Arturo Pérez-Reverte: "En España estamos empeñados en destruir la convivencia con el aplauso de los incultos"
El escritor presentará este martes 29 en el Club Diario de Mallorca su última novela, Sabotaje
m. elena vallés palma 27.01.2019
El escritor, periodista y académico de la lengua desvelará este martes 29 en el club de opinión de este diario los secretos de su última novela, Sabotaje, la tercera parte de la trilogía protagonizada por el espía Lorenzo Falcó. La historia está ambientada en el campo de batalla real -el París de finales de los años 30- de los dos bandos político-militares que se estaban enfrentando ya en la Guerra civil española, el de Hitler y el de Stalin. Es un evento gratuito con inscripción previa en www.clubdiariodemallorca.es. Presentará el acto el también escritor y articulista de este periódico José Carlos Llop.
-De todos los malos y granujas de la novela, Falcó a veces parece el menos malo. ¿Está de acuerdo?
-Falcó es malo, un verdadero depredador, sin escrúpulos, amoral, que tortura, mata y miente. Lo que pasa es que a él le estamos viendo el interior, lo vemos desde dentro. Cuando te acercas a la maldad, a la gente que llamamos "malos", resulta que al final tienen motivos para hacer lo que hacen. La aproximación al mal no hace que lo justifiquemos, pero al menos sí comprenderlo y conocer sus causas. Al conocer esas causas, los malos se vuelven humanos. Cuando te acercas al monstruo que veías de lejos, pues resulta que no es tan monstruo: ama a su madre, le gustan las flores, quiere a los perros, tiene momentos de ternura y debilidad... La maldad vista desde dentro, si no se justifica, al menos se comprende.
-Es un poco esa necesidad humana de comprender lo que a priori es incomprensible.
-Yo pasé mucho tiempo con ello [cuando era corresponsal de guerra] y vi el mal de verdad. [Se detiene y repite: el mal, el mal...] Como tuve el privilegio técnico de estar cerca de él, siempre tuve la curiosidad de mirar lo que desde lejos no se veía. Y vi cosas que me sorprendieron. Contrastes. Seres humanos capaces de hacer lo mejor y lo peor en el mismo día. Y esto te da una especie de ecuanimidad y de serenidad a la hora de analizar los comportamientos humanos.
-Falcó es un personaje que no está dispuesto a morir por la causa. ¿Son más peligrosas las personas que sí están dispuestas a hacerlo?
-Falcó es su propio territorio, él es su propia patria, por eso no se pone en pie cuando sale Franco por la radio. No es que esté en contra o a favor de él. Falcó no tiene ideología. Sobre tu pregunta, pues hay matices. El fanático siempre es en principio el más peligroso. Si además de fanático, es inculto, un animal, es peligrosísimo, es una bomba a punto de estallar. Lo que pasa es que hay una clase de peligro que a mí me interesa más como novelista. Hay un peligro que es mucho más sutil: es el de la persona que puede ser peligrosa no por fanatismo, sino porque la peligrosidad y la violencia son en sí mismas una herramienta de trabajo. Gente capaz de ejercer la violencia no por odio, rencor o ideología, sino porque matando y torturando consigue que su trabajo sea más eficaz. Los he visto. Éstos son mucho más peligrosos porque el fanático se agota en el impulso. El técnico ejerce esa actitud con la misma frialdad durante toda su vida.
-En el ambiente moral que describe en Sabotaje, con purgas en ambos bandos, en ese clima de sospecha constante donde imperaba el principio estalinista de "donde hay un hombre, hay un delito", ¿era posible mantener la ética?
-La ética no existe. Hay quien la mantiene: los héroes morales, por ejemplo, que la mantienen hasta el final. Pero es cierto que la ética queda bastante sometida a los avatares de las situaciones extremas. Hay éticas que no sobreviven a una tragedia, a un horror, a una desgracia, al hambre. Cualquier situación extrema pone la ética a revisión. Luego hay gente, y eso está mucho en mis novelas, que cuando sabe que la ética es un aspecto cuestionable, volátil o poco estable, recurre a la estética como regla moral, como ética. Es decir, gente que no cree en el ser humano, pero se mantiene fiel a unos códigos porque necesita tener códigos decentes para mantener una dignidad personal. A mí me interesa mucho esto. Una ética basada en la religión siempre es más fácil de mantener que una ética o moral hecha desde la soledad del héroe, una ética que te mantiene erguido. Ésta es la que me interesa para mis libros.
-París, 1937. Retrata una Ciudad de la Luz en plena ebullición cultural e intelectual, pero también plagada de espías, activistas y refugiados. ¿Tenemos mitificada la intelectualidad de esa época?
Sin duda. Precisamente, en Sabotaje aparecen desmitificados. Aparecen desde ese otro lado Picasso, Hemingway, André Malraux o Lee Miller, sólo Marlene Dietrich mantiene esa actitud de diosa lejana. A ella no me atreví a tocarla. Pero es verdad que todos estos personajes míticos los someto a revisión en el libro. Cuando te acercas mucho, y eso a los periodistas nos pasa, a los personajes míticos o que serán míticos un día, y les ves un poco las costuras del traje y el maquillaje, es raro que sobrevivan con su mitología. Al ser periodista y encima novelista, he buscado el lado no mítico de los personajes. Además hay algo de travesura en ello, de disfrute.
-Sabotaje dinamita todos los maniqueísmos sobre la Guerra Civil: los buenos y los malos, nosotros y vosotros...
Me das pie a una reflexión ahora mismo. Justamente las novelas de Falcó surgen de mi consideración de que en este momento, en el cual todo es tan populistamente hipócrita, todo es tan farisaicamente bueno o malo, todo está tan claro para la gente [tú eres rojo, tú azul], tan estúpidamente maniqueado, se me hace necesario decir "no, cuidado, los que hemos estado allí, los que hemos estado en los lugares de los que ustedes hablan, sabemos muy bien que el blanco y el negro es mentira, que el mundo está hecho de gamas de grises, y a veces grises muy peligrosos". Ese afán de desmontar el tú y el yo, el nosotros y ellos, está también en el origen de Falcó. Falcó son unas novelas que hice porque me divierte mucho escribirlas y porque me apetece mucho hacer novelas divertidas y sencillas. Pero es cierto que uno no puede sustraerse a su tiempo ni a su cabeza. Es cierto que hay un fondo, no moral, pero sí un deseo de decir: "cuidado, que el mundo no es tan simple como algunos idiotas nos quieren hacer creer".
-También hace un relato desmitificador de la República.
Mi intención no era desmitificar la República. Para eso hay que leerse un libro serio como los de Julián Marías, Chaves Nogales o Juan Pablo Fusi... Pero la República como algo idílico, como un pueblo noble, maravilloso, armónico y feliz, azotado por cuatro generales, cuatro obispos y cuatro nazis, lo siento, pero no fue así. Pero repito, mi intención no era esa, yo no soy didáctico. Lo que sí es cierto es que he ido moviéndome en la novela en ese terreno y es inevitable que surjan estas cuestiones. Más que un objetivo ha sido una consecuencia.
-La maquinaria de la guerra es otro de los aspectos descritos en la novela: los sobornos, los tráficos, los intereses económicos.
-Sí, y no me lo invento. Ese París no es inventado por mí. Es un París muy documentado. Detrás de esta novela de espías hay muchísima documentación seria. Y ese París de oportunistas, de vividores y de trincar pasta es real.
-¿Por qué este tipo de cuestiones se olvidan y se explican tan poco?
-Cuando uno habla de la Guerra Civil, bueno, cuando uno habla de cualquier guerra, por ejemplo, la del Líbano, que la cubrí durante 15 años, ves que detrás de ellas hay tráfico de armas, intereses políticos, señores de la guerra que querían tener su territorio, familias que querían tener privilegios, etc... Lo que realmente atiza una guerra no es tanto el dispararse en la trinchera como toda esa retaguardia no visible pero sí absolutamente letal.
-¿Qué queda de esa Europa que describe?
-Esa Europa de Falcó murió. Y murió como merecía morir, no es un lamento lo que hago. Esa Europa que murió en la II Guerra Mundial es la Europa que ya desde la I Guerra estaba sentenciada, era una Europa que estaba agonizante y condenada a muerte. Después de eso, surgió una Europa mucho mejor. ¿Sabes lo que pasa? Que para mí los momentos crepusculares son más interesantes que los momentos de auge. Cuando se termina un mundo, es cuando narrativamente éste es más rentable. Y después hay otra cosa muy bonita, que es la estética física. La forma en que la gente en los años 30 y 40 se vestía, se comportaba, viajaba en trenes, no había teléfonos móviles, ni internet... Ahora la estética es Tom Cruise. Moverte en una época en que la ropa era importante, una corbata era fundamental para entrar en un sitio... Este tipo de cosas tiene un encanto especial del que ahora una historia de espías carece. Ahora los espías son vulgares. Sí son igual de crueles, depredadores y viles. Pon la película Secret Agent, con John Gielgud, de los años 30, y pon una de Tom Cruise ahora. Verás la diferencia en todo. O pon La máscara de Dimitrios, una obra maestra del cine negro y de espionaje, de Negulesco, basada en la novela de Eric Ambler, y ponte una de Jason Bourne. La elegancia, el interés estético, el valor añadido de un mundo como aquél le da un recorrido, un encanto y un glamour a la historia del que carece ahora. No puedes comparar a Marlene Dietrich en El expreso de Shanghai con Angelina Jolie. Ni a Ava Gardner con Scarlett Johansson. O a Gary Cooper con Ryan Gossling. Ese encanto crepuscular y antiguo es muy agradable. A mí me ha obligado a leer novelas de la época, ver películas de entonces, viajar a los lugares, mirar catálogos de moda antigua y de armas o de las agencias de viajes de entonces. Ha sido un gustazo enorme. Una novela también es un goce para el que la escribe.
-En la novela dice que Picasso hizo el Guernica por dinero. Algunos se han removido de sus sillas.
Eso no lo digo yo, lo dicen los historiadores del arte. Quien dice que Picasso no cobró miente.
-No dicen que no cobró, sino que aceptó el dinero como algo simbólico.
Ésa es una interpretación tan legítima como la que hacen otros. Picasso cobró mucho por ese cuadro. Cobró diez veces más de lo que él solía cobrar en aquel momento. Cobró caro. Los historiadores del arte señalan que Picasso debía ser un hombre muy pesetero. ¿Que era republicano? Sin duda que lo era. ¿Que lo hizo con mucho gusto por la República? Sin duda también. Pero negar que lo cobró es absurdo. Te voy a decir una cosa: Picasso era republicano pero no pisó España en toda la guerra. Se quedó en París. Y cuando entraron los nazis en París se quedó en la ciudad. Los nazis no se metieron con él. Picasso no es San Picasso. Aparte, si te lees todas las memorias, se ve que era un magnífico artista pero como persona tenía sus rinconcitos oscuros. Yo he leído los mismos libros que leen los que dicen que hizo el Guernica por otras razones. Tengo tanto derecho como ellos a tener mi opinión. Y mi opinión es ésa. Era muy republicano, pero el cuadro lo pintó por dinero. Y eso de que fue algo simbólico, nada. Digan lo que digan, cobró una cantidad muy alta.
-¿Hay mucha diferencia entre los intelectuales de entonces y los de ahora?
Aquel era un mundo en el que estaban en plena eclosión los -ismos: comunismo, socialismo, nazismo, anarquismo... Eran palabras aún no chequeadas del todo. En cuanto al nazismo, aún no se sabía que había campos de concentración o se empezaba a saber. El fascismo de Mussolini no había llegado a los niveles de estupidez a los que llegó. Había gente inteligente que honradamente creía en estos -ismos. Ahora la inocencia de los años 30 ya no la tenemos. La hemos perdido. Orwell estuvo luchando en España y fue herido en combate. En Barcelona lo querían matar. Como era de los troskos, querían matarlo los otros, y él mismo se quedó asombrado de que se lo quisieran cargar sus propios compañeros republicanos. Él se cayó del nido también, se espabiló y se dio cuenta de que esto era un disparate. En aquella época había gente como Orwell que tenía esa inocencia noble. Ahora dudo mucho que un intelectual se creyera de verdad una causa política como la creían entonces. La intelectualidad ha perdido esa inocencia, ese altruismo, esa bondad intelectual... Gente como Orwell o Dos Passos ahora sería mucho más difícil de encontrar. Yo he estado en guerras donde he visto a intelectuales, y han ido a hacerse fotografías. Han ido con periodistas alrededor buscando la imagen. Han ido de turisteo dos días y ya está. Es difícil ver ahora intelectuales jugándose un prestigio por una causa. El intelectual ahora es más escéptico, más prudente, más cobarde y más huidizo que en los años 30, en los cuales se ponían en primera línea y se llevaban las bofetadas muy a menudo. Hablo de hombres y mujeres.
-En el libro usted reconoce la labor de las mujeres.
-Cómo no la voy a reconocer. Justamente, en esa época, el papel de las mujeres fue fundamental, tanto de derechas como de izquierdas. Las mujeres estaban muy activas porque acababan de descubrir que podían luchar en el campo de batalla, y lo hicieron con glorioso valor. Cuando una mujer se mete en harina es mucho más valiente, consecuente, tenaz y peligrosa que un hombre. Hubo mujeres notables que hicieron trabajos formidables. Y que pagaron con la vida, la cárcel, la tortura, el exilio. En la novela salen dos: una, que es una requeté carlista, Malena, y Lee Miller, que en el libro la llamo Eddie Mayo.
-¿Las feministas que le atacan no leen sus libros?
-Tú has leído alguno. Llevo escribiendo artículos 30 años y escribiendo libros desde los 30. Y cualquiera que me haya leído sabe perfectamente que no voy contra las mujeres. Lo que pasa es que, ante la estupidez, ante la exageración y ante el esperpento, me burlo. Nadie puede negar que hay un sector autollamado feminista, que en realidad creo que no es feminismo porque perjudica mucho al feminismo, que lo que hace es frivolizar de una manera absolutamente analfabeta y estúpida la verdadera causa feminista. Entonces, claro, yo me burlo de esos extremos estúpidos. Que me lean antes de atacarme. Pero no me voy a preocupar por eso. Lo que es evidente es que quien dice que soy machista no ha leído una línea mía en su vida.
-España fue el tubo de ensayo de la posterior guerra totalitarista de Europa. ¿Somos los más idiotas del continente?
-No. Hay un momento determinado en esta novela o en otra de Falcó que éste le explica a otro personaje : "Pues, mire usted, imagínese que los virus del fascismo y del comunismo se dan en un pueblo analfabeto, con muchas cuentas por ajustar". España es un país sometido a muchas tensiones y estragos históricos, un país muy poco culto, de grandes injusticias políticas y sociales. Claro, las palabras "fascismo", "anarquismo", "socialismo" o "comunismo" caen ahí en tierra abonada. Entonces, la gente, al no tener cultura suficiente para entender bien los conceptos, lo que sucede es que se monta un caos enorme en el cual la gente se proclama anarquista, fascista..., y no tiene ni idea de lo que se está proclamando y se pone el brazalete correspondiente. En un pueblo como éste, con tanta injusticia, desigualdad y cuentas pendientes por ajustar, es evidente que todo esto no podía terminar bien.
-¿Cuentas que todavía están pendientes?
-Sí. A pesar del tiempo que ha pasado y de los años que llevamos en un cauce absolutamente natural, todavía estamos empeñados -algunos, evidentemente-, siempre con el aplauso de los incultos y de los simples y elementales, en destruir la convivencia y volver otra vez a los viejos enfrentamientos.
-Entonces hay cosas que no estaban superadas.
-Esto estaba superado. Pero hubo unos políticos sin escrúpulos que por necesidades electorales resucitaron el fantasma del "nosotros y ellos" que estaba olvidado por la mayor parte de la gente y lo sigue estando. Y para conseguir rentabilidad electoral enfrentaron de nuevo a la gente y sacaron los viejos fantasmas olvidados a relucir. Éstos son los verdaderos responsables de lo que está ocurriendo ahora. El primero de esos irresponsables fue Zapatero. Fue el primero que sacó el tema de la guerra, "que yo soy rojo, mi abuela es roja...". A ver, todo el mundo tiene abuelos. Tras ese primer tonto, se sumaron al negocio tontos y sinvergüenzas de todo el espectro político.
-El final del libro cierra con una metáfora del totalitarismo: la "simetría siniestra" de dos pabellones de la Exposición Universal de París de 1937.
-Sí, hablamos de los nazis y de Stalin, que mató también a millones de personas. Y fue un canalla... Mussolini era un payaso, pero Stalin y Hitler eran dos gánsters llegados al poder. Y aplicaron métodos de gánster.
-¿Habrá más Falcó?
-Yo pensaba dejarlo ahí, pero la gente me pide un bis. Ahora no, pero quizá haya más Falcó más adelante. He disfrutado mucho escribiendo estos libros.
-¿La lucha de ideas es mala en sí misma?
-Si no rebasa los límites de lo civilizado, lo humano y lo razonable, no lo es. Si se hace con una escopeta en la mano, sí. Sin lucha de ideas, el mundo sería un lugar aburridísimo. Yo tengo un grupo de amigos que cenamos muy a menudo. Somos Manuel Jabois, Antonio Lucas, David Gistau, Raúl del Pozo, Edu Galán... Ahí está, imagínate, Edu Galán, un animal de ultraizquierda, y estamos todos en la mesa, hablamos y jamás ha habido la menor discusión política. Se comenta todo y después nos tomamos el vino, el solomillo o el pescado. Así debería ser siempre. Cuando la gente lleva eso al extremo de la confrontación, al tú y yo y nosotros, a los abuelos, y empiezas a sacar fantasmas, acaba mal.
-¿Más Camus y menos Sartre?
-Mira, hay una pieza literaria que todo español debería leer en el colegio: es el prólogo de A sangre y fuego de Manuel Chaves Nogales. Chaves Nogales era un hombre de izquierdas, republicano, que se exilió de España harto de la barbarie de unos y otros, y ese prólogo es una pieza maestra de la literatura, de la política y de las ideas. Hay que ser muy estúpido y muy fanático para que tu fanatismo y tu estupidez sobrevivan a la lectura del prólogo de A sangre y fuego de Chaves Nogales.
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