es lo que quedó de ellos después del naufragio. Mis novelas son la historia de un fracaso tras el cual se intenta sobrevivir. Son héroes cansados".

 

-¿Usted en qué ha dejado de creer?

-En casi todo. Pero aún me quedan unas cuantas cosas...

 

El periodismo no está entre ellas.

 

Mercenario. "Yo era un mercenario, un periodista profesional que trabajaba en una empresa que me pagaba el sueldo e iba a la guerra. También había un tipo que opinaba, al que le pagaban más que a mí (sonríe), para que siguiera ideológicamente la línea del medio. El editorialista tomaba copas con el dueño de la cadena, ¡pero nosotros éramos intercambiables! ¡Honrados mercenarios!". Pérez-Reverte trabajó como periodista, en gráfica, radio y televisión, entre 1973 y 1994. "Ahora, por alguna razón perversa, se obliga al redactor más ínfimo a manifestarse ideológicamente con el medio en el que trabaja. Eso pasa en España, Francia, y lo veo en varios lugares más".

 

-¿A qué lo atribuye?

-A que el mundo evoluciona y no para bien. Nunca lo hizo para bien.

 

Fe en la humanidad no le sobra. "Más que la política, que me indigna a menudo, más que los fanatismos religiosos, de los cuales he visto sus efectos, más que la maldad, y el ser humano es fundamentalmente malo, lo que más me indigna es la estupidez. Yo antes pensaba que en el mundo había muchos malvados, ahora me doy cuenta que hay mucho más estúpidos, ¡y eso hace mucho más daño!". Vehemente, mueve mucho los brazos para reforzar su postura. "A eso añádale el acriticismo y la apatía social. Hoy, con los medios, Internet o la educación obligatoria, no hay justificación para no tener conciencia social. Quien es un animal estúpido o acrítico es porque quiere serlo. Mi concepto del ser humano no es muy bueno...". Eso queda claro.

 

Justificaciones tiene. Su mochila tiene un álbum de fotografías de esos que se desearía olvidar. En Eritrea y en 1977, entrando a un poblado con la guerrilla, los atacó el ejército etíope y los aviones F5 cubanos. "Tuvimos que huir a la frontera con Sudán, creí que nunca llegaría, fue un mes terrible. Por única vez en mi vida... ahí nadie cuidaba de nadie y yo tuve que cuidar de mí mismo. Lo hice con todos los medios a mi alcance. Y el único medio que uno dispone en esa situación es un (fusil) Kalashnikov". No le gusta hablar del tema y lo dice, también con su mirada.

 

"Uno no elige el horror, es el horror quien elige a uno qué imágenes lo marcan. Uno piensa que el horror son las tripas, los muertos y... y yo lo que más recuerdo son las huellas con sangre de mis botas de caucho en la puerta del hospital de Sarajevo, luego de llevar heridos. Y en el barrio la Karantina de Beirut, en 1978 o 1979, había un perro con una pata rota que nos seguía entre los escombros. Yo le tiraba piedras, si hubiera tenido una pistola lo mataba. Todavía tengo en la cabeza la mirada de ese perro mientras nos alejábamos en el coche".

 

Curiosamente, ese Beirut de los años `70 es su ciudad favorita. "No por la guerra, obviamente. Era joven, tenía fe en el periodismo, creía en las mujeres y en los amigos, tenía fe en un montón de cosas que después la vida me fue despojando".

 

-Divorciado, supongo...

-No, pero de mi vida privada le ruego...

 

Mar. Luego de la primera Guerra del Golfo y la de los Balcanes, se cansó del periodismo. En la primera, no dejaron a la prensa ir al frente -

 

"Me pasé cuatro meses contando lo que me contaban; yo era el portavoz de unos hijos de puta"-; y en la segunda, porque sus envíos estaban supeditados a las negociaciones políticas. "Me decían que hoy no mandara nada para no entorpecer negociaciones, o que hiciera tres directos, ¿y cómo cojones iba al frente? Terminábamos siendo bustos parlantes en hoteles". Tildó de mentiroso en vivo al negociador español Javier Solana, escribió Territorio comanche, casi una catarsis, y renunció ruidosamente a Televisión Española: "Que os den morcilla", escribió a sus jefes. Se dedicó de lleno a la literatura y, cuando puede, al mar.

 

Pérez-Reverte acude a su velero cuando está hasta la coronilla de trabajo. Es capitán de yate. Su amor por el mar comenzó en su Cartagena natal, bañada por el Mediterráneo; ahí aprendió que el mar no es una barrera, sino un camino de ida y vuelta. Incluso su hija Carlota, de 29 años, es arqueóloga subacuática. El mar también protagoniza una cuenta pendiente con Uruguay.

 

"En conversaciones con él, le prometí al viejo maestro que algún día haría un libro que tuviera que ver con naufragios, con la costa de Rocha y con Uruguay". Por el "viejo maestro", se refiere a Alejandro Paternain. "No sé cuándo podré, pero lo voy a cumplir".

 

Bar para 669 mil

El bar de Lola abre los domingos. Es un lugar virtual creado por Arturo Pérez-Reverte para interactuar con sus seguidores a través de su cuenta @perezreverte. De esa manera, dice, abate el remordimiento de no corresponder como debería a sus lectores. "No soy fanático de las redes sociales, pero descubrí que Twitter es una herramienta fácil, cómoda y potente, y `hablo` dos horas los domingos. El escritor tiene casi 669 mil seguidores. "Ahí hablo y opino. Decidí que sería en un tono informal, para que no se interprete lo que ahí digo como una `declaración`. Y hablo como se habla en un bar, a veces irónicamente, y a veces brutalmente". Y como en todo bar, a medida que las copas se suceden, las discusiones en el mostrador -por política, religión o lo que sea- a veces se salen de cauce. Atención: si Pérez-Reverte retuitea algo que usted le envió, lo más seguro es que considere que se trata de una imbecilidad. "Retuiteo una estupidez para usarlo como argumento que refuerza lo que pienso. ¡Demuestro de una manera empírica que lo que dije cinco tuits atrás era cierto!". Muchas veces, la prensa se hace un festín con sus tuits, típicos de alguien que no habla a medias tintas. "Pero el balance es positivo", asegura.

 

SUS COSAS

 

Un escritor

Pérez-Reverte no duda: Joseph Conrad. "¿Por qué? Porque vivió antes de escribir, nadie le contó nada. Muchos han escrito de cosas sin haberlas vivido. Yo también hago eso, ¡salvando las inmensas distancias de calidad literaria!". Conrad también le escribió mucho al mar.

 

Un objeto

"Tiempo atrás, solía ser una navaja suiza multiuso que llevaba a todos lados como reportero. Ahora, con la mierrrrda (arrastra ostensiblemente la erre) de los aeropuertos... ¡estos cretinos ya no me dejan llevarla". Las medidas de seguridad aeroportuaria post-11S lo fastidian por demás al escritor español.

 

Una figura histórica

Muy versado en historia, escoge a los Diez Mil de Jenofonte, mercenarios griegos inmortalizados en la Anábasis. "Eran soldados que tuvieron que permanecer unidos pese a sus diferencias para sobrevivir y poder volver a sus casas. Es lo que mejor pinta al hombre en un paisaje hostil".