Me gustan esos malos tan buenos. Tan buenos en lo suyo. Y hay que reconocer que APR los borda. Y en el caso concreto de EFP me refiero a Mauricio Bosque, como en otros libros me gustó esa Menchu Roch y ese Paco Montegrifo, homenajeado en el libro. Son el contrapunto entre la maldad más absoluta y la aparente bondad de otros personajes. Son la realidad de cada día, tiburones porque mundo les hizo así. Retratos a los que APR toma el pulso como nadie.
Y luego están los malos, malos, esos capaces de hacer volar por los aires a medio mundo y mandar matar al otro medio si con eso consiguen lo que quieren. El malo malísimo de EFP responde al sonoro nombre de Lorenzo Biscarrués. Rico como Bruno Cazorla Longo. Acostumbrado a hacer su voluntad, como Varo Borja. Poderoso como Octavio Machuca. Ominipotente, como Oleg Yasikov. Pero todos ellos necesarios. La bondad no gana batallas, eso ya lo sabemos todos. Y ellos, los malos malísimos a veces nos sirven para que a los malos de verdad les sangre la nariz. No siempre, claro, pero de vez en cuando un Octavio Machuca manda al paro a un chulo piscinas, o un Oleg Yasikov le hace unos pies de cemento a alguien peor. ¿Quién dijo que una historia tiene que ser moral? APR creo que no.
Y esos policías que, como Pachón, hacen honor a su apellido. Tranquilos, curtidos en mil batallas; a nadie se le escapa que pueden ser cualquier cosa menos pardillos. “Muchos de estos hombres (refiriéndose a los policías) tienen ojos de viejo en rostros que todavía no han cumplido los treinta años. Como si a veces se vieran a sí mismos realizando un trabajo en el que no siempre creen, para una sociedad que no siempre los comprende ni los apoya, pero un trabajo, al fin y al cabo…”. APR escribió eso con 31 añitos; aún no se había estrenado como novelista, pero acababa de dar a luz a Campillo, Simeón Navajo o Amilcar Pinto.
Sin embargo Alejandra Varela es única en su género. Es otro tipo de personaje en las novelas de APR. No es ni Julia, ni Corso, ni Tánger, ni mucho menos Teresita. No es Astarloa, pero las muertes sin sentido la empujan, y nos empujan, hacia un desenlace insólito.
En cuanto a Sniper, a pesar de ser el personaje huidizo de la novela, en cuanto la acabas te vienen a la memoria todo lo publicado por APR en relación a las revoluciones y los que las encabezan. Vayan haciendo memoria, señores.
Pero si hay algo a destacar de APR y esta novela es esa sorprendente capacidad para, a medida que cumple años, parecer menos viejo. Sólo tenía 37 años cuando publicó una novela que podía haber escrito un hombre con el doble de años, EMdE. ¿Le pesaba demasiado la carga amarga de lo que había vivido hasta entonces? ¿Se ha ido despojando de todo eso? Personalmente no lo creo. No se que será lo que tiene este hombre, pero yo sólo conozco otro caso de escritor que, andando los años, le salga natural lo actual, y es Álvaro Pombo.
¿Y Lita? Lita es “Laura”, de Otto Preminger. Pero mejor no les explico quien es Dana Andrews y quien Clifton Webb en esta historia. Mejor descúbranlo ustedes.
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"Tras mala navegación, el puerto sabe mejor" |