“Tango y ajedrez”

 

Sábado, 1  de Diciembre  de 2012

 

LUIS ALBERTO CAO

 

A todos los que vieren y entendieren. Desocupado lector: ruego a vuesa merced, sin correrme (avergonzarme), aplique vuesa indulgencia a  la libertad que ha tomado, este pobre bachiller,  de escribir, de diferente manera, esta modesta glosa después de holgarse con tan impar y vien compuesta novela. Vale.

 

En primer lugar, me gustaría, queridos lectores, pediros disculpas por esta pequeña “broma” de carácter filológico con la que he querido encabezar la reseña de “El tango de la Guardia Vieja” última y recién publicada novela del escritor cartagenero Arturo Pérez-Reverte. Y he comenzado de este modo tan atípico y peculiar para, de alguna manera, resaltar y hacer patente el inefable placer, tanto estético como literario, que me ha producido su lectura atenta y minuciosa lectura. Tengo que confesaros que ayer terminé su segunda lectura cuando me sorprendieron las primeras luces del alba, porque tras su primera lectura quedé, y lo digo con toda honestidad, literalmente fascinado e impactado por ésta en apariencia sencilla historia, pero que oculta una densa y compleja arquitectura narrativa. Precisamente uno de cuyos grandes méritos es que hace parecer sencillo lo complejo y meritorio.

 

Como anunciaba al principio, esta reseña va a ser un tanto atípica respecto a lo habitual, porque voy a empezar con un extenso comentario al respecto y después entraré en la reseña, propiamente dicha, y el análisis más técnico, minucioso y pormenorizado, con el fin de  intentar explicar y aclarar el por qué de mi entusiasmo tras la lectura de “El tango de la Guardia Vieja”. A modo de introducción y para marcar el tono general de esta reseña, tengo que afirmar, sin paliativos, que “El tango de la Guardia Vieja” es una magnífica novela, que roza la maestría y que ha conseguido removerme y emocionarme, a partes iguales. Antes de seguir adelante me gustaría compartir una reflexión. Una de las premisas básicas que debe respetar, en este caso, un crítico literario es centrarse única y exclusivamente en la obra a analizar e intentar no contaminarse con otro tipo de condicionantes. Me explico. Las últimas novelas que he leído de Arturo- Pérez Reverte (El asedio, El puente de los asesinos… esta última, por cierto, ya reseñada hace casi un año en este mismo blog) me han resultado bastante decepcionantes, sin embargo, esa opinión no ha condicionado, en modo alguna, la “mirada limpia” necesaria, imprescindible me atrevería a añadir, para reseñar una novela, que me ha permitido disfrutar y enamorarme de este libro.

 

En este comentario voy a empezar por el final de libro (no, por favor, no penséis que voy a “destripar” la novela, nada más lejos de mi intención). Al final de la novela el autor nos da el arco temporal que ha durado la creación de la novela: Madrid enero de 1990-Sorrento junio de 2012. No es casualidad que tras este largo proceso creativo, obviamente multitud de veces interrumpido por otros libros, se aprecie esa madurez estilística, tan  depurada, aparentemente tan sencilla pero que oculta un gran trabajo de aquilatación.  Después de tantos años dedicado profesionalmente a la crítica literaria cada día me he ido dando más cuenta de que el arte de la literatura se reduce a dos premisas fundamentales, dos pilares básicos a lo que debe aspirar cualquier obra literaria. La primera y principal es que el fin fundamental de la literatura es “contar una historia” y la segunda, y no menos importante, es que sea creíble. El resto todo son  alharacas y disquisiciones literarias en las que los autores, los críticos y los lectores nos enzarzamos absurdamente.

 

Pero, ¿qué es lo que hace que una obra literaria, nos conmueva y nos emocione? En mi modesta opinión, y por supuesto puedo estar equivocado, es fundamentalmente por el empleo de la técnica, por supuesto independientemente de la temática de la obra que también es un factor coadyuvante. Pondré un ejemplo. Todo el mundo, probablemente, habrá estado enamorado alguna vez en su vida, y con toda seguridad ese sentimiento habrá sido muy fuerte e intenso. Pues bien, cuando leemos a un poeta que describe el amor, logra conmovernos porque ha conseguido verter en palabras, en conceptos y en imágenes literarias (poéticas en este caso) un sentimiento abstracto y, hasta cierto punto, inefable. Pero eso no quiere decir que ese poeta sienta el amor con mayor intensidad o profundidad que cualquiera de nosotros, de ninguna manera. Lo que sí sabe expresarlo de un modo poético y literario que permite hacernos partícipes, en primera persona, de ese sentimiento, y eso, además de talento, se llama técnica. Pido perdón por esta digresión pero la he creído necesaria para intentar explicar por qué en mis reseñas suelo hacer tanto hincapié en esta faceta. Y, bajo estos presupuestos, sin duda alguna, “El tango de la Guardia Vieja” es un texto  en el que Arturo Pérez-Reverte hace “ostentación” de un admirable dominio técnico porque, como comenté un poco más arriba, es una novela tan bien escrita que, a no ser que nos detengamos en una lectura atenta, reflexiva y analítica, resulta casi imperceptible a la vista, todo ese entramado literario que sustenta y da coherencia a todo el discurso narrativo. Y esas son, precisamente, las grandes novelas, en la que parece imposible vislumbrar todo ese minucioso trabajo técnico y “estructural” que necesariamente conllevan.

 

Antes de sentarme al ordenador para escribir esta reseña he estado consultando, minuciosamente, los casi veinte folios de notas que me ha sugerido la lectura de la novela. Y ya siento esa impotencia de no poder explayarme, como yo quisiese, en esta reseña para poder desmenuzar y analizar todos esos detalles, de buen hacer, que Arturo Pérez-Reverte nos deja en la novela. Lo que sí intentaré es ser lo más sucinto y sistemático posible, para intentar no perdernos en una novela tan densa y rica en matices, todos ellos dignos de analizarse.

 

Dicho todo lo cual creo va llegando el momento de entrar en la reseña, propiamente dicha, y en el análisis literario de “El tango de la Guardia Vieja”. Como suele ser habitual, y con el objetivo de situar y contextualizar la novela, sobre todo pensando en los lectores que aún no la han leído, creo que lo que más adecuado y pertinente, sería pergeñar, muy sucintamente, una breve sinopsis argumental del texto. Para lo cual me ha parecido, en su brevedad, transcribir literalmente el resumen que nos ofrece la editorial Alfaguara:

 

“«Una pareja de jóvenes apuestos, acuciados por pasiones urgentes como la vida, se mira a los ojos al bailar un tango aún no escrito, en el salón silencioso y desierto de un transatlántico que navega en la noche. Trazando sin saberlo, al moverse abrazados, la rúbrica de un mundo irreal cuyas luces fatigadas empiezan a apagarse para siempre.»

 

 

Un extraño desafío entre dos músicos, que lleva a uno de ellos a Buenos Aires en 1928; un asunto de espionaje en la Riviera francesa durante la Guerra Civil española; una inquietante partida de ajedrez en el Sorrento de los años sesenta…

 

 El tango de la Guardia Vieja narra con pulso admirable una turbia y apasionada historia de amor, traiciones e intrigas, que se prolonga durante cuatro décadas a través de un siglo convulso y fascinante, entre la luz crepuscular de una época que se extingue”.

 

En primer lugar y antes de seguir adelante me gustaría precisar que “El tango de la Guardia Vieja” es una historia de un romanticismo exacerbado, como hacía mucho tiempo que no leía, pero no de un romanticismo edulcorado o almibarado sino, mas bien, de un romanticismo contenido, silente, pero a la vez  profundo y dolorido que, como ya he comentado, en algunos momentos, honestamente, ha conseguido conmoverme profundamente, tanto artística como emocionalmente. Novela envuelta en esa atmósfera decadente y crepuscular que va inundando y envolviendo, lentamente, a los personajes en esa neblina pegajosa de la melancolía que provoca el decurso de la vida y esa mirada retrospectiva al pasado.

 

Ahora sí vamos a entrar en en el análisis. Desde un punto de vista formal la novela está estructurada en trece capítulos y dentro de cada capítulo se distinguen varios subcapítulos, por así llamarlos, singularizados gracias a los espacios tipográficos. “El tango de la Guardia Vieja” está narrado en varios planos temporales que, a su vez, aparecen entrecruzados entre ellos. Fundamentalmente los planos literarios son los recuerdos remotos de Buenos Aires, de Niza y el momento narrativo presente. Y, precisamente, en la manera de abordar este relato en dichos planos temporales, empezamos a ver la elaborada técnica de Pérez-Reverte. En todo momento el autor sabe mostrarnos en qué plano estamos en cada momento. Fundamentalmente lo consigue por el uso y empleo de los tiempos verbales, veremos su dominio en el uso de los verbos en pretérito o en presente, dependiendo del efecto temporal que busque. Por otra parte hay que resaltar la dificultad para entreverar todos esos planos narrativo-temporales de modo que adquieran una coherencia interna y estructural al fundirlos. Y en ese punto, de nuevo, tengo que reconocer que Pérez-Reverte, ha vuelto a impresionarme, demostrando una maestría incuestionable creando una serie de relatos que, paralelamente, se van complementando y contrapunteando, a su vez, para darnos esa perspectiva de conjunto que nos hará entender y comprender esta historia desde ambos planos. Arturo Pérez-Reverte en esta novela me ha mostrado y convencido, que es uno de los más grandes escritores de la actualidad, porque como decía más arriba cuando hablaba de los dos pilares fundamentales de la literatura nos cuenta una hermosa historia de amor, de soledad y de nostalgia y, por otra parte, consigue hacer que, desde el primer momento, nos la creamos. Aconsejo al lector que cuando lea la novela repare en la maestría con la que el autor encadena los planos temporales y cómo los utiliza para aclarar y matizar el relato principal. Este relato imbricado, técnicamente tan complejo ser aprecia especialmente bien, sobre todo, en la parte final de la novela (y hasta ahí puedo leer…).

 

Ya desde su propio título Pérez-Reverte, al menos esa es mi opinión, nos propone una novela, claramente, muy sensual, stricto sensu, o sea una novela en la que predominan y son muy importantes las sensaciones que nos llegan por lo sentidos. El propio título, como comentaba, tiene una connotación auditiva y visual. Voy a permitir transcribir un párrafo que creo que es muy ilustrativo de esta “sensualidad” de la novela.

 

“Ya era completamente de noche cuando pasaron el puente sobre el Paillon. A su izquierda, más allá del jardín, las farolas iluminaban la plaza Masséna. Un tranvía pasó lejos, entre los árboles tupidos y sombríos, apenas visible salvo por los chispazos del trole”.

 

Voy a detenerme en este fragmento para analizarlo y examinarlo con toda meticulosidad porque creo que nos va a aportar mucha información para comprender esta prosa tan sensorial. Como resulta evidente en este fragmento es “palpable”, permítaseme este adjetivo tan “sensual”, en el que el autor va a contraponer “luces y sombras”. Al principio nos habla de oscuridad, era complemente de noche, y además la palabra noche enfatizada con completamente, para realzar su valor, y lo contrapone, en la misma frase con la luz, las farolas iluminaban la plaza. Pero es que en la siguiente frase de nuevo el autor nos va enfrentar la oscuridad con la luz, árboles tupidos y sombríos, en esta parte la oscuridad aumentada por ese doble uso adjetival y, a continuación, lo vuelve a enfrentar a la luz, por los chispazos del trole. Espero que con este ejemplo, más o menos, haya servido para ilustrar la belleza estética con la que Arturo Pérez-Reverte ha escrito esta novela. Evidentemente no me puedo sustraer a referir y comentar, por ejemplo, la magistral escena del baile del tango de los protagonistas en el barco, con esa adjetivación de movimiento que nos da una visión casi cinematográfica. No voy a transcribirla porque es demasiado larga pero está tan bien escrita que parece que estamos viendo bailar ese tango y escuchando los acordes de la orquesta y el lamento lastimero del bandoneón. Y, en este sentido, me gustaría destacar por último la escena de la partida de ajedrez, un auténtico “master” de técnica literaria como, por otra parte, es toda la novela.

 

Antes de entrar en el análisis de los personajes, me gustaría añadir que la novela está narrada en tercera persona, pero está tan bien hecha que más bien parece que está narrada por los propios personajes, por la cantidad de información que nos aporta de ellos y por su capacidad de penetración en su psicología. Los protagonistas de la novela son Max Costa (al final de la reseña comentaré algo al respecto del nombre de este personaje) y Mecha Inzunza, cuya historia de amor y desamor será la que vertebre todo el relato. La caracterización, así como el dibujo del personaje de Max Costa, también de Mecha Inzunza, es impecable, porque a lo largo del relato veremos cómo van evolucionando y cómo el paso de los años hará que las arrugas que aparecen en su rostro y las manchas que ya aparecen en el torso de sus manos, hagan aparición también es sus almas. De nuevo, una vez más, llegara ese momento en la vida de todos en que añoraremos las ilusiones perdidas, ese lo que pudo haber sido y no fue y que ya no tiene solución. Max Costa, desde el principio desde su aparición como “bailarín mundano” (bailarín profesional de las salas de baile), en el viaje trasatlántico a Buenos Aires, consigue hacerse con nuestro corazón. Sin embargo Max es un hombre descreído que mira con escepticismo la vida. Creo que transcribiendo algunos fragmentos quedará más claro cómo es Max Costa.

 

 “La playa absurda donde la resaca de la vida lo arrojó tras el naufragio final”.

 

“Fue entonces cuando comprobó, con un vistazo casual, que el marido de su pareja estaba sentado junto a la mesa, cruzadas las piernas y un cigarrillo entre los dedos; y que, a pesar de su apariencia indiferente, no dejaba de observarlos con mucha atención. Y al mirar de nuevo a la mujer, encontró reflejos dorados que parecían multiplicarse en silencios de mujer eterna, sin edad. En claves de todo cuanto el hombre ignora”.

 

“—Cuando veo todas esas camisas negras, pardas, rojas o azules, exigiendo que te afilies a esto o aquello, pienso que antes el mundo era de los ricos y ahora va a ser de los resentidos… Yo no soy ni una cosa ni otra. Ni siquiera logro el resentimiento, aunque me esfuerce. Y te juro que lo hago”.

 

En este profuso y meticuloso análisis, no es posible que dejemos pasar por alto la importancia tanto del tango como del ajedrez como elementos vertebradores y antitéticos de la trama de “El tango de la Guardia Vieja”. Respecto al tema del tango, reconozco que me ha interesado mucho el tratamiento que de él hace Pérez-Reverte. Y al hilo del tango me gustaría reseñar otro de los personajes importantes de la novela que es Armando De Troeye, el marido de Mecha y que es uno de los más complejos, que es un célebre compositor y que por una apuesta con Ravel, quiere deslumbrarle con composición de un tango que será mucho mejor que su célebre “bolero” y que terminará siendo “El tango de la Guardia Vieja”, que lo “escucharemos” varias veces a lo largo de la novela. Magnífica toda la ambientación de la novela en Buenos Aires y en los locales arrabaleros a donde se dirigen los protagonistas, así como el fino análisis de los porteños.

 

Pero tengo que reconocer que mucho más aún me ha interesado el uso y el tratamiento del tema del ajedrez. Si no recuerdo mal, Arturo Pérez-Reverte se ha acercado, por lo menos, una vez más al tema del ajedrez dentro de su producción. En concreto en su novela “La tabla de Flandes” una de sus primeras novelas. Sin duda, tal y como lo describe al autor, el mundo del ajedrez, así como el estudio de la psicología de los ajedrecistas es fascinante. A través de la novela y como comentaba un poco más arriba, con esa magistral descripción de una partida de ajedrez, nos aproxima a ese mundo tan complejo y tan rico de ese deporte-arte llamado ajedrez. El propio autor nos lo define muy bien, utilizando sus palabras: “Esto es ajedrez. El arte de la mentira, del asesinato y de la guerra”. Veremos cómo el temperamento de cada uno marca su manera de entender y de enfrentarse al ajedrez. En este fragmento uno de los personajes nos explica cómo es la manera de jugar de Jorge Keller, el hijo de Mecha Inzunza.

 

“—Sigue siendo su estilo: arriesgado, brillante, finales de infarto… Juega como si fuera inmune al miedo, con pavorosa indiferencia. A veces parece mover de manera incorrecta, con descuidos, pero sus adversarios pierden la cabeza por lo complicado de las posiciones… Su ambición es proclamarse campeón mundial; y el duelo de Sorrento se considera una competición preparatoria antes de la que se celebra dentro de cinco meses, en Dublín. Una puesta a punto.”

 

No puedo evitar sentirme entristecido cuando contemplo en mi cuaderno las decenas de notas y apuntes que no van a poder ver la luz. Y eso es buena señal, como siempre digo. Quiere decir que la novela analizada es magnífica. Me encantaría, con el tiempo poder publicar, y no digo que no lo haga, un ensayo para poder analizar sin restricciones de espacio estas grandes novelas que desbordan las pretensiones de una reseña literaria.

 

Un poco más arriba comenté que me gustaría apuntar algo relativo al nombre del protagonista Max Costa. En uno de los fragmentos de la novela Pérez-Reverte nos dice lo siguiente: “Asiente Max, cortés, mientras moja otra vez los labios en su bebida. No necesita forzar la memoria para recordar a hombres felices cuyas mujeres, en otro tiempo, los engañaron con él”. Al leer “Max cortés”, me hizo mucha gracia porque no sé si Pérez-Reverte, que es un hombre muy inteligente y socarrón, quiso hacer una mención al actor porno español Max Cortés (Badalona, 1971)…

 

En esta novela es muy importante, también, el uso significado simbólico de los objetos y de las cosas. A lo largo de toda la novela aparece (y desaparece) un collar de perlas  que es uno de los puntos clave de la novela. De hecho ese valioso collar de perlas, prácticamente, asume la condición de otro personaje más de la novela. Otro de esos objetos es un guante. No quiero decir mucho más para no reventar la novela, pero ruego al lector que tenga muy presente ese guante en todo el desarrollo de la novela y su efecto dramático tan pleno al final del libro. En este caso tanto el collar como el guante, son más que dos objetos o dos símbolos, dos elementos claves en el discurso narrativo que sirven para unificar y dar coherencia al texto.

 

Como bien sabéis todos los lectores habituales de este blog, para mí es muy importante que las novelas estén bien “rematadas” que tenga un buen final. En el caso de “El tango de la Guardia Vieja” el final es maravilloso, hermoso, pleno en un delicado y bellísimo final en “pianissimo” que, tras cerrar el libro, nos deja ese dulce sabor de haber estado paladeando una obra maestra.

 

Ya poco más me queda por añadir, sólo recomendaros encarecidamente la lectura de “El tango de la Guardia Vieja” un libro con sabor a buena literatura y que ha conseguido convencerme a mí, que reconozco nunca me he reconocido como un admirador de Arturo Pérez-Reverte, de que ha escrito una novela magistral que, honestamente, creo que roza la obra maestra.

 

Dicho todo lo cual y teniendo en cuenta todo lo expuesto más arriba e intentando ser lo más fiel posible a mi conciencia y a modo de entender el arte de la literatura, creo que la puntuación que más justicia haría a “El tango de la Guardia Vieja” del escritor cartagenero Arturo Pérez-Reverte sería de un 9,00/10