Los libros del presidente
Total. Que el otro día enciendo el televisor y me encuentro a don José María Aznar en animada conversación con Sánchez-Dragó, ése que le ríe las gracias hasta a Porcel. Y lo miro y me pregunto qué hace mi primo en la tele con esa sonrisa que Dios le ha dado. Pues eso, hablar de libros y libretes que culturilla general tenemos todos y no va a ser el Presidente el más pardillo.
La entrevista tenía su jugo. Que si yo leo mucho a Azaña, que si a mi, aunque sea de derechas, el mudillo literario me enrolla mucho y que a mi me gustan los libros, me gustan mucho los libros (bis) y me hubiera gustado mucho tener más libros. Y de pronto, zas!! La bomba final, el Presidente nos confiesa que escribe poesía. Ya se pueden ir jodiendo los franceses con su golpe de Jospin, o los alemanes con ese Schröder que no tiene media bofetada. En España ponemos de presidente a un poeta. Con un par.
Yo, fíjense ustedes, a mi presidente no le pido que cada noche antes de irse a dormir el sueño de los justos se dedique al arte mayor. Ni siquiera le pido que tenga el menor gusto literario. Lo único que le pido es que sea un poco serio. Más que nada porque cuando está a medio endecasílabo vienen los franceses, o la Pérfida Albión, o todos esos que andan por ahí dándonos por saco y nos dan sopas con honda. Y van y nos cuelan un pepino nuclear en Gibraltar y aquí nadie se pone chulo para no partirles el bazo, sinó que aportamos apoyo logístico y lumis del puticlub de la verja para la tripulación del Tireless. Que estos sí tienen orgullo y por algo la Invencible sigue haciendo submarinismo en el Canal.
Pero el presi a lo suyo, que es la poesía, y el peloteo televisivo y la demagogia filoliteraria, fuera de lugar en un país en el que no lee ni dios y cada uno cuenta la historia como le ha ido. Porque entre todos hemos convertido este digno local en una casa de putas. Y la Jenny y el Borja ya no leen a Calderón, sinó que miran Gran Hermano y se saben de memoria la lista de los cuarenta principales y la madre que los parió. Eso si no han ido a la escuela de turno en la que Lope de Vega no entra en el programa, pero nos leímos un tebeo de Goku que era muy guay.
A mi, qué quieren que les diga, me gustan los presidentes con solera. Los que sacan pecho cuando a alguien se le ocurre meter su barquito en aguas territoriales, los que no se toman la educación y la cultura por el pito del sereno. Por eso me pregunto de qué se ríe el presidente. Mejor sería que se olvidara de tanta poesía, no sea que entre todos lo mandemos a Parla, a mamar...
La Navata, febrero de 2001.