Que trabaje Ruto
¿Y
a qué viene esto? Pues sencillamente que no hay nada más
fácil cuando las musas se han ido de viaje con Paco al Caribe, o
sencillamente no te quedan ganas, que dejar que otros hagan tu trabajo
por tí, y encima agradecidos como se las apañase Tom Sawyer
para pintar la valla. Y así, para que la cosa vaya por lo legal
y no entrar en el corta, pega y colorea de los famosillos de la caja boba,
a los que las editoriales engatusan para que pongan su firma a lo que sea,
que nosotros se lo vendemos a tres mil doscientas y se lo colocamos en
los diez más vendidos del día del amor hermoso, aunque no
sepas escribir la "o" con un canuto, pues montamos un concurso de imitadores
y al que más se me parezca nos lo premiamos con la gloria por un
día, en este caso una semana, de estampar su trabajo en esta columna.
Y así queda la cosa: ¡Que trabaje Ruto!. Los forofos animados
por el premio se dejan la piel y el ingenio tecleando con frenesí
(ya nadie arruga cuartillas) para poner su artículo el primero.
Se documentan y meten en la piel del autor. Los hay que hacen un pastiche
de sus artículos favoritos, esos cuyas páginas cuidadósamente
arrancadas yacen en una carpeta o entre las páginas del atlas Aguilar,
que es libro grande donde caben páginas de revista, o aquel otro
debidamente doblado dentro del libro al que se hizo referencia. Otros por
el contrario aplican el método científico y aprovechando
la inmensa capacidad de sus ordenadores personales, escanean todos los
que pueden y determinan la estructura del estilo del autor, llegando a
la conclusión de que tienen que poner un promedio de cuatro coma
seis tacos y dos coma veintitrés frases subidas de tono en el artículo,
amén de un recuerdo de algún personaje que entro en mi vida
y salió dejando una huella, un recuerdo o un yo qué sé,
en uno de cada tres artículos y una referencia histórica,
preferentemente entre el siglo XVI y el XIX, cada cuatro. La frase subida
de tono en las primeras quince líneas y los tacos repartidos a lo
largo del texto a intervalos regulares de diez más/menos tres líneas;
el personaje y la referencia no ocupan lugar fijo en la columna, pudiendo
colocarse al azar. Y con esto es de seguro que me sale un artículo
de Pérez-Reverte que no lo reconoce ni la madre que me parió,
y con el que voy a dar el pego a todos, y que el concurso está ganado
y todo eso. Es entonces cuando me viene la duda cartesiana de si soy yo
realmente el que esta escribiendo el artículo o no soy más
que uno de los concursantes que pretenden suplantarme. Releo lo escrito
y definitivamente falta algo. No puedo ser yo. La frase subida de tono
la encuentro; los tacos no. Debo reforzar algo mi esencia, mi naturaleza
intrínseca... Ya está: ¡Me cago en mi puta calavera:
"Me se" ha derramado el tazón del "colacado" con los crispis y acabo
de joder el maldito borrador del artículo!.