En territorio Tzotzil
Es el grito de la mujer que extiende sus manos hacia el soldado, trata de retenerlo, de sujetarlo y su grito se ahoga en un llanto repentino, desesperado. Las fuerzas le abandonan y cae de rodillas; su hijo atado a la espalda por un rebozo, llora también, como si ese zagal comprendiera aquella escena o tal vez llora de hambre y aun hay otra posibilidad; quizá llora porque extraña a su pequeña hermana, muerta hace varios meses al lado de su padre, en los altos de Chiapas en Chenalhó, cuando un grupo paramilitar del Partido Revolucionario Institucional se chingó a medio pueblo.
Hace más de diez días que inicio la marcha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Es llamada "Marcha por la dignidad y la justicia", ha partido desde la Selva Lacandona en Chiapas y va rumbo a la capital del país. Mientras veo el telediario recuerdo un artículo publicado en el Semanal por ahí del año 1996, Desayuno en Sanborn's le nombré. Hablaba sobre la vez en que Villa y Zapata tomaron la capital y fueron y desayunaron en una famosa cantina de la calle 5 de Mayo en Méjico, D.F.
Y recuerdo también que escribí que quizá alguno de los desgraciados que hoy piden limosna en las calles decidiría otra vez desayunar en Sanborn's. Ese tiempo ha llegado. Los zapatistas van mañana Domingo al corazón de la capital, van a lo que es llamado el Zócalo de la Ciudad de Méjico, que se encuentra a sólo unas calles de la histórica cantina donde aún se encuentra el balazo que hiciera el Centauro del Norte, cuando aquella vez en que la ciudad entera se les rindió.
Ahora voy y miro las postales del archivo Casasola, mis preferidas, creo que también lo mencioné. Nada ha cambiado, sólo los nombres, antes eran Zapata y Villa ahora, Comandante Esther, Comandante Tacho, Subcomandante Marcos; en ambas ocasiones las demandas eran las mismas: un pedazo de tierra que sembrar, garantías de ciudadano mejicano, justa distribución de la riqueza. Hay que joderse. Pueblos condenados a repetir los errores del pasado, pueblos ignorantes de su Historia.
Hoy
como entonces, habrá por ahí alguien que les haga una foto
a los zapatistas, foto que será lo único que quede de su
lucha, foto como la de la mujer tzotzil que de rodillas, con su hijo a
la espalda llora de impotencia y de hambre y de dolor; frente a una valla
de soldados del Ejército Mejicano y detrás de ella, mujeres
y niños que les gritan a los soldados: ¡Pukujes!... ¡Pukujes!
Que en su dialecto es "demonios". Y lo irónico es, que los soldados
no los ven con ira ni con rencor, sólo están molestos por
los golpes que reciben. En esa foto, los ojos del soldado tienen un brillo
especial, entre la tristeza y la impotencia; es el mismo brillo que he
visto en las fotos que les han hecho a los comandantes del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional, es el mismo brillo de los ojos
de Zapata, en la foto aquella en que está sentado junto a Francisco
Villa, que ocupa la silla presidencial. Los ojos del soldado comprenden
a la mujer, los dos son mejicanos, en distintas posiciones, pero sufren
los mismos atropellos de los hideputas del gobierno, que han condenado
a ese país, a la miseria, a la estupidez y a la ignorancia. ¡Pukujes!
Y el grito se pierde en los altos de Chiapas.
Citlali, 10 de Marzo del 2001.