Pérez-Reverte destaca la mirada lúcida y triste de Cervantes sobre España
El escritor y académico Arturo Pérez-Reverte ofreció ayer en Valencia una de esas Doce miradas sobre España que el ministro de Defensa, José Bono, ha convertido en un ciclo de conferencias, iniciado el pasado 10 de mayo en Madrid con una intervención de Mario Vargas Llosa.
Bono defendió en la presentación de la conferencia la idea de España e insistió en que lo "más rancio y antiguo" en estos momentos es la posición de "aquellos que quieren leyes privadas para el que nació en determinado sitio, o para el que tiene tal Rh o para el que tuvo un abuelo hidalgo". El ministro se confesó sin ambages responsable de la selección de los conferenciantes, entre los que se encuentran Carlos Fuentes -que dará su conferencia el próximo 27 de junio en Oviedo- o la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, que cerrará el ciclo en Toledo.
La alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, encargada de presentar al autor de títulos como La tabla de Flandes, El maestro de esgrima, La carta esférica o Cabo Trafalgar, se refirió a Pérez-Reverte como "un maestro de la palabra" y el protagonista de más de 100.000 páginas en Internet.
El escritor, que tituló su conferencia España: armas y letras: el soldado Miguel de Cervantes en las páginas del Quijote, dijo de la obra de la que ahora se celebra su cuarto centenario que contiene "una de las miradas más lúcidas y tristes sobre España". Pérez-Reverte negó con pasión que "el viejo soldado de Lepanto" se burlase en esta obra de los libros sobre caballeros. "Miente como un bellaco quien lo sostenga", argumentó el escritor ante un público básicamente castrense.
El creador del capitán Alatriste destacó la valentía de Miguel de Cervantes y, sobre todo, "los constantes codazos que nos da el viejo soldado a lo largo de las páginas del Quijote sobre lo que opina del ejército, de la guerra o de la idea de España". El académico, que ocupa el sillón T en la Real Academia Española, subrayó "el elogio al valor" del escritor en una época en la que las novelas de caballerías estaban en decadencia.
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