Brindis por la memoria de Trafalgar
Tres sillones celestes como la mar –¡qué curioso!– una botella de buen vino, y dos eminencias "una histórica y otra literaria", como presentaba el moderador, se adentraban en el fragor de la batalla de Trafalgar desde el Palacio de Congresos de Cádiz la tarde de ayer. El almirante José Ignacio González-Aller Hierro y el escritor y académico Arturo Pérez-Reverte protagonizaron una amistosa contienda, capitaneada por el periodista Óscar Lobato, bajo el título Diálogo en torno a Trafalgar.
Las condiciones meteorológicas fueron clementes. Así, los buenos bucaneros de la ciudad de Cádiz pudieron hacer cola frente a la construcción congresual una hora antes de que comenzara la mesa redonda, organizada por el Ateneo gaditano, como broche de oro a su ciclo de conferencias en conmemoración del Bicentenario de la batalla de Trafalgar.
El aforo de mil personas se quedó corto ante tanta expectación. Y no fue para menos. Ilustres como Nelson, Gravina, Churruca; una mañana triste del 21 de octubre de 1805; unos marinos improvisados que nunca antes vieron el mar; el coraje, la impotencia, los aciertos y los errores de una escuadra combinada; y los navíos: Santa Ana, Trinidad, Príncipe de Asturias... todos ellos cobraron vida, desfilaron, se deslizaron, navegaron uno tras otro a través de las palabras de los ponentes, del verbo magnético de Pérez-Reverte y del discurso apasionado del almirante González-Aller.
"En Cádiz los navíos se prepararon a trancas y barrancas debido a las guerras que anteriormente azotaron España y por un país y una Armada exhaustos económica y moralmente", explicó el almirante e historiador sobre todo lo que supuso la formación de la escuadra franco-española. "España tenía los mejores navíos, los mejores oficiales del mundo, curtidos, forjados en mil batallas, pero no había buenos tripulantes sino que eran enrolados a la fuerza o llegaban desde los presidios", apuntó Pérez-Reverte. "Los ingleses seguían otro sistema, el de la productividad", apuntó. "Pero se te olvida un asunto Arturo, la epidemia de fiebre amarilla que dejó en España 10.000 muertos, de ellos 7.000 hombres, en tiempos de la batalla", González-Aller apuntaba al literato, antecediendo lo que sería la tónica general de la mesa redonda, rebosante de cordialidad y buenas maneras.
Poco se enfrentaron los dos pesos pesados de Trafalgar que fueron desgranando el acontecimiento bélico de manera a veces técnica pero traducida hábilmente por Lobato. "A las 15.45 del 20 de octubre se dio la orden de virar la formación en cinco columnas y arrumbar hacia el Estrecho pero se dieron cuenta que los británicos les pisaban los talones", relataba el historiador para situar los momentos justamente anteriores al choque.
"¿Qué hubiera pasado si esos navíos hubieran navegado rumbo al Sur?", el escritor bombardeaba preguntas a su compañero de mesa . "Pues si hubiera sido con suficiente agresividad pudieron haber doblado al enemigo y salvar algo", contestaba el interlocutor.
"La mayor desgracia fue tener enfrente a Nelson", guaseó, no sin gran dosis de certeza, el almirante sobre los errores cometidos en la batalla. Horatio Nelson –"odiado como enemigo" pero "admirado como marino" durante la charla– fue analizado de forma amplia. Ocurrió lo mismo con los enfrentamientos entre el Santa Ana y el Royal Sovereign –relatado magníficamente por el marino– y la lucha entre el Victory y el Príncipe de Asturias, la pelea "favorita" del autor de Cabo Trafalgar.
La actuación "dudosa", según Pérez-Reverte, "explicable", en opinión del almirante, de Valdés ante las órdenes de Dumanoir, los "errores" de dicho mando francés, la posición enfrentada de ambos ponentes sobre la figura del brigadier Macdonell, y la narración de las batallas de vanguardia y retaguardia, enrolaron al respetable en la memoria de una contienda que, como coincidieron finalmente los conferenciantes, "pudo haberla evitado Federico Gravina".
Una vez ensalzadas las figuras de Churruca y Escaño, recordado el destierro de Mazarredo, y rememorada la situación de solidaridad tras la batalla, Pérez-Reverte destacó cuatro puntos clave de este episodio histórico: "Me conmueve aquella gente embarcada sin saber de nada, el apoyo mutuo entre Francia y España, con excepciones, el comportamiento ejemplar de la gente de la costa y la lista de apellidos de los caídos: vascos, gallegos, levantinos, andaluces... estaba esa España que dicen que no existe". Y se alzaron tres copas.
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