PRESENTACIÓN
DE EL PINTOR DE BATALLAS EN MADRID
(16.03.06)
“CRÓNICA
DEL EVENTO “
por Barlés
El acto empezó con algo de retraso ante un abarrotado
auditorio del Museo Reina Sofía. Muy moderno y muy bonito todo, pero, si te
descuidabas, en lugar de en el auditorio terminabas en el baño. De haberla
habido, el lleno sería hasta la bandera. Se cubrieron las 400 plazas del aforo
y algunas más, ya que se arriesgó ocupando pasillos y escaleras y, aún así, se
dice que quedaron fuera otras 300 personas.
La crónica del País que ha colgado Un aprendiz es bastante precisa en cuanto al
comienzo del mismo. Efectivamente Arturo empezó bromeando acerca del hecho de
que si llevaba corbata era por culpa de José Manuel Sánchez Ron y que lo dejaba
claro para defender su reputación y Sánchez Ron dijo que la llevaba siguiendo
el ejemplo de un científico que en un discurso había empezado diciendo que si
llevaba corbata es porque se lo había dicho su mujer porque iba a hablar de
filosofía y de filosofía no tenía ni idea y que, como él iba a hablar de un
tema del que no era experto como era la literatura, por eso la llevaba.
La charla se apoyaba en la presentación a través de Power
Point de algunos de los cuadros que aparecen en El
pintor de batallas, cosa que dio algún que otro problema al inicio, pues el
ordenador - o el que lo manejaba - se volvió loco y hubo sus más y sus menos
para que el primer cuadro apareciese en pantalla.
Este primer cuadro era El triunfo de la muerte, de Brueghel,
y, por no repetirme, lo que aparece en la noticia del País es lo que se dijo.
Acerca de lo que en esa misma noticia se dice sobre las fotos y los artículos
hay que matizar algunas cosas. Sánchez Ron se acogió a la frase que aparece en
la novela de que a fuerza de usarlas las imágenes han dejado de valer más que
mil palabras, a lo que Arturo respondió que incluso las imágenes sin palabras
ya no servían y que ahora lo que hacía falta era, en algunos casos, más de mil
palabras para explicar una imagen y puso ese ejemplo que aparece en la noticia
de El País de que puedes ver una foto de un niño destripado en Angola "y
no sabes si es un anuncio de moda, o de una oenegé, o
de las fuerzas armadas desarmadas éstas que nos hemos inventado ahora en las
que vas a ganar un pastón dando el biberón a los niños, que es lo que se lleva
ahora".
También por parte de Sánchez Ron se eligió una frase de la
novela que es la de que el mundo está lleno de malditas fotos, a lo que añadió
que si no estaba también lleno de malditos artículos de opinión, a aumentar los
cuales venía a contribuir Arturo, el valiente, el justiciero, el paladín de la
Justicia que buscaba arreglar el mundo con sus artículos. En esto Arturo le
corrigió diciendo que él no pretendía arreglar el mundo con sus artículos
porque sabía que eso era imposible, ya que el mundo no tenía arreglo y que con
sus artículos no iba a conseguir nada, pero que para él eran un desahogo, un
ajuste de cuentas, una venganza. Salió aquí a relucir la ya vieja teoría revertiana de que él puede entender a un asesino que ha
recibido la suficiente dosis de fanatismo, de ideología o de incultura. Que no
lo justifica pero le permite comprender y explicar, pero que lo que Arturo no
soporta son los cómplices pasivos, los que ven y callan. A tenor de la
actualidad, puso el ejemplo de Milosevic, con el que,
mientras se mataba a miles de personas "la vieja, vil y despreciable
Europa" pactaba y miraba para otro lado. E incluso Javier Solana se daba,
casi literalmente, besos en la boca con Milosevic.
Por eso, según Arturo, él escribe sus artículos; porque no quiere ser un
cómplice pasivo y permanecer callado.
El
siguiente cuadro en ser comentado fue el de La batalla de San Romano, de Paolo Ucello. Este cuadro se destacó sobre todo desde el punto de
vista científico y el manejo que en el mismo se hace de los volúmenes.
Otro cuadro que se comentó fue La victoria de Fleurus,
de Vicente Carducho, sobre el que tanto Arturo como
Sánchez Ron convinieron que era un cuadro falso y miserable por la perfección
geométrica con la que muestra el desarrollo de una batalla y que lo único real
de ese cuadro es la escena en la que un español y un holandés luchan y se
apuñalan cuerpo a cuerpo. Arturo empezó a hablar aquí de lo que ya ha podido
leerse en las entrevistas que se han ido publicando sobre la novela de que los
hombres medievales eran más conscientes de lo transitorio de la vida humana y
del dolor y el horror y que por eso los pintores de esa época lo reflejaban
fielmente, mientras que, en la pintura de batallas del XVII, se buscaba el magnificar
las gestas y a los Capitanes.
El siguiente cuadro en ser comentado fue Duelo a garrotazos, de Francisco de
Goya, cuadro que a ambos les encantaba por la esclarecedor muestra que, en su
opinión, da de la naturaleza humana. A Arturo lo que más le impresionaba de
este cuadro es el paisaje que se representa, el cual permanecerá ahí, frío e
inmutable “hagan lo que hagan los dos imbéciles” que aparecen en el mismo.
En entre cuadro la charla pasó a hablar de la condición humana y de hasta qué
punto el hombre no hace más que ser arrastrado por ella. Hasta qué punto el
hombre es culpable cuando mata, viola o hace atrocidades semejantes y que si el
hombre es un componente de un universo frío, despiadado y que actúa sin
compasión por qué no puede asimismo ser frío, despiadado y sin compasión al
igual que ese universo del que el hombre es parte.
En este punto hubo una discusión entre Sánchez Ron y Arturo
en la que el primero acusaba al segundo de tener una visión muy pesimista y que
no dejaba resquicio a la esperanza, a lo que Arturo respondió que eso no era
cierto, que sí había esperanza, que quizá no había soluciones, pero si
remedios, como, por ejemplo, la cultura, que no permite solucionar nada, pero
sí permite entender y tener ciertas claves que permitan asumir las cosas y
resignarse a que determinadas cosas son como son y que siempre han sido así.
Por eso lamentó el despojo cultural que se está haciendo en la juventud actual,
no sólo de España, sino también de otras partes, a la que se le está privando de
esas claves necesarias.
El cuadro que se comentó a continuación fue el de El Coloso, de Goya. Arturo lo
puso como ejemplo de cómo el horror golpea cuando menos te los esperas, algo
que el ser humano ha olvidado gracias ha una actitud de autoengaño que se ha
fabricado él mismo. Nos hemos olvidado de que el horror existe, que está ahí y
que ha estado siempre. Que es la misma historia desde Troya a las torres
gemelas, hecho sobre el cual comentó que cuando ocurrió y veía cómo la gente no
daba crédito y le parecía imposible que pudiese estar sucediendo eso que él
pensaba que “cómo estos gilipollas no se dan cuenta. ¿Pero que se creen?”. El
horror siempre ha estado y está ahí, a pesar de que el hombre, en su soberbia
se olvide de él. En este punto Arturo expresó la idea de ante ese tipo de
hechos hasta qué punto se debe sentir compasión de quienes, teniendo las claves
para saber que eso puede suceder no las interpretan. Si se construye un hotel
con capacidad para 5.000 personas en una zona en la que siempre ha habido
tsunamis, un día el tsunami llegará y acabará con las 5.000 personas. Por eso
hasta qué punto se puede tener compasión. No caridad o piedad ayudándolas en lo
que se pueda, que eso hay que tenerlo siempre, pero sí compasión.
El último cuadro fue uno del doctor Atl, que, por
otro fallo de la organización no fue el de Erupción del Paricutín,
que es el que deberá haber sido. Por premura de tiempo, ya que el acto tenía
que terminar ya, sólo se comentó del mismo lo bien que reflejaba el universo
tan cruel, frío y despiadado como es.
Para terminar, debo hacer la crítica de que la presentación no fue amena. De
hecho hubo gente que abandonó la sala antes de que la misma terminase. Quizá
esta sea la novela más difícil de presentar debido a su densidad y temática y,
aparte de ello, Sánchez Ron, con todos mis respetos, no fue precisamente la alegría de
la huerta e incluso, en algunos momentos, pareció que robaba protagonismo a
Arturo.
Bueno, pues eso es to, eso es to,
esos es toooodo, amigos. Como decía aquel, así fueron
las cosas y así se las he contado.