Presentación de Cabo Trafalgar

(Articulo publicado en "La voz de Cadiz" el 21 de octubre de 2004)

 

    «Fue un día como el de hoy, pero con mucho menos viento. El temporal que hemos tenido estos días fue como el que sufrieron días después de la batalla». El escritor Arturo Pérez-Reverte sabe bien de lo que habla cuando relata la contienda naval que «cambió la historia de Europa y el mundo», allí, al pie de su escenario, el cabo de Trafalgar, desde donde «no se veian los barcos pero sí se oían los disparos».

    Hoy se conmemoran 199 años desde que aquel 21 de octubre de 1805 la armada franco-española sucumbiese ante las tácticas marítimas de los barcos ingleses del comandante Nelson. Casi dos siglos desde que aquellos «hombres de hierro en barcos de madera» perecieran en una guerra en la que no escogieron participar, pero por la que dieron todo. Por esos hombres que «dieron una lección moral de dignidad y de vergüenza» el escritor cartagenero se ha embarcado en hacer su útlimo libro: Cabo de Trafalgar.

    Respetando escrupulosamente lo que ocurrió en la costa de Barbate, Pérez-Reverte ha reconstruido este episodio histórico con la idea de «elogiar a todos los que combatieron y despreciar a los que lo motivaron», algo que para el autor de la saga del capitán Alatriste es uno de los principios para recuperar la memoria histórica de España, «tan ignorada» en las presentes generaciones.

    Aunque es un tema que le apasiona -«navego desde chico y el tema de la historia naval siempre me ha interesado»- Arturo Pérez-Reverte tuvo que hacer una gran tarea de recopilación de información, manejando «toda la documentación original de la batalla» -relación de barcos, de suministros, partes de bajas, así como los planos y cartas de la época. «El libro documentalmente es impecable, no invento nada», asegura, «cuenta lo que realmente ocurrió ».

    Para ello, el escritor navegó -hace aproximadamente un año por toda la zona de la batalla, realizando «un reconocimiento terrestre y marítimo». «Reconstruí cuanto pude para que el lector tuviese la sensación de estar en la batalla y comprendiese por qué se perdió», explica.

    Para Pérez-Reverte la razón del fracaso de la armada franco-española en esta famosa batalla está muy clara. Existen cuatro «culpables» de la derrota de Trafalgar: Napoleón, «que no sabía nada sobre el mar», Godoy, «que estaba al servicio de Napoleón», Villeneuve, «que no tenía inteligencia para ser comandante», y Gravina, «que no debió llevar a esa gente a la muerte». Ciertamente, la tripulación que navegaba en los barcos españoles no estaba cualificada, 1o que los convierte, para Pérez-Reverte, en los verdaderos héroes de esa batalla. Unos marineros que decidieron combatir en una batalla que no era la suya, ya que «el verdadero héroe es una mezcla de cabreo, dignidad y mala leche», ¡Unos sentimientos que vivieron los españoles al ver cómo sus compañeros caían uno tras otro.

    Una de las grandes sorpresas de esta novela es su lenguaje. Lejos del encorsetado uso de la lengua que se hacía en el siglo XIX, Arturo Pérez- Reverte ha llenado Cabo ,Trafalgar de frases hechas, tacos y palabras de hoy en día que nunca pronunciarían el teniente Quelennec, el capitán Carlos de la Rocha, el guardiamarina Ginés Falcó o el marinero Marrajo, protagonistas, junto al mar y los navíos, de esta novela.

    Defendiéndose de los que le acusan de haber descuidado el lenguaje, Pérez-Reverte asegura que «ha usado un lenguaje cuidado y casual. No quería hacer un libro grueso, sino divulgativo, que lo pudiera leer un chico de 14 años o un hombre de 60». Para ello, no duda: en incluir expresiones del tipo ser un espidigonzalez, se le va la olla o partirse de risa, frases coloquiales que, junto a numerosas onomatopeyas -eso sí, sin destacadas tipográficamente ni deninguna otra forma- ayudan al lector «a verse dentro de uno de los barcos de la batalla».

    Y es que el gran problema con el que se encontraba Reverte ante una novela de esta temática era la complejidad de los términos navales. Ante esto, el escritor se decantó por expresarse de un modo «ligero y gamberro que diluyera la precisión del lenguaje naval y lo hiciese comprensible». Dentro de este calificativo de «gamberro» se incluirían la multitud de tacos que llenan las páginas. El autor, que durante más de veinte años fue corresponsal de guerra, conoce el tono que se usa en la batalla: «En la guerra se blasfema mucho, yo lo he visto, y en la marina aún más». «Además -añade-, en el combate hay mucha testosterona Y si los he incluido es porque eran necesarios». Un asunto, el lenguaje de este libro, que ya ha hecho correrríos de tinta Y del que quizás Pérez-Reverte fuese consciente, pues, «tenía que contentar al crítico riguroso, al marino y al chaval».

    De momento, el libro está gustando tanto a la crítica como al público. Hace apenas una semana que salió a la venta, con una tirada inicial de 125.000 ejemplares, y ya está disponible la cuarta edición. Espadachines, narcotraficantes o marinos, Reverte convierte a sus personajes en protagonistas de novelas casi de culto. Amenaza con volver, pues ya prepara nueva novela. ¿Con qué sorprenderá esta vez?


Ningún símbolo recuerda lo ocurrido en Trafalgar a un año de su bicentenario.   

    En el Cabo de Trafalgar nada advierte al visitante que tal día como hoy, hace 199 años, se produjo en las aguas que se divisan desde esta situación, una contienda naútica que cambió la Historia. Un faro desconchado y rodeado por una maltrecha valla metálica es todo lo que hay; amen de una artística pintada que reza «Basuras no, por favor» y un lacónico azulejo que informa del nombre del lugar.

    «Es una auténtica vergüenza, es la mayor batalla naval en la que participó España y aquí no hay nada, ni una placa, ni un monolito» comenta indignado Pérez Reverte. «Si estuviésemos en Francia o en Inglaterra ya se habría construido un gran museo, y los niños podrían acercarse hasta aquí para aprender cómo su país ha llegado a ser lo que es», apostilla. Según el novelista son «el Gobierno, el Ministerio de Defensa, la Junta de Andalucía o las administraciones competentes» quienes tienen que recuperar la memoria de todo lo que ocurrió en Trafalgar pero «esto no es políticamente rentable, no da votos» y, además, «no interesa que la gente tenga conocimiento», porque es «una vacuna contra la manipulación».

    «Todo el mundo sabe dónde están los restos de los navíos que combatieron y que los están expoliando pero nadie hace nada» asegura el escritor, así que «es mejor que los buceadores se los lleven, por lo menos, alguien disfruta de ellos». Pérez-Reverte reclama reconocimiento para una lucha en la que «se dejaron muchas vidas» y que supuso el término de la «vida ilustrada, liberal y culta de nuestro país». «Con Trafalgar se perdió América y los ingleses controlaron el mundo, se puso el clavo sobre el féretro de una España hundida pero nadie se acuerda», indicó.



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