Acabo de leerla. En general, me ha gustado, como las otras dos de la trilogía "Falcó" (lo cual no deja de tener su mérito en alguien como yo, mucho más dado al ensayo y a la "Non-Fiction" que a la novela). Dejo para el final lo que me ha gustado y empiezo por lo que NO me ha gustado:
1) La lista interminable de marcas famosas o de moda (cigarrillos, camisas, automóbiles, ropa de mujer, etc, etc). Se supone que el autor es un tío duro (o por lo menos, parcece que va de duro) y en mi opinión toda esta erudición y todo este glamour sobran en un 85%., son detalles perfectamente prescindibles. 2) Las onomatopeyas ("bang, bang, bang", "¡pum!, "zas", etc) que más bien corresponden a un cómic o tebeo infantil o juvenil que a libros escritos por todo un académico de la Lengua. 3) Las repetidas escenas tórridas y eróticas, con detalles innecesarios y "escabrosos", como se decía antes. Hay escritores y, sobre todo, cineastas que se excitan sexualmente ("se ponen cachondos" con escenas de sus propias películas (Vicente Aranda o Pasolini, por ejemplo, e incluso Alfred Hitchcock, y/o con sus actrices y actores fetiche. Me pregunto si hay algo de esto. En cuanto a Chenchito (Don Lorenzo Falcó y González-Osborne), igual se tira (folla, coge) a una sirvienta marroquí en un hotel de Tánger--y luego encima la paga espléndidamente, como si fuese una puta-- que a una multimillonaria americana judía (y su amiga, las dos juntas) que a una negra Herero (hay gustos para todo). Líbreme el cielo de juzgar a nadie por su vida sexual y por sus gustos e inclinaciones, pero si uno busca sexo, quizá debería buscar más bien en Eduardo Zamacois, el marqués de Sade, Henry Miller, revistas como Private o Hustler, etc, etc. 4 La mezcla de personas reales, históricas (el almirante Canaris, Picasso) con personajes de ficción, incluyendo algunos que, pese a haberles sido cambiado el nombre, son fácilmente reconocibles, como Malraux, Hemingway, Lee Miller, el coronel Lisardo Doval).
Pero... todo esto lo perdono y lo excuso a cambio del final de la novela (capítulos 17 y sobre todo 18), sorprendente, tenso e intenso, MAGISTRAL, digno de lo mejor de John leCarré. Por desgracia, el último capítulo, el 19, es un anticlímax. Necesario quizá, porque es muy aclaratorio, pero es como tomarse un tazón de Nescafé con leche después de haber ingerido un café Robusta puro, hirviendo... |