He escrito “El pintor de batallas” para encontrar consuelos

 

Miércoles, 22 de marzo de 2006

 

josé ángel garcía 

autor. Pérez-Reverte, ayer, en Sevilla.

 

sevilla. Arturo Pérez-Reverte se acomoda en una silla del Hotel Colón para hablar de El pintor de batallas. Está relajado. Comienza la entrevista, y muda la postura, pero no el mensaje: ha escrito esta novela cuando ha llegado el momento justo, y no esconde que hay muchos recuerdos en esas páginas que hablan de guerras y de un fotógrafo que intenta reflejar en un cuadro las fotografías que no ha hecho, todo lo que lleva dentro y necesita, de alguna manera, convertir en fantasmas. –¿Por qué ahora este libro?

–Por muchas razones. En La Reina del sur ya había mucha amargura, mucho dolor, el personaje femenino era una mujer que tenía mucha tristeza dentro. Y ahora, bueno, cada novela tiene su momento, y el momento de ésta era éste: tengo 54 años, tengo una forma de mirar el mundo que no es la misma que hace 15 o 20, y había cosas que no había contado nunca. Había incursiones en profundidad que no había hecho nunca en los asuntos de ésta en mi novela. Esta vez quería desarrollar más a fondo reflexiones que en las otras están menos desarrolladas, sobre todo lo que queda cuando uno se da cuenta de lo que está ocurriendo de verdad. El hombre vive ahora en un autoengaño, y además queremos vivir en un autoengaño. Hay que utilizar los 3.000 años de memoria que tenemos, 3.000 justos además, para entender mejor y ser más lúcidos e inteligentes, pero los estamos utilizando para negar la realidad, para engañarnos más. Nuestra sabiduría la ponemos al servicio del engaño y no de la verdad. El ser humano se niega a aceptar las cosas como son. Es una llamada a la lucidez. Los seres humanos debemos ser felices, amarnos, querernos, todas esas cosas, y respetarnos, pero no porque nos quedemos sin ver al parte oscura, sino asumiendo la parte oscura. Amar al prójimo pensando que ser bueno es muy fácil, lo difícil y lo intelectualmente interesante es amar al prójimo sabiendo que puede ser malo. La vida tiene mucho sentido y es más intensa si no nos engañamos. Y ésta es una novela contra el autoengaño.

 

–En esta obra hay muchas claves para entender su obra, sus artículos... ¿Es como una mirada atrás en este sentido?

 

–Sí, en esta novela están las claves sobre todo para entenderme a mí, además de mi obra, para entenderme yo. Quiero decir, aparte de que hay muchas claves de mi obra, que el lector también se entenderá a sí mismo, sobre todo la he escrito para entenderme yo, para confirmar sospechas que tenía como escritor, como reportero, como ser humano. La he escrito para consolarme, para encontrar consuelos, para convertir pesadillas en fantasmas. Pesadillas que son cosas que te atormentan y te incomodan, en fantasmas, que son compañía melancólica y triste pero tolerable.

 

–El protagonista, Faulquer, hace su mural de recuerdos que se intuyen que son suyos, incluso las fotografías que se describen de la guerra posiblemente sean suyas...

 

–Ninguna de mis novelas es autobiográfica, pero uso en todas ellas elementos biográficos, incluso en La reina del sur. Pues aquí utilizo recuerdos, imágenes, incluso fotografías mías que están en el libro. Pero recuerda siempre que es una novela, que es una mentira, que es una historia. Cuento una historia que a algunos les interesará la parte policiaca de la historia, de ese fotógrafo y del hombre que va a matarle, a otros la parte estética, y a otros la parte reflexiva.

 

–Sí, pero ¿se siente en este libro como el pintor de batallas, se siente dentro del cuadro o como el espectador que observa tanto lo que ha pasado como la historia que cuenta?

 

–Esta novela me sirvió para mirarme a mí mismo desde lejos. Esta novela me ha servido como si me sentara en el bar de enfrente y estuviera mirándome. Y mirara mi vida, mi biografía, mis recuerdos, mi memoria, pero con la distancia que te da trabajar una novela. La ventaja que te da una novela sobre un libro de memorias o un ensayo filosófico es que en ambos intentas ser tú, y una novela te permite distanciarte, te permite verlo con ecuanimidad. Una novela, paradójicamente, es más objetiva que un libro de memorias.

 

Faulquer, mientras está pintando, parece estar también esperando algo de forma subconsciente. ¿Es así?

 

–Sí. Está esperando una respuesta. No sabe de dónde le va a venir esa respuesta, cree que pintando va a encontrarla y es verdad, pero no espera que la respuesta venga en forma de hombre que lo va a matar. Pero intuye que hay algo que va a ocurrir en esa torre. La respuesta es que la foto no es inocente, que usted dedicó dos segundos de su vida a hacer una foto de un tipo que no le importaba, pero esa foto que para usted no tiene importancia destruyó mi vida, y ahora quiero cobrarme el precio de eso y usted va a pagar ese precio. Él intuye que algo va a pasar.

 

–¿Qué quería, en resumen, contar en esta novela?

 

–Yo quería contar la impotencia del ser humano cuando es lúcido, cuando comprendes que es una partida de ajedrez de la que no tienes las claves y tú eres un peón nada más. Y la pregunta es ¿te desesperas o buscas consuelo? Yo quería buscar consuelo. Siempre digo que el ejemplo es la carrera del prisionero, tenemos una pistola, es como si nos apuntan con una pistola en la cabeza. Podemos resignarnos a ser peones en la partida del cosmos o bien decir no, voy a correr, voy a escapar.