Fue algo que comentó Arturo en la presentación: No pudo visitar el antiguo Café del Correo. El escalón de mármol que daba entrada al Café, aún conserva su nombre impreso, en un portal de arco de medio punto y columnas de mármol rosa, pero ahora es la casapuerta, o sea, el zaguán de una casa de vecinos.
Eso es correcto.
Sin embargo, el espacio ocupado por el Café, que no era sino el patio de la finca, el clásico gaditano rodeado de columnas, aún puede visitarse: está ahora ocupado por una tienda de decoración (Jesús Pina, vamos a darle publicidad) a la que se accede por el portal contiguo al del famoso escalón.
Me extrañó mucho que nadie se lo dijera a Arturo. Y me dio mucha rabia no decírselo al finalizar el acto, pero claro, con 2 horas de cola para la firma se me agolparon tantas cosas en mi cabeza que decir que, al final, hice lo de siempre: quedarme embobada y roja como un tomate.
Bueno, pues para los que se den una vueltecita por Cádiz, pásense por la calle Cardenal Zapata, pues allí está lo que queda del Café del Correo, el lugar donde Tizón juega al ajedrez (bueno, todavía no he terminado el libro y no sé si ocurre algo más). También, por la calle Rosario (la calle perpendicular) tiene un escaparate el local y se puede ver algo aunque la tienda esté cerrada.
El café cerró como tal hará unos 15 años y, como una ya acumula trienios, fui un par de veces en los últimos años, cuando mi economía no daba para más que para tomarme un refresco (era muy jovencita, además) y jugar a las cartas con los amigos. Allí te daban los naipes y había ajedrez, parchís, billares, etc.
Este recuerdo que tenía casi perdido, lo he recuperado al leer las primeras páginas de El Asedio.
Saludos.
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