Romper algunos cristales
Me van a permitir que le meta mano al santoral y me ponga hoy en plan "San Juan", por lo del Apocalipsis, pero es que hay días en los que a uno se le rebota la sesera y no para de pinchar con mensajitos cabrones del tipo: "No te me pongas en plan cursi que hoy no tocan mariconadas". Y es el caso que la jornada empezó como pocas, como no puede ser de otra manera cuando unos traviesos rayos de sol entran por la ventana y lo despiertan a uno acariciándole los huevos. Es una invitación a ponerse en plan sensiblero y dejarse arrastrar por los típicos tópicos del aroma de las flores, el canto de los pajarillos y cosas por el estilo, esas que dicen que extasian, entendiendo por extasiar el mirar al vacío con cara de gilipollas. Y casi piqué, lo reconozco, y hasta llegó a parecerme que le habían dado una capa de Titanlux al mundo, de lo pulidito y curioso que parecía todo. Y aunque el aquí presente tenga ya algunos tiritos pegados, casi olvidé por unos momentos que lo de los espejismos no son patrimonio del desierto.
Total, que empezaba ya a caminar como un beodo de tanta borrachera de optimismo cuando vi pasar ante mí una furgoneta con un letrerito pegado con celo en el cristal trasero. Eran cuatro líneas garabateadas a mano sobre un folio, en plan simple, y que decían algo así como: "¿Te has fijado qué día tan bueno hace hoy? Pues seguro que viene alguien y lo jode". Puñetazo de sabiduría popular.
Pues sí. Aunque no fuera esa tu intención, me lo jodiste bien, cabronazo. Y es que, curiosamente, por mucho que uno quiera resistirse, en cuanto se abren un poco los ojos la vida te da unas hostias que te pone marcando el paso y te deja la sombra a la virulé. Porque claro, en lugar de concentrarme en el olor a pescaíto frito que le estaba pidiendo guerra a mis narices, me puse a pensar en quien podía ser ese alguien con poder para joderme no ya ese día, sino toda la puta existencia. La mía y la de los demás. Y, es inevitable, estas cosas siempre acaban conduciendo a lo mismo, porque aunque vaya disfrazado de duro por la vida, siempre llevo puesto el vestido de padre, y cuando el rollo paternal saca la cabeza del agua el invento se acaba jodiendo, y la coraza de chulería se derrite como el azúcar y se va a tomar por culo por el desagüe.
Y es que no lo puedo evitar. Pero cada vez que pienso en esos tipejos con traje de Armani y Motorola superwap que te cagas, colega, uniforme oficial de los "amos del universo", me entra una mala hostia del copón, y les estaría metiendo patadas en los cojones hasta que el cabo de Hornos acabara en Groenlandia. Esos con mesa de caoba en el despacho, esos de "nena ponme con el ministro, que hoy toca OPA", los de masajista en el privé y chófer en la puerta del burdel, que encima van de perdonavidas por darte un trabajo de mierda, en la subcontrata de una subcontrata, para que te partas el espinazo por cuatro duros mal contados, temporalmente, eso sí, y que te prometen un lugar de privilegio en la lista del paro. Que cuando les preguntas por las condiciones de trabajo te responden que no les toques los cojones. A esos, que se corren de gusto con los índices bursátiles y a los que los ojos les hacen chirivitas cuando ven más de seis ceros juntos. Que se compran libros porque el color de la portada les hace juego con la moqueta. Y encima duermen como bebés, total, la historia no va con ellos. Sólo necesitan convertir al lenguaje en una ramera, llenarse la cabeza de siglas y el pan ya no es pan ni el vino vino. Los que acaban en la puta calle son "masa obrera redistribuida", los que emigran para buscarse la vida "sin papeles", y los muertos "daños colaterales". A mi plin, yo duermo en Pikolín y a ver cómo se levanta mañana la bolsa. La madre que los parió.
El asunto me puede. Y cuando pienso en la mierda de mundo que vamos a dejar a los que vienen por detrás me entra una urticaria que no me la cura ni el Txumari Alfaro. Y aunque no defiendo la violencia, no sé yo si no habría que romper los cristales de algunas ventanas. Me perdonarán el tono, y prometo para el siguiente artículo la de cal.
Hoy
tocaba la de arena, de la mala leche. Se me cortó la mayonesa.