Sin porvenir
Hacia muchos años que no lo veía, casi no me acordaba de el. Me refiero a un viejo recorte de periódico que mi padre guardo porque aparecía él en la foto, con su compañero Pepe Jiménez, en la puerta de la comandancia de marina de Villa -Cisneros.
Recuerdo el día de la foto. Fue la primera vez que vi a aquel fulano. Un tipo canijo, con unas gafas enormes. No hacia mas que preguntar y mover la cabeza arriba y abajo mientras le contestaban. Yo venia del muelle, con mi bolsa de pescaditos recién cogidos y loco por enseñarselos a todos. Se que el fulano en cuestión me dijo algo, pero no recuerdo que fue. De lo que si me acuerdo es que nada mas desaparecer por encima de la cuesta (la única cuesta de toda la ciudad) TA-TAA dos tiros que suenan, y Enrique , el canario, se dobla por la cintura hasta que su cabeza hace toc contra la mesa. Llamaron al medico. Mas por cumplir que por otra cosa, y a mi me sacaron a toda pastilla de allí . No era asunto para un chaval de ocho años. Aunque se puede decir que la parte importante me la trague enterita. Mi primer muerto. No seria el único que viese en el Sahara. Poco después fue cuando Pepe, el compañero de mi padre, dijo aquello. La frase se me grabo en la cabeza como si me la hubieran cincelado: Ese reportero tiene menos porvenir que una pompa de jabón, las noticias ocurren cuando el se va.
Las
mentes de los niños son un universo extraño. En ese momento
sentía una pena enorme por el fulano canijo del periódico.
Mucha mas que por el canario, que a fin de cuentas yo solo le vi caerse
sobre la mesa. No tenia madurez suficiente para entender lo que había
presenciado. Pero aquel tipo de las gafas grandes parecía buena
gente, ¡¡¡ y no tenia porvenir!!! Y es curioso. Después
de ese día lo he visto muy a menudo, incluso me he cruzado con el
en tres ocasiones: la primera fue en Ceuta, en la plaza de África.
Estaba delante de una camara, micrófono en mano, subiendo y bajando
la cabeza (hay cosas que no cambian), hablaba de la ultima juerga que se
habían corrido moros y “legías”. Donde a la hora de recibir
ostias daba igual que fueses cristiano o infiel. La segunda fue en Gibraltar.
yo iba pensando como pasar de “estrangis” la camara de fotos que
acababa de comprar cuando le vi. Otra vez delante de una camara. Estaba
de pie en medio de la pista de aterrizaje próxima a la verja, con
ese gesto suyo que hacia recordar a los perritos que algunos ponían
en la bandeja trasera de los coches, contando como a sus espaldas acababan
de darle matarile aun activista del IRA. Pum, pum, y angelitos al cielo.
Y la tercera no fue por casualidad. Fui yo a verlo, y a escucharlo, a unas
conferencias organizadas por la delegación de cultura municipal.
Hablo de sus tiempos de corresponsal (por que ahora esta retirado), de
las diferencias entre prensa escrita y televisión, de un programa
de mucho éxito que tuvo en la televisión publica y de otro
de igual éxito en la radio. Y de sus libros, por que ademas, el
julay sin porvenir, escribe libros (que por cierto vende como churos).Con
un par. En las tres ocasiones se me quedo mirando, no se bien si tratando
de recordar donde me había visto antes o preguntandose por que le
miraba, tan fijamente, el paisano ese de la sonrisa ladeada.. No lo comente
jamas a nadie, pero durante un tiempo, pensé que si alguna vez lo
veía le contaría lo que paso el día que entubo hablando
con los oficiales en la puerta de la comandancia de Villa -Cisneros. Decirle
que nada mas marcharse, en el cambio de guardia, a uno de los marineros,
se le solto la cinta de transporte de su subfusil, que este fue a parar
al suelo, disparandose dos veces por accidente e hiriendo de muerte a Enrique
el canario.Decirle que durante mucho tiempo tuve miedo de que no encontrase
ninguna noticia para llevar a su trabajo. De que terminase parado, pobre,
sin comida ni casa. Nunca me acerque a el para decirle nada. Luego con
el tiempo, la preocupación se fue pasando, y ahora cuando le veo
en televisión o en la foto que traen sus libros en la solapa, siempre
pienso en lo mismo, en Pepe, el compañero de mi padre. Menos porvenir
que una pompa de jabón. Se creía Rappel. El hijo puta.