La carrera de la eriza
Debo confesar que no. Sé que debí hacerlo; que mi obligación era parar y mirarle la bisectriz antes de hacer tan frívolas afirmaciones. Pero que quieren que les diga. Yo iba con cierta gana de llegar, y ademas la autovía no era sitio para dar marcha atrás (imagínense a un picoleto diciendome hola buenas libreta en mano, y yo contandole algo sobre los cojoncillos de un erizo). Así que, lo confieso, no paré. Lo supuse al vuelo, y punto. Luego , las cartas poniendo el dedo en la llaga me han hecho reflexionar y ver la luz. Y ahora estoy en condiciones de entonar el mea culpa afirmando que, en efecto, el erizo en cuestión podía ser tanto macho como hembra. Y que eso de que en la madriguera lo esperaba su eriza y sus ericitos supone una arriesgada, abyecta y machista suposición por mi parte. La verdad es que yo solito nunca habría caído en ello, sobre todo porque a la hora de hablar de un erizo, pues bueno; tal vez me salio de forma automática la asociación con el sexo masculino. Por mas que -me apresuro a matizar- los valores a plantear en la reflexión originada por el asunto sean perfectamente extensibles a lo femenino. Aunque la verdad es que me parece una gilipollez andar matizando si el erizo en cuestión era macho con valores compatibles por las hembras o viceversa, o si era un erizo homosexual y quien lo esperaba en su madriguera era otro erizo con tatuajes. Puestos a ser rigurosos, incluso podría tratarse de un erizo solitario, que cruzase la autovía de vuelta de comprarse el Penthouse y el Private en el Kiosco de la gasolinera, y tuviese la madriguera llena de púas viejas sin lavar y restos de insectos y hierbajos y cosas -he averiguado también que son omnívoros- sin recoger y sin nada. Pero no se si eso habría templado la ira epistolar de las antedichas damas, pues tal vez atribuir actitudes de descuido hogareño exclusivamente a los erizos sea caer en el mismo pecado sexista. Asique no se. A mi, la verdad, me pareció un erizo normal, de infantería. Un erizo con libro de familia.
De cualquier
modo, y tras esas indagaciones alas que antes aludía, hoy
les ofrezco por fin la autentica verdad sobre el erináceo: era un
erizo hembra, o sea, vale, una eriza todavía de buen ver, ligeramente
ancha de caderas, de carácter emotivo, activo y secundario, que
había cruzado la autovía para buscar algo de comer porque
el vago e imbécil de su marido estaba en la madriguera tumbado a
la bartola, sin seguro de paro y sin nada, viendo la tele con un topo amigo
suyo - ese si he comprobado que era topo y no topa- y hechos los dos unos
cerdos de tanto fútbol y tanta cerveza. Y la eriza, que estaba de
su marido y del amigote hasta los ovarios, tubo que cruzar la carretera
para agenciarse, de cara a la cena, unas trufas chachis que crecen junto
al arcén del otro lado. Y volvía con la mala leche que pueden
ustedes imaginar cuando estuve apunto de atropellarla, por eso corría
tanto, y también corría porque había puesto unos saltamontes
en el horno y se le iban a quemar si no espabilaba. Y he sabido que por
fin, cuando llegó a la madriguera blasfemando en arameo, les echó
una bronca de narices al erizo y al gorrón del topo, mangutas, que
sois unos mangutas, que si no fuera por mi en esta madriguera no se comía
caliente, yo por ahí que casi me escalfa en la carretera un hijoputa
con ruedas, y vosotros aquí viendo el fúmbol. y todavía,
luego, cuando se piro el topo de los cojones, después de cenar,
el marido empezó a poner ojitos y a ponerse tierno, abrete de púas
corazón. y la eriza le dijo que de púas se va a abrir tu
puñetera madre, cacho capullo, que tienes mas morro que un oso hormiguero.
Que encima no has sido capaz ni de preñarme en ocho años,
tontolhaba. Así que por mi como si te la picotea el búho
de guardia. Y luego, cuando el erizo se fue a dormir muy mosqueado, farfullando
como el mierdecilla que era, la eriza estuvo un rato leyendo a Stendhal,
y luego salió a la puerta de la madriguera a fumarse un cigarrillo
mirando las estrellas. Un día, pensó, me lo voy a hacer con
el topo. Para fastidiar a este imbécil.