Lo que me ha chocado es el uso del presente en los verbos, lo que te lleva a sumergirte en una acción que parece que estuviera ocurriendo ahora y, por otro lado, el uso de la tercera persona: la historia no la cuenta ni el comisario, ni el esbirro ni, por supuesto el pobre infeliz al que le han dado las del pulpo sino una cuarta persona (misteriosa para el lector hasta ahora) que parece observar lo que ocurre en la habitación, que actúa como un fantasma, no interviene para nada en los hechos, sólo toma nota, describe y, parece adivinar los pensamientos del comisario. De ello, deducimos que el narrador invisible parece más cercano a él que a los otros personajes, entre otras cosas, porque parece conocer lo que piensa (él piensa igual, intuyo) y, además, le concede papel protagonista en el inicio de la historia ya que le da nombre y apellidos, Rogelio Tizón.
Si no fuera por el exceso descriptivo, hasta parecería un informe policial.
Es muy poco texto para deducir más... qué ganas de seguir leyendo...
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