No todos
los muertos son iguales
Pues
no señores, por más que les pese, no todos los muertos son
iguales. Y no es que unos sean más feos, o más rubios o más
negros aunque para algunos también es este un punto diferenciador,
quizá porque el contraste del rojo y el blanco sea mayor y mucho
más sanguinario (para algunos). Vamos a ver, que aunque uno no sea
amante del álgebra ni de las matemáticas aplicadas, en las
que tuve que aplicarme mucho para poder aprobar, 100.000 muertos son muchos
muertos, muchos más que 400. Y con todo el respeto que merecen los
muertos, que es más que el de muchos vivos, ni usted, ni yo ni nadie
hace una valoración equitativa de los mismos. Así, echando
una cuenta, y por muy cruel y macabro que les suene, creo que la muerte
de un paisano de El Salvador, por las mismas causas, equivale más
o menos a más de 200 vecinos de una aldea de la India. Por mucho
que alguno se eche las manos a la cabeza, y llame a Maria Teresa Campos
para contarle que conoce a un nazi que escribe en Internet. No se engañen,
ni para mí ni para ustedes un muerto es igual que otro. Así,
los movimientos sísmicos en cualquier país de América
latina generan más sentimientos en España, que los que pueda
generar los difuntos por un seísmo de 690º en la escala Rhigter
o como coños escriba, que me importa un carajo, en Asia o en África.
Hombre... pensaran algunos, América Latina, es la hermana pequeña,
la hija de nuestra sangre.... Aquella a la cual solo acudimos para compadecer
a sus muertos, a sus inmigrantes, a los damnificados por sus huracanes
o a flipar en colores con las historias de Fideles y Generales con demencia
temporalmente senil. Vamos, que si, que esta muy bien eso de mandar mantitas
con la cruz roja y el nombre de España bien grande, para que vean
que la madre patria se acuerda de sus hijos y les manda recuerdos mientras
les saca lo que puede y mira de reojo con la seguridad de miles de kilómetros
y todo un océano de por medio, pero que invertir y desarrollar,
eso es lo mismo que dar trigo. Pero bueno esto será harina de otro
costal.
Total
que si, que me da mucha pena, aunque no pueda hacer nada por aquellos a
los que la tierra y el lodo arrebata lo poco que tienen, pero la lengua,
la raza, la historia, la cultura, la posición económica y
la distancia, sobre todo eso la distancia, hacen que un muerto sea distinto
de otro. Y esa distancia no es más que el reflejo del más
puro egoísmo del ser humano que lo lleva en la sangre en el genoma,
o donde a cada uno lleve esas cosas. Así es en efecto de los muertos,
es inversamente proporcional a la lejanía de los mismos. Un muerto
en la India, en Tailandia, o en Nepal es distinto a un muerto en Argentina,
Honduras o Chile. Y aún mejor, no es lo mismo un muerto en Rusia,
que en Irlanda o en Portugal. La razón es egoísta pero muy
humana. A mí que un tornado en Singapur se lleve por delante siete
aldeas y 30.000 personas, me importa. Pero si se hunde un crucero de jubilados
en las costas francesas, eso te hace pensar más. Joder, imagina
que mandamos a la abuela a Francia a pasar unos días y nos la dan
un curso de buceo así por la patilla e indefinido, o lo que es peor,
imagina que mañana me toca un viaje de esos que nuca tocan, y es
un crucero en las costas galas. Entonces va a ir su abuela, que no la mía.
Que no, que le pese a quien le pese los muertos nunca serán iguales.
Tenorio. Febrero de 2001