Trafalgar ya no tiene secretos para ochocientos jóvenes gaditanos
¿Cómo conseguir mantener a más de ochocientos jóvenes de entre 15 y 16 años callados durante dos horas mientras escuchan hablar de historia? El secreto habría que preguntárselo al escritor Arturo Pérez-Reverte, que ayer logró que un teatro Falla totalmente lleno de adolescentes mantuviera un silencio desconcertante, insólito, que pocas veces fue roto. Y hablaban con el escritor de un tema que a priori debía resultarles árido: la batalla de Trafalgar. Pero así son las cosas: cuando se sabe cómo contar la historia, ésta resulta apasionante.
Y eso que el encuentro entre Pérez-Reverte y los estudiantes –llegados de doce centros educativos de Cádiz, Barbate, Conil, Vejer y Algeciras, y convocados a un acto organizado por Alfaguara y Santillana– comenzó con una ovación chillona con aclamaciones incluidas. Pero una vez convenientemente recibido el escritor, el silencio reinó en un teatro con una entrada de lujo.
El encuentro entre Pérez-Reverte y los estudiantes se producía, según explicó Rosa Junquera, de Alfaguara, a petición de los centros educativos gaditanos en los que se está leyendo Cabo Trafalgar. No era el primero que celebraba en Cádiz: ya habló con ellos del Siglo de Oro y del capitán Alatriste. La iniciativa de mantener estos encuentros, a los que ya han asistido unos 15.000 alumnos de toda España, continuará. Pero el de ayer era el más numeroso hasta ahora organizado, con más de ochocientos estudiantes.
José Manuel García Gil, director del colegio Argantonio, dio paso a Matilde Navas, del colegio Nuestra Señora del Carmen; Julia Caro, del Atalaya; Daniel Morcillo, del Instituto La Janda, y Víctor Lizandro, del Argantonio, que mantendrían con Pérez-Reverte un coloquio antes de que el auditorio tomara la palabra.
El autor quería que fuera una charla entre amigos y lo fue. La primera de las preguntas fue por qué bautizó Antilla al barco imaginario que creó para Cabo Trafalgar, indicó que era "por razones personales", ya que en anteriores novelas jugó con ese nombre y así homenajeaba a otros personajes de sus obras.
La segunda fue más ardua: comparando la situación histórica en la que se desarrolló Trafalgar con la de la guerra de Iraq, una alumna le preguntó por qué no ha evolucionado la posición de España, que siempre ha sido secundona. Pérez-Reverte le aclaró que España era a principios del XIX una potencia mundial "que ya estaba carcomida por dentro" y, sobre Iraq, afirmó que era "una guerra estúpida". "Son dos intentos de España por estar junto a los que van a ganar; entonces lo pagamos con Trafalgar y aquí con el 11-M", afirmó. Y a la autora de la pregunta, le dijo que tiene "la humildad histórica que un político debería tener. Pero ellos no leen historia".
Pérez-Reverte explicó que Trafalgar fue una "carnicería absurda", que "un pueblo culto es aquel que puede defenderse; un pueblo inculto está a merced de los gobernantes", y habló de nuevo del concepto de héroe como "la dignidad cabreada". Y a todo esto, los ochocientos alumnos, callados como tumbas.
Afirmó sin dudas que no le habría gustado vivir la batalla; "no envidio nada a quien está en cualquier guerra. La guerra no tiene nada de glorioso y heroico". Y cuando se le comentó que piensan construir un parque eólico en Trafalgar, opinó que "los lugares no son sagrados pero se debería mantener el respeto por la memoria", abogando por la construcción de un museo y su conversión en reserva ecológica e histórica.
Un joven le preguntó cuál era el punto en el que un hombre se da cuenta de que o lucha o le pisotean: "Uno debe pelear por aquello en lo que cree; lo peor es la cobardía moral, cuando por miedo a la sociedad o al entorno callamos y aceptamos lo que no nos gusta". Y otro en qué se diferencia el valor de la temeridad y ser valiente de "ser carajote". "Un carajote –le contestó– es un tío que se toma cinco o diez copas y dice yo controlo de puta madre y pone el Ibiza a 180 por la carretera. Eso es un carajote. Porque cuando ese último se pegue un leñazo esa temeridad no vale para nada, pero si uno de vosotros está en el cole y se están metiendo con un chico con crueldad, y si en vez de quitarse de en medio enfrenta eso, es un tío digno". "Con tu edad te crees que no te vas a morir nunca, pero cuando un hombre muere pierde todo lo que tiene y lo que podría tener, todo termina ahí por una gilipollez, y eso es ser carajote". Y les habló de un chico que conoció en Vukovar que iba al frente; "a vuestra edad se puede ser el chico de Vukovar o el del Seat Ibiza, o el de muchas situaciones intermedias. La vida es como un restaurante, uno llega y come y luego pide la cuenta; la factura llega al final". Hay entonces gente que protesta "y gente que se va como un señor". "Pero debes tener una vida lúcida, consciente y respetuosa. Espero que cuando os vayáis del restaurante lo hagáis con dignidad. Que esta lección os sirva para la vida". El silencio, entonces, estaba empapado de respeto.
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