Una de novios
Así es, no era el mejor de los tiempos pero ella se quería casar. Y yo en el fondo..., iba ya para los treinta y cinco y a decir verdad ya estaba harto de vivir con mis padres. Pero bueno, el caso es que ella se quería casar: «De esta primavera no pasa, o nos casamos ahora o nunca».
Yo trabajaba en aquella época en la televisión local: era realizador y me gustaba mi trabajo; y aunque hacía ya varios meses que la nómina se hacía esperar, quién iba a suponer que llegara el cierre de la empresa como bomba caída del cielo y nos dejara a los más afortunados de patitas en la calle para reclamar al maestro armero, si es que alguien sabía dónde estaba ya.
Ella ya había iniciado los preparativos de la boda: una ceremonia sencilla en el Ayuntamiento porque nosotros somos agnósticos, comilona y baile para los más allegados en un hotel elegante de la ciudad, y el vestido de novia, que por falta de medios lo tuvimos que alquilar.
Ella era profesora de lengua en aquella época. Ya había perdido tres días de vacaciones en el colegio en el que trabajaba, por eso de la luna de miel, ya sabéis cómo son las mujeres. Aunque a la fin y a la postre tampoco hicieron falta: al día siguiente de que yo me cogiera unas vacaciones forzosas, el colegio de ella también tuvo que cerrar. Un grave incidente causó varios desperfectos en los edificios central y lateral de su colegio: se produjo un incendio en la planta central y debido a la inflamabilidad de los materiales de construcción, se extendió por todo el edificio en un pis pas. “Daños colaterales” que dijeron por la radio, porque la televisión ya no emitía.
Afortunadamente, aquí no hubo que lamentar pérdidas personales: sonaron las sirenas y los niños salieron despacito y en fila india tal y como habían ensayado en los simulacros de incendio ya demasiadas veces en los últimos tiempos.
Y allí estábamos ella y yo, una noche romántica a punto de casarnos y con unas vacacioncitas bien merecidas a la vista, cenando en un restaurante situado en un ático, muy popular últimamente en la ciudad; su mano y la mía entrelazadas..., compartiendo una copa de helado gigante; y en la noche clara de primavera el cielo inundado de fuegos artificiales blancos que cruzaban de una lado a otro la ciudad.
Nada podía estropear
este momento.
«Cariño,
estoy embarazada»
Todo me sonríe,
la vida es bella, que habría dicho Begnini.
Mira y Ratko
Novi Sad, Yugoslavia
Primavera de 1999
La ONU bombardea Belgrado
y Novi Sad provocando daños físicos y psíquicos irreparables
en los territorios y en la población civil.
Tan lejos, tan cerca.