Un trozo de vida una historia
Una vez instalados, plantada la sombrilla, esparcidas por la arena las toallas y un sinfín de juguetes, todos se pusieron manos a la obra, como si de trabajar a destajo se tratara. La señora se tumbó sobre una de las toallas y como si de una tortilla se tratara, se afanó en darse vueltas para tostarse por igual ambas caras y se desconecto del mundo que la rodeaba.
El hombre, un tipo grande y rollizo, sacó del bolso una playboy y tumbado en otra toalla babeaba literalmente viendo las fotos, de vez en cuando miraba de soslayo a su mujer, no se yo si para comparar.....Y aqui llegamos hasta ese par de pre-perforadores petrolíferos que armados de pala y rastrillo se empeñaban en hacer un pozo, lanzando la arena sobrante de la excavación en todas direcciones. A pesar de que se oyó algún que otro grito de queja en contra de los chinazos que propinaban, y que maldita la gracia que te hace que la arena te entre en los ojos, los progenitores seguian muy a lo suyo, porque ya se sabe....; el que venga detrás que arrée. En estas estábamos cuando apareció el joven africano que recorría la playa por enésima vez, con toda su carga de mercancías colgada entre los hombros y brazos. Era alto y fuerte, vestia una camisa descolorida, unos vaqueros viejos, deportivas muy trabajadas y una gorra de beisbol le quitaba algo de aquel sol de justicia que caía. El chico ofrecia en voz alta gafas, relojes,collares, pareos y pokemon parlantes. De pronto al oirle el hombre cerró la revista y movido como por un resorte se giró hacia el vendedor haciendole un gesto con la mano, a lo que el chico respondió raúdo y veloz, con una sonrisa en los labios, quizá pensando en el bocadillo que le iba a proporcionar la venta. Llegó hasta él y se agachó para mostrarle su mercancía, el tipo se sentó estilo indio con su bañador de pata larga y florecitas; empezó por interesarse por las gafas, pidió precio, dos mil le contestó el chico, y a partir de ahí y durante unos veinte minutos, mientras se las probaba de una en una y a todas les sacaba algún defecto, regateó el precio hasta que el africano le dijo que mil, y que menos no podía; entonces con un gesto un tanto de desprecio le dijo que no le interesaban, que él tenía unas "rayban".
Pero ahora su interés se centró en los relojes, yo esbocé una sonrisa para mis adentros mientras pensaba: el muy gilipollas esperará encontrar un rolex a buen precio, si no un viceroy con el mismísimo Julio Iglesias incluído. Pues casi acerté. Casi otros veinte minutos preguntando por marcas de relojes que evidentemente el negro de color, para decirlo de forma políticamente correcta, no llevaba.
Volvió la vista hacia la parienta y le preguntó si quería ver algo para comprar, a lo que ésta que ya había dejado de parecerse a la raza humana y lo hacia a los salmonetes, respondió tajante que no. El vendedor haciendo gala de simpatía, buen hacer y como no!! paciencia, dirigiendo la vista hacia los niños les ofreció los pokemon, pero éstos no hicieron tampoco ningún caso, estaban muy ocupados martirizando a todo bicho viviente a su alrededor con la arena.
El tipo ya daba por finalizada la "sesión comercial", cuando cayó en la cuenta; todo el tiempo había tenido en frente una escultura de madera que el africano traía en la mano y que puso desde un primer momento en el suelo para atender las diferentes consultas y peticiones que le había hecho. Tomó la estatuilla la alzó a la altura de los ojos y empezó a mirarla como si tratara de averigüar algún secreto oculto en ella. Se trataba de una talla en madera de unos cincuenta centímetros de altura, que representaba un guerrero de Senegal, que volvía de cazar y mostraba orgulloso un ciervo abatido, que portaba sobre sus hombros. Siguió unos minutos más fijo en la talla, como si quisiera dar a entender a los que estábamos a su alrededor que entendía de arte o algo parecido. De pronto invirtió la talla y fijó los ojos en la parte inferior de la base, yo no imagino que demontres buscaba, allí sólo había madera sin barníz y el lijado no era muy perfecto. Así que pensé: éste tio es capaz de estar viendo ahí los créditos de una película de G. Lucas y eso que éste guerrero no se parece a ninguna de las especies de la guerra de las galaxias.
En un gesto casi ritual devolvió el guerrero al africano y sin mediar palabra se volvió a tumbar boca abajo sobre la toalla, retomando la revista y sin dirigirle la mirada a su interlocutor.
El joven vendedor recogió
su mercancía en silencio, ordenándola nuevamente toda, por
último recogió al guerrero y con paso firme se alejó
unos metros, se paró en seco y volvió la vista hacia la peculiar
familia, y dejó entrever una sonrisa, y en sus ojos grandes y oscuros
con una profunda tristeza, a pesar de la sonrisa, se podía adivinar
lo que pensaba en aquel momento; seguramente en las horas de miedo, angustia
y frío que había pasado en medio de las corrientes del estrecho,
en una zodiac arriesgando su vida para llegar a esta tierra prometida de
prósperidad, donde menudo ejemplo de solidaridad era un tipo seboso,
que después de hacerle perder más de una hora a pleno sol,
ni siquiera le dá las gracias.