“Tango y ajedrez” |
Sábado,
1 de Diciembre de 2012
LUIS ALBERTO CAO
A todos los que
vieren y entendieren. Desocupado lector: ruego a vuesa
merced, sin correrme (avergonzarme), aplique vuesa indulgencia a
la libertad que ha tomado, este pobre bachiller, de escribir, de diferente manera, esta
modesta glosa después de holgarse con tan impar y vien
compuesta novela. Vale.
En primer lugar,
me gustaría, queridos lectores, pediros disculpas por esta pequeña “broma” de
carácter filológico con la que he querido encabezar la reseña de “El tango de
Como anunciaba
al principio, esta reseña va a ser un tanto atípica respecto a lo habitual,
porque voy a empezar con un extenso comentario al respecto y después entraré en
la reseña, propiamente dicha, y el análisis más técnico, minucioso y
pormenorizado, con el fin de intentar
explicar y aclarar el por qué de mi entusiasmo tras la lectura de “El tango de
En este
comentario voy a empezar por el final de libro (no, por favor, no penséis que
voy a “destripar” la novela, nada más lejos de mi intención). Al final de la
novela el autor nos da el arco temporal que ha durado la creación de la novela:
Madrid enero de 1990-Sorrento junio de 2012. No es casualidad que tras este
largo proceso creativo, obviamente multitud de veces interrumpido por otros
libros, se aprecie esa madurez estilística, tan
depurada, aparentemente tan sencilla pero que oculta un gran trabajo de aquilatación.
Después de tantos años dedicado profesionalmente a la crítica literaria
cada día me he ido dando más cuenta de que el arte de la literatura se reduce a
dos premisas fundamentales, dos pilares básicos a lo que debe aspirar cualquier
obra literaria. La primera y principal es que el fin fundamental de la
literatura es “contar una historia” y la segunda, y no menos importante, es que
sea creíble. El resto todo son alharacas
y disquisiciones literarias en las que los autores, los críticos y los lectores
nos enzarzamos absurdamente.
Pero, ¿qué es lo
que hace que una obra literaria, nos conmueva y nos emocione? En mi modesta
opinión, y por supuesto puedo estar equivocado, es fundamentalmente por el
empleo de la técnica, por supuesto independientemente de la temática de la obra
que también es un factor coadyuvante. Pondré un ejemplo. Todo el mundo,
probablemente, habrá estado enamorado alguna vez en su vida, y con toda
seguridad ese sentimiento habrá sido muy fuerte e intenso. Pues bien, cuando
leemos a un poeta que describe el amor, logra conmovernos porque ha conseguido
verter en palabras, en conceptos y en imágenes literarias (poéticas en este
caso) un sentimiento abstracto y, hasta cierto punto, inefable. Pero eso no
quiere decir que ese poeta sienta el amor con mayor intensidad o profundidad
que cualquiera de nosotros, de ninguna manera. Lo que sí sabe expresarlo de un
modo poético y literario que permite hacernos partícipes, en primera persona,
de ese sentimiento, y eso, además de talento, se llama técnica. Pido perdón por
esta digresión pero la he creído necesaria para intentar explicar por qué en
mis reseñas suelo hacer tanto hincapié en esta faceta. Y, bajo estos
presupuestos, sin duda alguna, “El tango de
Antes de
sentarme al ordenador para escribir esta reseña he estado consultando,
minuciosamente, los casi veinte folios de notas que me ha sugerido la lectura
de la novela. Y ya siento esa impotencia de no poder explayarme, como yo
quisiese, en esta reseña para poder desmenuzar y analizar todos esos detalles,
de buen hacer, que Arturo Pérez-Reverte nos deja en la novela. Lo que sí
intentaré es ser lo más sucinto y sistemático posible, para intentar no
perdernos en una novela tan densa y rica en matices, todos ellos dignos de
analizarse.
Dicho todo lo
cual creo va llegando el momento de entrar en la reseña, propiamente dicha, y
en el análisis literario de “El tango de
“«Una pareja de
jóvenes apuestos, acuciados por pasiones urgentes como la vida, se mira a los
ojos al bailar un tango aún no escrito, en el salón silencioso y desierto de un
transatlántico que navega en la noche. Trazando sin saberlo, al moverse
abrazados, la rúbrica de un mundo irreal cuyas luces fatigadas empiezan a
apagarse para siempre.»
Un extraño
desafío entre dos músicos, que lleva a uno de ellos a Buenos Aires en 1928; un
asunto de espionaje en
El tango de
En primer lugar
y antes de seguir adelante me gustaría precisar que “El tango de
Ahora sí vamos a
entrar en en el análisis. Desde un punto de vista
formal la novela está estructurada en trece capítulos y dentro de cada capítulo
se distinguen varios subcapítulos, por así llamarlos, singularizados gracias a
los espacios tipográficos. “El tango de
Ya desde su
propio título Pérez-Reverte, al menos esa es mi opinión, nos propone una
novela, claramente, muy sensual, stricto sensu, o sea una novela en la que predominan y son muy
importantes las sensaciones que nos llegan por lo sentidos. El propio título,
como comentaba, tiene una connotación auditiva y visual. Voy a permitir
transcribir un párrafo que creo que es muy ilustrativo de esta “sensualidad” de
la novela.
“Ya era
completamente de noche cuando pasaron el puente sobre el Paillon.
A su izquierda, más allá del jardín, las farolas iluminaban la plaza Masséna. Un tranvía pasó lejos, entre los árboles tupidos y
sombríos, apenas visible salvo por los chispazos del trole”.
Voy a detenerme
en este fragmento para analizarlo y examinarlo con toda meticulosidad porque
creo que nos va a aportar mucha información para comprender esta prosa tan
sensorial. Como resulta evidente en este fragmento es “palpable”, permítaseme
este adjetivo tan “sensual”, en el que el autor va a contraponer “luces y
sombras”. Al principio nos habla de oscuridad, era complemente de noche, y
además la palabra noche enfatizada con completamente, para realzar su valor, y
lo contrapone, en la misma frase con la luz, las farolas iluminaban la plaza.
Pero es que en la siguiente frase de nuevo el autor nos va enfrentar la
oscuridad con la luz, árboles tupidos y sombríos, en esta parte la oscuridad
aumentada por ese doble uso adjetival y, a continuación, lo vuelve a enfrentar a
la luz, por los chispazos del trole. Espero que con este ejemplo, más o menos,
haya servido para ilustrar la belleza estética con la que Arturo Pérez-Reverte
ha escrito esta novela. Evidentemente no me puedo sustraer a referir y
comentar, por ejemplo, la magistral escena del baile del tango de los
protagonistas en el barco, con esa adjetivación de movimiento que nos da una
visión casi cinematográfica. No voy a transcribirla porque es demasiado larga
pero está tan bien escrita que parece que estamos viendo bailar ese tango y
escuchando los acordes de la orquesta y el lamento lastimero del bandoneón. Y,
en este sentido, me gustaría destacar por último la escena de la partida de
ajedrez, un auténtico “master” de técnica literaria como, por otra parte, es toda
la novela.
Antes de entrar
en el análisis de los personajes, me gustaría añadir que la novela está narrada
en tercera persona, pero está tan bien hecha que más bien parece que está
narrada por los propios personajes, por la cantidad de información que nos
aporta de ellos y por su capacidad de penetración en su psicología. Los
protagonistas de la novela son Max Costa (al final de la reseña comentaré algo
al respecto del nombre de este personaje) y Mecha Inzunza,
cuya historia de amor y desamor será la que vertebre todo el relato. La
caracterización, así como el dibujo del personaje de Max Costa, también de
Mecha Inzunza, es impecable, porque a lo largo del
relato veremos cómo van evolucionando y cómo el paso de los años hará que las
arrugas que aparecen en su rostro y las manchas que ya aparecen en el torso de
sus manos, hagan aparición también es sus almas. De nuevo, una vez más, llegara
ese momento en la vida de todos en que añoraremos las ilusiones perdidas, ese
lo que pudo haber sido y no fue y que ya no tiene solución. Max Costa, desde el
principio desde su aparición como “bailarín mundano” (bailarín profesional de
las salas de baile), en el viaje trasatlántico a Buenos Aires, consigue hacerse
con nuestro corazón. Sin embargo Max es un hombre descreído que mira con
escepticismo la vida. Creo que transcribiendo algunos fragmentos quedará más
claro cómo es Max Costa.
“La playa absurda donde la resaca de la vida
lo arrojó tras el naufragio final”.
“Fue entonces
cuando comprobó, con un vistazo casual, que el marido de su pareja estaba
sentado junto a la mesa, cruzadas las piernas y un cigarrillo entre los dedos;
y que, a pesar de su apariencia indiferente, no dejaba de observarlos con mucha
atención. Y al mirar de nuevo a la mujer, encontró reflejos dorados que
parecían multiplicarse en silencios de mujer eterna, sin edad. En claves de
todo cuanto el hombre ignora”.
“—Cuando veo
todas esas camisas negras, pardas, rojas o azules, exigiendo que te afilies a
esto o aquello, pienso que antes el mundo era de los ricos y ahora va a ser de
los resentidos… Yo no soy ni una cosa ni otra. Ni siquiera logro el
resentimiento, aunque me esfuerce. Y te juro que lo hago”.
En este profuso
y meticuloso análisis, no es posible que dejemos pasar por alto la importancia
tanto del tango como del ajedrez como elementos vertebradores
y antitéticos de la trama de “El tango de
Pero tengo que
reconocer que mucho más aún me ha interesado el uso y el tratamiento del tema
del ajedrez. Si no recuerdo mal, Arturo Pérez-Reverte se ha acercado, por lo
menos, una vez más al tema del ajedrez dentro de su producción. En concreto en
su novela “La tabla de Flandes” una de sus primeras novelas. Sin duda, tal y
como lo describe al autor, el mundo del ajedrez, así como el estudio de la
psicología de los ajedrecistas es fascinante. A través de la novela y como
comentaba un poco más arriba, con esa magistral descripción de una partida de
ajedrez, nos aproxima a ese mundo tan complejo y tan rico de ese deporte-arte
llamado ajedrez. El propio autor nos lo define muy bien, utilizando sus
palabras: “Esto es ajedrez. El arte de la mentira, del asesinato y de la
guerra”. Veremos cómo el temperamento de cada uno marca su manera de entender y
de enfrentarse al ajedrez. En este fragmento uno de los personajes nos explica
cómo es la manera de jugar de Jorge Keller, el hijo de Mecha Inzunza.
“—Sigue siendo
su estilo: arriesgado, brillante, finales de infarto… Juega como si fuera
inmune al miedo, con pavorosa indiferencia. A veces parece mover de manera
incorrecta, con descuidos, pero sus adversarios pierden la cabeza por lo
complicado de las posiciones… Su ambición es proclamarse campeón mundial; y el
duelo de Sorrento se considera una competición preparatoria antes de la que se
celebra dentro de cinco meses, en Dublín. Una puesta a punto.”
No puedo evitar
sentirme entristecido cuando contemplo en mi cuaderno las decenas de notas y
apuntes que no van a poder ver la luz. Y eso es buena señal, como siempre digo.
Quiere decir que la novela analizada es magnífica. Me encantaría, con el tiempo
poder publicar, y no digo que no lo haga, un ensayo para poder analizar sin
restricciones de espacio estas grandes novelas que desbordan las pretensiones
de una reseña literaria.
Un poco más
arriba comenté que me gustaría apuntar algo relativo al nombre del protagonista
Max Costa. En uno de los fragmentos de la novela Pérez-Reverte nos dice lo
siguiente: “Asiente Max, cortés, mientras moja otra vez los labios en su
bebida. No necesita forzar la memoria para recordar a hombres felices cuyas
mujeres, en otro tiempo, los engañaron con él”. Al leer “Max cortés”, me hizo
mucha gracia porque no sé si Pérez-Reverte, que es un hombre muy inteligente y
socarrón, quiso hacer una mención al actor porno español Max Cortés (Badalona,
1971)…
En esta novela
es muy importante, también, el uso significado simbólico de los objetos y de
las cosas. A lo largo de toda la novela aparece (y desaparece) un collar de
perlas que es uno de los puntos clave de
la novela. De hecho ese valioso collar de perlas, prácticamente, asume la condición
de otro personaje más de la novela. Otro de esos objetos es un guante. No
quiero decir mucho más para no reventar la novela, pero ruego al lector que
tenga muy presente ese guante en todo el desarrollo de la novela y su efecto
dramático tan pleno al final del libro. En este caso tanto el collar como el
guante, son más que dos objetos o dos símbolos, dos elementos claves en el
discurso narrativo que sirven para unificar y dar coherencia al texto.
Como bien sabéis
todos los lectores habituales de este blog, para mí es muy importante que las
novelas estén bien “rematadas” que tenga un buen final. En el caso de “El tango
de
Ya poco más me
queda por añadir, sólo recomendaros encarecidamente la lectura de “El tango de
Dicho todo lo
cual y teniendo en cuenta todo lo expuesto más arriba e intentando ser lo más
fiel posible a mi conciencia y a modo de entender el arte de la literatura,
creo que la puntuación que más justicia haría a “El tango de