“La mujer es el personaje narrativo más interesante” |
Domingo,
6 de Enero de 2013
PATRICIA VILLARRUEL
En YouTube, el londinense Maurice Peckman
interpreta con ironía la canción El hombre que desbancó Montecarlo (el canal
del improvisado artista septuagenario en el portal de videos es wisdom1942). La
melodía es la preferida de Max Costa, protagonista de El tango de la guardia
vieja (Alfaguara), el último libro de Arturo Pérez Reverte. Son infinitas las
versiones que se han realizado de la canción, pero al autor de
¿Ese conocimiento teórico sobre el tango
que demuestra en este libro lo ha puesto en práctica sobre la pista de baile?
¡No! Soy un bailarín mediocre. He visto bailar tango y he estudiado mucho. Ha sido un trabajo de aprendizaje muy intenso aunque también apliqué el sentido común. Estuve en Buenos Aires, hablé con expertos en tango como Horacio Ferrer que es uno de los grandes. El tango pone música al primer tercio del siglo XX. Es un acto sexual, vestidos y de pie. Es equívoco pensar que es un ejercicio de seducción del hombre hacia la mujer. En el tango, la mujer es quien domina. Hay mucho simbolismo, por eso decidí que sea ese el eje de la historia.
Es que el tango es canalla como el siglo
XX...
Justamente de eso habla también la novela. El tango nace en los prostíbulos y burdeles de Buenos Aires; después, llega a Europa como moda; y, vuelve, elegante, de salón... Es un baile de bajos fondos. Todo eso tenía que estar en el libro y conocer eso supone muchos viajes, mucha humildad profesional, mucha pregunta...
De los narcocorridos
(en La reina del sur) al tango... ¿está, acaso, construyendo toda una cultura
musical?
Musicalmente soy bastante analfabeto. A mí me gustan las canciones que cuentan historias o las sugieren: la copla, el bolero, el tango, la canción italiana de los años 40 y 50. El lector de hoy no es igual, dispone de una cantidad de información que antes no la tenía, cuenta con una enciclopedia audiovisual metida en su disco duro. Yo recurro a un truco noble pero muy simple: darle impulsos que van a despertar en él cosas que ya conoce. Hay canciones, palabras, versos, situaciones, imágenes que al sugerirlas sin más despiertan en el lector una evocación que me ahorra un trabajo de descripciones prolijas.
Comenzó a escribir El tango de la guardia
vieja en los 90, ¿por qué decidió parar?
Un escritor es la mirada que tiene. Quería contar la historia de un señor mayor y me di cuenta de que todavía no tenía la experiencia suficiente o la mirada lo bastante fatigada como para hacerlo. Necesitaba vivir más, estar más cansado, ver envejecer a mujeres a las que había amado. El tiempo modifica las cosas que conoces y era esa percepción la que me faltaba. Cuando una novela no te convence hay que parar. Ahora, en cambio, era un buen momento.
Es evidente esa madurez estilística en el
relato, ¿qué es lo que más le costó durante su construcción?
El lector tiene que deducir que ella, Meche Inzunza, es inteligente y él, Max Costa, instintivo. De pensar que lo son a conseguir que lo sean requiere de trabajo, esfuerzo, pensar cada escena, buscar maneras de hablar con diálogos cortados y réplicas ingeniosas. Una intimidad tan intensa era muy peligroso, requería un trabajo de carpintería.
Es que son 40 años de historia...
Un amor de 40 años es demasiado complejo. Las pasiones a los 20 no son iguales a los 30 o a los 60. Las exploraciones del otro te llevan a rincones que no conocías, a lugares oscuros, turbios. Yo necesitaba una historia dilatada en el tiempo que me permitiese llegar a todas esas cosas; tener la vejez como meta para desde ahí mirar hacia atrás y poder interpretar todo lo demás. Es una historia de amor singular, extraño. Hasta el lenguaje del narrador cambia ligeramente, hay palabras que se usan en una parte y en otra son diferentes porque el tiempo cambia.
El amor siempre ha estado presente en su
obra, ¿por qué ahora decidió situarlo en primer plano?
Las novelas te eligen. Aquí el amor era importante para contar la historia de esas dos personas, Max y Mecha. Él instintivo, ella inteligente, frente a frente. Sus diálogos van tejiendo una memoria de 40 años.
En esa memoria el atrezzo en torno a esos
personajes es fundamental...
La novela está llena de referencias a música, moda, actitudes, objetos. No es por preciosismo o documentación pero aquí era importante. Una mujer, en los 40, se definía por cómo vestía; un hombre, por cómo se comportaba. Todas esas cosas, apoyándome en el calzado, la ropa, en cómo fuman o cómo visten los personajes me permitía cuajar esa parte no dialogada que era tan importante en la novela como el resto.
¿Es un ejercicio de nostalgia?
No. Esa sociedad era clasista e injusta y merecía desaparecer. Lo que lamento es que haya desaparecido ese mundo que obligaba a unas maneras, a unas reglas, a unas normas. Ahora cualquier mediocre que tenga dinero puede llegar a lugares a los que nunca había llegado. La televisión e internet han hecho el mundo peor. La gente debería ser más culta, más libre, más independiente, más informada pero somos más esclavos, más incultos y más dependientes. Antes el oprimido tenía la esperanza de pegarle fuego a ese mundo y ahora ya no existe esa esperanza.
¿Cómo se acercó al mundo femenino de Mecha?
Con prudencia. La mujer tiene mecanismos de supervivencia distintos al del hombre y todos son introspectivos. Me he pasado dos años mirando a las mujeres para esta novela. Descubrí que todavía hay novedades, emociones que te están esperando y eso es un privilegio extraordinario.
¿Alguna mujer en particular ha inspirado a
este personaje?
No es una mujer en particular, es el resultado de una mirada sobre el mundo de las mujeres que he conocido, he imaginado, he leído. La mujer con mayúsculas.
¿Cómo es la mujer que interesa
narrativamente a Pérez Reverte?
Me encanta la
actitud serena de las mujeres ante las dificultades, son capaces de mantener
una estabilidad de coraje en tiempos prolongados, hacer frente a grandes
desgracias. Son mujeres que te enseñan cosas de la vida, te hacen asumir las
cosas buenas y malas, te consuelan. Mecha Inzunza de
El Tango de
Hay mucho sexo en la novela, ¿cómo
consiguió no perder el tono elegante?
Si el sexo es vulgar o mojigato se fastidió todo. Que las escenas sean lo bastante explícitas sin ser vulgares requiere de mucho sentido común. Es un campo de minas.