PRESENTACIÓN DE EL PINTOR DE BATALLAS EN JEREZ (22.03.06)

“UNA PRESENTACIÓN RECONFORTANTE”

por Burnel

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Con un poco de retraso sobre el horario previsto y con una cola de persona, pertrechadas con sus libros, que daba la vuelta a la manzana, bajo una nube de flashes y cámaras de televisión al más puro estilo estrella de rock, que diría aquel, por fin llega Arturo Pérez-Reverte escoltado por sus inseparables Rafael de Cózar y Juan Eslava Galán.


Previamente y nada más entrar en la sala, los ojos se me fueron para la mesa: ante el primer sobresalto al ver tres copas llenas de agua me fijo y hay también tres catavinos. Respiro profundo. Tranquilidad absoluta al escuchar: “Buenas noches y muchas gracias por ser tantos. Recuerdo a la casa que aquí falta algo…” mientras la voz inconfundible de Fito apuntaba: “El vino, el vino…”. ¡Menos mal! Convencidísima que no se puede presentar un libro con agua por muy mineral que sea. Y si no, que le pregunten a Barlés.


Para las gallinitas: guapo hasta decir basta. Y, paradójicamente, mucho mejor que otras veces cuando acaba de terminar una novela y se encuentra de gira con el “bombero torero”. Pantalón vaquero, camisa azul claro y chaqueta azul. Muy al estilo Coy. Revuelo entre las muchas Macarenas Bruner y Patricias O´Farrell que se encontraban en la sala. Jerez, por otro lado, es la tierra de ellas. Kilos de gomina en los señores, bien trajeados. Muchos medios y algún que otro político y destacados miembros de la sociedad a los que, más tarde, le dio para ir pasando.


Al hacer esta crónica, aunque muchas veces la palabra quede grande para lo que en realidad hacemos, inevitablemente, te obligas a hacer un ejercicio de sinceridad. Y, creedme, no tenía muy claro si realmente me apetecía ir (quitando los problemas laborales, personales etc. que te pueden surgir en un martes laborable), ni si quería enfrentar esa presentación. El libro en sí te hace pasar por varias fases. No demasiado agradables. No es el libro que esperábamos ni es el libro habitual de APR: es distinto. Y escucharlo decir a Eslava a los pocos minutos de comenzar, esa rotundidad en el “diferente” te hace respirar y relajarte. Indudablemente, todos los libros de APR te arrebatan:”ya que la vida no se puede alargar, al menos, ensanchar”. “Distinto, taxativamente, y eficaz: porque te quedas durante días, chocado”. En ese momento Eslava, pegas un respingo en la silla y te dices: “ostras, no soy yo”. Yo estuve chocada. Yo aún estoy chocada y después de días de haber cerrado la última página, raro es el día que no vuelvo una y otra vez a alguna escena del mural… a algún pasaje del libro. APR me ha secuestrado en esa puta torre. Hay algo de ti que lo quiere justificar, con un síndrome de Estocolmo importante. Pero hay otra parte que dice, ostias, que me estás agobiando, Pájaro.


Fito te cuenta que esa novela no se puede leer de un golpetazo. Estamos acostumbrados a “libro gordo, quinientas páginas y atracón”. Y piensas en las veces que te has dicho “de buena gana te dejaba esta noche ahí, quietito, en la mesilla… ¡si no fuera por ser vos quién sois…! Y te das cuenta que no sólo tú has vuelto sobre lo leído. Que, probablemente, no has sido tú la única que te has sentado como una posesa delante del google a buscar un cuadro, una foto, un artículo, un dato… algo que te diera el consuelo necesario para entender lo que estabas leyendo. Como bien dijo Eslava “una lectura fascinante aunque a veces, incómoda”.APR se defiende argumentando el cincuenta por ciento que pone en la novela el lector. “Yo no soy Faulques” a lo que Eslava le responde: uno en una novela pone lo que tiene. De dos fuentes: lo que lees más lo que vives. Más lo que sueñas, apunta APR. Si pero leyéndote, -explica de nuevo Eslava-, dices “este ha pisado muchos cristales rotos. Y eso acojona porque viene de lo que vives”.

 

Entonces llegamos al punto de la historia de amor. Tanto para Fito como para Eslava, “es la historia de amor más densa de su producción”. Y tocan a Olvido Ferrara. APR reconoce que en su proceso de creación, le salía una “niña pija, una snob, inteligente pero snob”. Pero cuando decide que Olvido sólo fotografíe objetos, el personaje cambia. Es cuando Fito apunta al puntito de mala leche que va desarrollando Olvido y que la hace diferente al resto. Quizá el puntito desagradable y distinto que le hemos visto como personaje femenino dentro de la obra de APR; aunque él se siente muy satisfecho de ese personaje. “Una gran historia de amor cuajada con todos sus elementos”. Ella es fundamental, en este caso más que en otras novelas, sin ella, no sería posible ni el cuadro ni la novela. Y por agrupar aquí los personajes, ¡por fin hablan de Carmen Elsken!. Comentan que el personaje de Carmen, la guía turística, es la mirada desde fuera de la persona que no ha estado allí. Y yo sentí un gran alivio. A mí Carmen me encantó, seguramente, porque Carmen hizo en la historia lo que yo no fui capaz de hacer como lectora: salir corriendo de aquel espanto, de ese horror. Yo me había preguntado una y otra vez porque todos hablaban de dos personajes y medio o de tres (Faulques, Ivor y Olvido) pero, ¿y Carmen Elsken? ¿por qué nadie habla del personaje de la guía turística?.


Volvemos al 50% que pone cada lector y cuentan que, a través de algunos lectores, le han llegado interpretaciones de que, Ivor nunca existió. Que Ivor estaba también muerto a lo que APR nos confiesa que aunque nunca lo pensó así, sí que lo reconoce posible, por lo que haría una relectura desde ese punto de vista. Es una lectura que considera buena y fascinante. Así que tranquilidad en los foreros que, me consta, así lo han interpretado: de entrada, ni todos están palmera ni el pintor está sonaja. Que quieras que no, es otra tranquilidad.


Volviendo a la lectura del libro, nos encontramos con que “El Triunfo de la Muerte” horrorizaba al pequeño niño Arturo cuando entraba en la biblioteca de su abuelo. Presidía la estancia y se horrorizaba de ver los cadáveres saliendo de la tierra y llevándose a los reyes, los obispos, a la gente. Hasta que un día vio que al fondo, había casas y un incendio. Y decidió ver que había allí. Pero salió bien preparado, con una mochila llena de lecturas que a la vuelta, le hacían sentir orgulloso de no hablar de oídas, de haber salido con la formación adecuada y la cultura suficiente, no como elemento de presunción social sino como herramienta de supervivencia. También este libro le creó un problema moral de si debemos tener compasión. Ahora nadie puede decir “yo no sabía”. Y cuando ocurre un tsunami, una torre gemela, la gente dice “qué horror, qué espanto, no me lo puedo creer” cuando él y otros llevan años contándonos lo mismo. En el libro, el lector se encuentra metido en la torre y le afecta, aunque ya se lo habían ido contando en otras novelas, en otros artículos. Hasta que punto habría que tener compasión con gente que se niega a pagar el riesgo de sus comodidades y cuando llega el horror, tendríamos que ser el que, cuando se cae el avión, no grita. Reconoció APR que se había sentido solo, frío, insolidario, preguntándose ¿es que no se dan cuenta?

Es por todo esto que el libro, a palabras de Fito, más que darte las claves y sugerencias para opinar, te da las sugerencias para pensar. Y se fustigaba pensado ¿y yo que voy a decir cuando nos juntemos? Casi lo mismo que nos pasa ahora a nosotros, que vamos terminando el libro, vemos el foro limpio de opiniones personales, y nos decimos ¿y yo qué digo ahora?.


Esta argumentación de Fito me decidió a llamar esta crónica como “reconfortante”. Así me he sentido yo. Efectivamente, el lugar es inmejorable, no tiene la frialdad de un paraninfo o un local similar y allí estaban unos amigos, demostrándose su amistad, su lealtad y su sinceridad, para hablar de la nueva obra de ese amigo querido. Una obra sorprendente, diferente, a veces, incomoda, donde muchas veces te hace sentir mal contigo mismo, con tu cultura, con tus conocimientos, con tu mundo, el cercano que conoces y aún conociéndolo te clava el cuchillo cada vez que puede y el lejano, con esa hijaputez fría, desmesurada y lejana. Entonces ellos tres se encargan de acercarte a la mesa, hacerte partícipe de su charla, ver la obra desde el punto de vista de un lector cualquiera, con sus dudas, con sus lagunas, con sus miedos. Con esa negación continua de no querer ver el mundo con ese juego de espejos de la puta torre. Y reconforta. Una especie de bálsamo para aliviar la tensión a la que te somete. No es que te haga sentir bien pero sí que te da algunas herramientas para que tú, lector, cojas los pocos acontecimientos de los que dispones y los muchos sentimientos y te dispongas a hacer tu propio trabajo de orfebrería. No sin antes, educadamente, darle la bienvenida a los muchos fantasmas que este libro nos deja en herencia.