Un
juglar contra la corrección política |
Jueves, 04 de mayo de 2006
PEREZ REVERTE, EN LA FERIA
Un juglar contra la corrección política
En la sala María Esther de Miguel, una de las más elegantes del predio La Rural, Arturo Pérez-Reverte, escritor español— ex corresponsal de guerra retirado para dedicarse de lleno a la literatura— presentó su última novela, El pintor de batallas, publicada por Santillana.
La cita era a las 19.30, pero como seguía ingresando gente, el comienzo se demoró quince minutos. Había desde adolescentes hasta ancianos y nadie parecía estar allí por casualidad. Era, digamos, un público fan o militante. Y hasta acaso algunas señoras hayan sido convocadas por el talante de galán del escritor.
Jorge Fernández Díaz, autor argentino, estuvo allí para presentarlo, e hizo las veces de entrevistador y contrapunto. Al libro, el de más difícil realización de todos los que escribió, según palabras del autor, le sirve como excusa el 11-S para reflexionar sobre el espanto en el mundo de lo políticamente correcto. Al respecto, Pérez-Reverte advierte que "hemos sido educados para pensar que lo normal es llevar corbata y querernos todos, mientras caminamos un domingo con los chicos por la Recoleta, pero lo cierto es que mientras tanto un general tortura a Analía en la ESMA, y entonces la bella familia se vuelve tan culpable como el torturador". El escritor —para quien su última novela es un analgésico, "porque te deja vivir, mas no anestésico, que embrutece"— encuentra la redención de este dilema que enfrenta el ser humano— que va de la necesidad de creerse bueno a la realidad del espanto y la guerra— en la cultura.
"Tenemos el privilegio de la cultura, que nos puede ayudar a asumir esas dos partes: somos nosotros el niño del gueto de Varsovia víctima, que en 20 años puede que se convierta en un torturador. Pero la cultura nos puede salvar. Bah, nos puede consolar para que transformemos la pesadilla de vivir en ese fantasma homérico, que nos acompaña serenamente".
El autor de El capitán Alatriste fue festejado por el público como galán y como juglar, ese que ha venido a ridiculizar el pacifismo europeo, denunciando el buen urbanismo de los ciudadanos honrados al grito de "vos, y vos, y yo somos culpables".