“El tango de |
Jueves,
29 de Noviembre
de 2012
ADOLFO TORRECILLA
Dejando a un
lado sus novelas sobre el capitán Alatriste, en sus
últimos libros parece como si Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) quisiera quitarse
el sambenito de mero escritor de novelas de aventuras. Tanto El pintor de
batallas como El asedio son novelas en las que indaga sobre la condición humana
desde una perspectiva desencantada. Para conseguir este efecto, suele basarse
en personajes que poseen muchos de los rasgos del propio autor: actitud crítica
pero desapasionada ante la vida, visión negativa de la condición humana y
ausencia de certezas más o menos existenciales y trascendentes.
Así, sus
habituales protagonistas son seres descreídos, autosuficientes, desengañados,
cansados de la vida, cínicos, desafiantes con lo que les rodea y pesimistas
ante el destino que les ha tocado vivir. Esta marca de la casa añade a sus
novelas dramatismo y desengaño, pero también las hace, en sus planteamientos
existenciales, previsibles y vacías.
A estas alturas,
nadie discute la capacidad de Pérez-Reverte para construir argumentos y para
sacar el máximo partido a la ambientación. Como demuestra en esta novela, es un
escritor obsesionado con los detalles y la verosimilitud ambiental. El tango de
Con un meritorio
puntillismo, Pérez-Reverte intenta captar en su novela –y lo consigue con creces– la atmósfera de cada uno de estos tiempos y
lugares. Hay, pues, un elaborado y perfeccionista trabajo de reconstruir una
época con referencias a la moda, la música, el cine, los lugares, las
costumbres, los objetos y las maneras. Desde este punto de vista, hay que
reconocer que Pérez-Reverte ha realizado un excelente trabajo.
Sin embargo,
este realismo y esta verosimilitud, impecables y necesarios, no bastan para
construir una buena historia. Más aún, en esta ocasión, esta obsesión por
pintar aquellos tiempos acaba arrinconando y hasta agobiando a los personajes y
a la evolución de la propia trama.
Los principales
protagonistas de esta novela son Max Costa y Mecha Inzunza,
quienes se conocen en un viaje en barco a Buenos Aires. Max trabaja en el
crucero como bailarín profesional y Mecha, una joven adinerada, es la esposa
del compositor español Armando de Troeye. Entre Max y
Mecha surge una atracción que arranca de la habilidad de Max para bailar
tangos. Ya en Buenos Aires, se ofrece de guía al matrimonio para enseñarles
algunos lugares que frecuentó durante su infancia y adolescencia. Allí Max les
enseña el nacimiento del tango auténtico, arrabalero, nada turístico ni cosmopolita,
el tango de
Al cabo de los
años, las vidas de Max y Mecha volverán a cruzarse en Niza y Sorrento. La
novela cuenta de manera alterna los sucesos de 1928 y 1937 y los de 1966. Para
introducir alguna intriga en la trama, además de la intensa relación que
mantienen los protagonistas, Max se ve envuelto en peligrosos asuntos. Si en el
primero era el mundo de los espías con el telón de fondo de
Pero lo más importante de esta historia no son estas aventuras sino la intermitente y alambicada relación que mantienen Mecha y Max. La ausencia de una realización que vaya más allá de la satisfacción sexual –algo que se da en otras novelas del autor– se traslada en ésta al confuso trato afectivo que mantienen sus protagonistas, donde el autor quiere añadir, ahí sí, el toque de originalidad y extrañeza, pues lo que más les une es la actitud que los dos mantienen ante el sexo. Mecha, con el consentimiento de su marido, mantiene relaciones sexuales con otros amantes y, por supuesto, con Max. Y a lo largo de los años, en sus sucesivos reencuentros y situaciones personales, la relación mantendrá su complejidad y sus deliberadas ramificaciones oscuras y turbias con las que Pérez-Reverte, ante la ausencia de otras inquietudes, quiere convertir su trama en una variante de la insatisfacción existencial.