No hay derrotas gloriosas
(Entrevista Publicada en "La voz de Cadiz" el
10 de octubre de 2004)
Todo el mundo sabía
que Arturo Pérez Reverte era un apasionado del mar. Sin embargo, hasta
ahora, su obra narrativa había tenido una vertiente periodística:
las guerras y los corresponsales, el narcotráfico; y otra de vuelo
literario: el siglo XVII. «En realidad, la Marina del siglo XVIII
es mi tema. Aunque no lo había tocado hasta ahora, le he dedicado
muchos años, tengo una biblioteca enorme y yo mismo navego».
.
¿Se trata de una novela o de un reportaje
histórico?
No es novela. La idea era contar la batalla en dos planos. En uno, se daría
una visión actualizada; un repaso técnico, riguroso, de cuáles
eran la estrategia y la táctica navales y de cómo se entablaba
un combate en un barco de la época, para entender por qué
se perdió. En el segundo plano se daría una versión
personal: cómo veo las causas políticas, sociales e históricas
por las que se produjo la derrota. El libro incluye muchos planos, gráficos,
mapas... está lleno de cosas. La idea es que el lector se sienta
dentro del barco.
Los españoles, los ingleses y el emperador
culpan a Vileneuve. ¿Por qué sólo a él?
Era un magnífico capitán de combate y un pésimo almirante.
Un tipo muy valiente en lo personal, pero no tenía la capacidad táctica
ni estratégica para la misión. Ahora bien, aquí hubo
varios niveles de responsabilidad. Primero está Napoleón,
que no sabía nada del mar; después, Godoy, que era el valido
de Carlos IV y estaba totalmente entregado a las botas del emperador; es
el que le dice a Gravina: «Trague todo lo que haga falta». Pero
también está Gravina a quien hago culpable, aunque nunca se
le culpó mucho y no sé por qué-, pues en vez de imponerse
a la orden de salir de Cádiz, que era una barbaridad, sale del puerto
y lleva a la gente a esa carnicería, cuando todos sabían que
se corría un riesgo muy alto.
Gravina pide autorización para actuar con
independencia y se le niega.
Pero eso ocurre cuando la batalla ya está desarrollada. Su responsabilidad
viene de antes. Durante el combate lo hace bien, claro, como debe de ser:
Era un buen marino. Pero él era responsable de la armada española,
y si hay miles de viudas y huérfanos, se deben a él, porque
no se opuso. Varios de sus hombres le habian avisado de lo que iba a pasar.
Nelson también parecía conocer el desenlace.
Su plan era magnífico. Y la victoria cambió la historia,
porque le dio a Inglaterra el dominio del mar prácticamente hasta
la Segunda Guerra Mundial.
¿Se explica la derrota sólo por la
genialidad de Nelson?
Los ingleses eran profesionales. La Marina española era una gran
marina, con buenos oficiales y buenos barcos, pero sin tripulaciones. Nuestros
marinos de carrera eran de origen aristócrata, de familia noble. Pero
mandaban tripulaciones de leva forzada, reclutadas en los tugurios, las cárceles,
los hospitales y en los hospicios. Otros se hacían a la mar con pagas
atrasadas, iban sin cobrar... En Trafalgar se embarcó diez días
antes, algunos se mareaban. Aquello fue una escuadra de reclutas forzosos
y desgraciados frente a una escuadra de profesionales.
Entre la marinería se contaban más
de setecientos grumetes y casi treinta pajes. ¿Alistaban niños?
Donde ponía grumete no siempre era un niño; un tipo de treinta
años reclutado borracho en una taberna era un grumete, simplemente
porque no era un marinero cualificado. Claro que había adolescentes,
casi niños.
De haberse mantenido la formación de partida,
que era ventajosa, ¿se habría ganado a los ingleses?
El almirante José Ignacio González Aller, que es amigo mío
y una autoridad en el tema, me ha explicado que la batalla estaba perdida
de antemano por razones que sería largo detallar. Quizá el
desastre hubiera sido menor, pero siempre una derrota.
¿Hubiéramos podido tener una Marina
moderna a la altura de la británica?
En el XVIII se había logrado reunir a marinos ilustrados: navegantes,
cartógrafos, científicos, gentes de elite... ¡Teníamos
una Marina cojonuda! Lo que ocurría es que no había tripulación,
ni motivaciones, ni experiencia. Era un desastre, como sigue siendo ahora,
un caos. El desarrollo de nuestra Marina, que fue la envidia de ingleses
y franceses, acaba en 1805; se hundió en la miseria por la incompetencia,
la caspa, la cutrez, la ignorancia y la cobardía de los de siempre,
de los Godoy...Se suele decir que Trafalgar fue una derrota gloriosa, pero
no hay derrotas gloriosas y mucho menos en España.