El fragor de la batalla
      
      
           
(Entrevista Publicada en  suplemento cultural 
 del "Diario de Cadiz" el 13 de octubre de 2004) 
      
      
      
   
 
  
  
   
   Reconoce haber disfrutado pero también haber sufrido con la escritura 
 de su libro, que sale hoy a la venta. "Es cierto que he disfrutado en la 
parte de la escritura, porque es muy libre, muy gamberra, muy informal, pero 
al mismo tiempo lo he pasado mal porque realmente reflexionar sobre este tema
es sufrir mucho. Cuando uno echa la mirada atrás a la Historia de
España las alegrías son pocas y los disgustos muchos", dice. 
 Por eso, recordar cómo fue la batalla de Trafalgar, que enfrentó 
 a la armada hispano-francesa con la británica, dirigida por el almirante 
 Nelson, "ha sido, es, de lo más doloroso, pero al mismo tiempo también 
 es muy ilustrativo, también te enseña muchas cosas del presente. 
 La España puñetera, sombría, cutre, casposa y miserable 
 y ruin que vivimos a veces muy a menudo la reconoces en nuestra Historia, 
 y Trafalgar es un caso clásico, clásico, de esa historia, de
 españolidad miserable que tanto daño nos ha hecho y nos sigue
 haciendo".
   
   En la contraportada del libro, se avisa de que en vísperas del
bicentenario  de la batalla - ocurrida e1 21 de octubre de 1805- Alfaguara,
la editorial,  le pidió un relato sobre su particular visión
del combate naval.  "De lo que yo sé de verdad es de marina del siglo
XVIII. Tengo una  biblioteca náutica de ese siglo bastante amplia",
asegura. Y confiesa  que hizo de niño las maquetas de casi todos los
barcos que participaron  en la batalla, "pero nunca había escrito
nada sobre eso precisamente  porque es mi afición. Tenía intención 
algún día  de hacer alguna cosa", y se había pertrechado 
para la ocasión  con documentación sobre Trafalgar de todos 
los archivos navales de  España. "Y un día, hablando con Alfaguara, 
les dije que quería  hacer algo sobre ello, y me dijeron que hiciera 
un libro corto coincidiendo  con el aniversario. Y lo que tenía pensado 
hacer más adelante,  una novela de mil páginas, ha quedado en
este libro que hasta es mejor  que haya sido así".
   
   En Cabo Trafalgar quería contar la batalla, "que el lector normal 
 que no sabe de mar ni es aficionado a la historia entendiera Trafalgar, por
 qué se perdió, por qué tuvo lugar, por qué murió
 tanta gente, que sintiera lo que era estar dentro de un barco". Pero quería
 hacerla "ameno y asequible". Y esa combinación "de rigor y amenidad
 la hice con el lenguaje, con muchos anacronismos -entre los que se encuentra
 una referencia a Rocío Jurado-, con mucho humor negro".
   
   José Manuel Caballero Bonald comentó cierto día que 
 cuando pasaba por Trafalgar aún le parecía escuchar el retumbar 
 de los cañonazos. "A mí me ha pasado", reconoce. "He navegado 
 por Trafalgar, por dentro, y he estado en el cabo, mirando al mar, muchas 
 veces. ¿Sabes qué pasa? Que lo bueno de leer mucha historia 
 -él es ávido lector-, de que te guste desde niño, es 
 que cuando vas a los sitios los amueblas con tu memoria, con tu
   imaginación, con tu lectura. Y cuando vas a Trafalgar... Yo muchas 
 veces he imaginado esa batalla. He estado en el cabo de Trafalgar y me ha 
 parecido... recordaba que desde ahí estaba la gente escuchando el 
bum, bum, porque no se veían los barcos desde el cabo de Trafalgar, 
no se veía la batalla físicamente, pero la gente sí oía
el retumbar de los cañonazos".
   
   "Imaginaba -explica- a todas esas familias, imagínate el rato,
la  gente de Cádiz corriendo por la costa a ver qué pasaba,
la madre con los hijos pequeños oyendo a lo lejos pumba, pumba...
tuvo que ser horroroso. y luego el temporal, los barcos viniendo, hundiéndose 
 en la costa, la gente ahogándose. Tuvo que ser terrible. y fue en 
toda la costa, desde Trafalgar a Cádiz. Recorría esta costa 
siempre imaginando esto. Eso es lo bueno y lo malo que tiene leer historia. 
No, no, lo bueno; recordar, la memoria, siempre es bueno". Tuvo que ser, ciertamente,
una carnicería humana y así lo refleja en su libro. "Cádiz,
España no se merecían esto. Pero estábamos en manos
de una banda de hijos de puta", dice enfadado, recordando a un "rey incapaz",
a "una reina más puta que Maria Martillo que era Luisa de Parma, a
Godoy que era su chulo, que sólo quería estar bien con Napoleón".
y también echa la culpa del desastre al almirante Gravina, "porque
tuvo que haber dicho que no. Tuvo que decir 'yo no echo sobre mi conciencia
salir con toda esta pobre gente a que la maten, yo me niego a eso'. Pero
lo hizo por el deber, la patria, ese tipo de cosas, y al final los que pagaron
fueron las viudas y los huérfanos que ni siquiera cobraron las pagas,
porque esa es otra, años y años después las viudas de
los que murieron ahí estaban en la miseria sin cobrar las pagas. España,
España".
   
   La mirada parece oscurecérsele cuando habla de la contienda naval. 
 "Lo terrible es que ni siquiera nos interesaba, no ganábamos nada. 
 Fue una cosa de pura política. Fuimos a una batalla que no les importaba 
 ganar o perder y la perdimos, y perdimos para nada". Pero "la gente se portó 
 muy bien". Y los representa en el libro Nicolás Marrajo, un barbateño 
 reclutado a la fuerza en una taberna gaditana.
   
   "No hay héroes. El héroe es una mezcla de cabreo y dignidad. 
 El héroe no es un personaje de monumento, es un tipo normal; he conocido 
 a muchos en mi vida con mi trabajo de reportero, y puedes ser tú, 
yo, cualquiera al que un día le dan en las narices, le insultan, le 
maltratan, por tus hijos, por tus compañeros, por tu dignidad personal, 
te levantas y peleas". Y "esa gente allí peleó muy bien. Es 
asombroso cómo esas personas reclutadas uno o dos días antes 
de las tabernas, los hospicios, los hospitales, gente que no había 
ni navegado, gente mareada, peleó de una forma que los ingleses estaban 
admirados de lo bien que lo hicieron”.
   
   "En fin, fue un alarde de dignidad y vergüenza Y un alarde de indignidad 
 por parte de los gobernantes, lo que demuestra que los gobernantes en España 
 casi nunca se merecen la gente que tienen. Se vio en el 11-M, siempre es 
la gente al final la que salva la dignidad, siempre es la pobre gente la que
da la cara y salva la dignidad de los hijos de puta que a menudo, no siempre,
a menudo, nos gobiernan y no la tienen. La historia de España es un
continuo desprecio por los que nos gobiernan y una continua admiración 
 por los gobernados que en momentos como éste demuestran que por lo 
 menos tienen vergüenza. Pero es una batalla que nunca tuvo que ocurrir. 
 Pero ocurrió, y es admirable cómo la gente se portó 
en ese desastre, pero nada más. Admiro a la gente, pero eso fue una 
vergüenza. Lo que te he dicho antes: España, España".
   
   Para retratar la lucha creó un navío, el Antilla, el barco 
 en el que todos los que han imaginado en algún momento la batalla 
ha subido alguna vez. "Esa es la idea. ElAntilla es el barco en el cual yo 
he embarcado a los lectores". Recurrió a él por "muchas razones": 
 porque "tenía que contar con mucho rigor" una batalla ampliamente 
documentada "y eso me daba poco margen de invención", y porque "si 
cogía un navío no podía contar otras cosas que quería 
contar de otro, con lo cual decidí meter un barco imaginario en el 
cual concentrar todo lo que quería contar de la lucha, que fuera su 
símbolo". y en él "el lector está reclutado a la fuerza 
para estar entre nosotros porque la idea era ésa, que el lector se 
sienta como si estuviera allí".
   
   Recuerda a Benito Pérez Galdós, "que es la gran referencia; 
 cualquiera que hable de Trafalgar tiene que hablar de Galdós". Pero 
 él quería hacer un libro "sólo sobre la batalla", y 
eso requería "un tratamiento bruto, brusco, de shock, y una técnica 
 narrativa diferente. De ahí el humor, que era fundamental, insisto, 
 un humor negro, retorcido, sobre todo muy amargo". Y en eso tuvo su importancia 
 que la acción transcurriera en Cádiz, cuyo habla ha reproducido. 
 "Si hubiera sido una batalla en Barcelona, o en La Coruña, habría 
 sido diferente. Es la forma de hablar del miedo, del temor, la soledad o 
la venganza, es como habla la gente".
   
   Le dedica el libro a Juan Marsé, escritor al que respeta y quiere, 
 "sobre todo porque sé que si él, que es antibelicista y antimilitarista 
 hubiera estado en Trafalgar habría peleado como pelearon los de Trafalgar". 
 Y habla del final del libro, un final lleno de dignidad, también del
 enemigo. Los tiempos han cambiado. "Bien es cierto que la España de
 ahora es menos digna", comenta al respecto. "El mundo es peor. Vivimos mejor
 en muchas cosas, pero hay un par de ideas morales que se han perdido en
el  camino y ese par de ideas, paradójicamente, nos salvaban moralmente 
 más de lo que parece; y al haberlas perdido ya no nos queda ni siquiera 
 esa dignidad, ahora somos bajunos sin dignidad. Esa quizá es la gran 
 diferencia: España siempre fue bajuna, y cruel, y miserable, y triste, 
 y mediocre, y desgraciada, y desdichada y mal gobernada, pero a veces había 
 dignidad. Ahora es muy raro; a veces ocurre, pero es muy raro que se dé 
 esa dignidad".
   
           
 
             
