“La mujer que teje” |
Sábado,
8 de Diciembre de 2012
RAQUEL JIMÉNEZ
Si una novela
comienza con Conrad, dice mucho de ella. Y si la novela bebe de Fitzgerald y de
Faulkner, dice aún más.
La crítica, o la
editorial, definió El Asedio(Alfaguara, 2010) como el
novelón de Pérez-Reverte. Nada más lejos de la realidad.No
estaban al tanto de lo que el autor tenía entre manos. En El tango de
En El tango de
Pronto Max se
fija en Mecha. Y saltan las chispas. Y entre una Honeybee
y la siguiente ella se deja llevar, parece ser, por el tango de Max. Se dejan
ver en la sala de palmeras, bailando, bajo la mirada escrutadora de Armando,
que no pierde un momento y al que no le tiembla la voz ni un ápice cuando Mecha
le confiesa que se está enamorando del rufián encantador.
Buenos Aires,
arrabales, bajos fondos. Un viaje simbólico a lo más oscuro, de la ciudad, de
la mente, del alma. Les acompaña una bailarina polaca y ya millones de lectores
que, extasiados ante las varias escenas de sexo a varias bandas, asumen la
turbiedad que hay en cada mujer.
Pasan los años y
sin despedirse en tierra argentina, Mecha y Max vuelven a encontrarse en Niza.
Por motivos distintos, ambos se ven enfrascados en una trama de espionaje.
Redacción ágil. Conversaciones rápidas. Escenarios en tecnicolor.
Vuelven a encontrarse. Y con ellos sigue expectante a su lado, la sombra de
Max, su pasado y presente. Y ella, con su sombra, continua trazando en torno a
él, ese baile silencioso pero agitado. Geometría y sexo.
Años después en
Sorrento, ya sin sombra, Max, el hombre. Vuelve los ojos al pasado tratando de
ver en ella el ayer: lo que fue él, ella.O ambos.
¿Qué fueron? ¿Se
amaron? ¿Pudieron hacerlo? ¿Cómo se ven en los ojos del otro? ¿Acaso puede uno
mirar el pasado con los ojos del presente?
La mujer que
teje en torno al hombre una telaraña de rincones turbios, de ámbitos oscuros.
Mecha teje en esta novela una telaraña de emociones, al servicio de un escritor
inspirado que decide sembrar pequeños granos… en torno al lector, para que este
vea crecer entre las líneas de la novela, un mundo burgués, unas pasiones
mundanas, un preciosismo descriptivo, unas maneras “muy de antes”, perfumes,
cadencias, momentos, música, olores, fotografía, gestos, actitudes,… Y a la
manera de Faulkner, la trama se entrelaza, los tiempos se solapan uno tras otro
de un modo sutil, coherente, preciso y ordenado. Sin brusquedad. Con elegancia.
Un consejo,
guarden sus emociones a buen recaudo antes de leer esta novela. Dice el autor
que ha aprendido a reventar cajas fuertes. Guárdenlas a buen recaudo. Se le da
bien. Lo de emocionarnos, digo. Lo hace con unas páginas finales ante las que
es imposible cualquier tipo de guardia. Pocas últimas páginas han hecho humedecerse
los ojos de una servidora. Solo dos. Uno es considerado una leyenda. El otro
está camino de serlo.
Pérez-Reverte
despide el año del fin del mundo con la novela más crepuscular de entre todas
las suyas. El racconto sutil de una decadencia. De la decadencia del héroe. Del
hombre.
Tras esto, solo
el genio sabe lo que nos aguarda en la próxima.