“España ha estado en manos de reyes imbéciles y curas fanáticos”

 

 

El escritor entrega a la imprenta 'El puente de los asesinos', la séptima entrega de la serie protagonizada por el capitán Alatriste

 

01.11.11 - 01:37 - ANTONIO PANIAGUA | MADRID.

 

 

Arturo Pérez Reverte ,escritor que ha vendido más de cuatro millones de ejemplares con las entregas de las aventuras del capitán Alatriste, vuelve al estante de las librerías con 'El puente de los asesinos' (Alfaguara), el séptimo relato de la saga. En esta ocasión el novelista y académico narra las peripecias del soldado en la Venecia del siglo XVII. Corre el año 1627 y Diego Alatriste es un hombre cansado, con muchas batallas y pendencias a cuestas. En esta ocasión, al capitán le invitan a participar en un magnicidio que es al mismo tiempo un sacrilegio: matar al dogo de Venecia en la misa de Nochebuena, para imponer un gobierno títere al servicio del rey español.

 

-¿Cree que España se merece la leyenda negra que arrastra?

- Sí. España es un país que durante muchísimos siglos ha estado en manos de reyes imbéciles, curas fanáticos y ministros corruptos. Y a veces, en algunos aspectos, lo sigue estando. Lo que pasa es que aquí únicamente hablamos del lado oscuro.

 

-En la España del siglo XVII la gente estaba obsesionada por acceder la nobleza. ¿Somos un pueblo que se rige por las apariencias?

-Naturalmente. Antes la obsesión era llevar la Orden de Santiago al pecho, el carro con cuatro mulas o pasearse como un hidalgo con la espada. Ahora es el traje de Armani, el Audi, el chalet y las vacaciones en Punta Cana. España es un país de apariencias. Malgastamos el oro de las colonias, sin dejar siquiera un monumento. Cinco siglos después la historia se repite. Hemos tenido dinero, riqueza, trabajo y lo hemos dilapidado en fiestas, derroches, autonomías, lujos y puñetas. Estamos otra vez tiesos como al principio.

 

-El nivel de conocimientos de los estudiantes sobre la historia de España es bastante deficiente. ¿Qué soluciones hay?

-El problema seguirá siendo el mismo mientras la educación y la cultura se dejen en manos de políticos irresponsables o analfabetos. Son mediocres, y en lugar de ponerse a la altura de las circunstancias, bajan las circunstancias a la altura de su propia mediocridad, y trazan planes de educación de acuerdo con su limitada visión de las cosas.

 

-Alatriste es un hombre de honor ¿Echa de menos ese empeño por la dignidad y la buena reputación?

-Más que un hombre de honor es un hombre con reglas. El honor es una palabra muy devaluada. Ya lo estaba en el siglo XVII. Como decía Unamuno, cuando en España se habla de honor, un hombre honrado tiene que echarse a temblar. Se ha manipulado muchísimo la palabra. El honor en un político es la mayor contradicción del mundo. Hoy en día hay palabras que son políticamente incorrectas, como valor, honradez, valentía, caballerosidad. El otro día, un imbécil, en una tertulia, dijo que había que reivindicar el derecho a ser cobarde. Pues no. Ser cobarde sigue siendo una tacha moral, social, política. En suma, es una infamia.

 

-¿Es deliberado que no haya una abundancia de palabras arcaicas?

-Sí, es deliberado. Para eso están las enciclopedias y los diccionarios de germanías. No pretendo en absoluto hacer tratados didácticos sobre el siglo XVII. Yo cuento historias con un lenguaje que me divierte, rescato palabras que están perdidas, hago un trabajo de recuperación lingüística, histórica y sociológica. Me limito a abrir una puerta, y luego, puede haber gente que quiera seguir leyendo a Quevedo, Lope y Cervantes o que opte por consultar manuales anotados.

 

-Algunos críticos hablan de Alatriste como si les avergonzara decir que es un libro de aventuras.

-La saga se llama 'Aventuras del capitán Alatriste'. Ignorarlo es esnobismo. Hay idiotas que creen que la aventura y la profundidad están reñidas. Pero la literatura ha demostrado que se pueden conciliar ambas cosas.

 

-Ha sido una voz crítica en la Real Academia Española contra la nueva ortografía. ¿Estamos empobreciendo el idioma?

-También los fueron Javier Marías o Vargas Llosa. En la Academia hay dos actitudes: la de los técnicos y filólogos, que tienden a democratizar el idioma y a aceptar las transformaciones más ordinarias y populares, y la de los escritores, que mantienen que la lengua debe ser una referencia culta, rica y compleja. Esas dos actitudes chocan. A veces gana uno u otro. Los creadores conseguimos que no fuese obligatoria la supresión de las tildes en determinadas palabras, sino opcional.

 

-¿Ha cambiado mucho el periodismo?

-Las grandes cadenas de televisión generalistas tienen periodistas de terraza de hotel. Ahora el mejor reporterismo es el que se hace con una pequeña cámara y cuatro duros. No se puede obligar a un periodista a que haga diez directos al día porque no puede salir ni a la puerta.

 

-¿Tiene algún otro proyecto en mente?

-El mes que viene cumplo sesenta años. Sé por experiencia que un autor tiene una vida limitada. Me levanto todos los días a las seis de la mañana y trabajo ocho horas diarias. Ese ritmo profesional no sé cuánto tiempo lo voy a tener.