“Arturo Pérez Reverte tuvo una jornada “alvesre

 

Jueves, 9  de Mayo  de 2013

 

 

La última novela del escritor español Arturo Pérez Reverte, El tango de la Guardia Vieja, respira melodías de arrabal. Son los años 20, la orilla del Riachuelo a la altura de Barracas, las calles de tierra, el dialecto de los conventillos. Por eso ayer, en agradecimiento por la documentación y la información que le brindaron, el autor, que está en la Argentina para presentar su obra en la Feria, visitó la Academia Porteña del Lunfardo.

 

Estaban allí Otilia Da Veiga, vicepresidenta de la institución; Marcelo Oliveri, prosecretario; Eduardo Bernal, secretario; y los académicos de número Oscar Conde y Daniel Antoniotti. Da Veiga fue la que insistió con mayor entusiasmo en que se el autor se convierta en miembro honorario de la Academia, y entre todos le propusieron que acercara términos lunfardos a la RAE, de la que el escritor es miembro desde 2003.

 

Una de las dudas que Pérez Reverte planteó a sus compañeros de tertulia fue si el tango fue la mayor contribución a la formación del lunfardo. Fue Conde el que sostuvo que ese surgimiento tuvo más que ver con el contacto entre “los niños bien” de la clase alta y los de sectores más populares, en sus salidas nocturnas. Y también planteó la idea de si, ya legitimados tantos términos como “laburo” o “morfar”, hablar de lunfardo no implica cierto anacronismo. Como era esperable, los académicos sostuvieron que no.

 

El tango eran esas canciones que el padre del autor cantaba mientras se afeitaba, en España. De esa cotidianidad viene su amor y su interés por la materia. Por eso en 2008 empezó a documentarse, por eso en 2011 dio con las memorias del historiador y escritor Enrique Puccia, por eso describió la infancia de uno de sus protagonistas -el malevo Juan Rebenque- documentándose a través de los recuerdos infantiles de esas memorias.

 

“Sin Puccia, el libro no habría podido tener el realismo que tiene, que recrea la Buenos Aires de principios de siglo”, explicó el español a su selecto e interesado auditorio. Sin Puccia, sin la Academia, sin ver una representación teatral de El Conventillo de la Paloma -el sainete de Alberto Vacarezza- y sin mirar todas las películas de Gardel. Con todo ese universo a cuestas, pudo escribir en porteño.