“Las
dos Españas comenzaron a perfilarse el 2 de mayo de
1808” |
Martes, 11 de diciembre de 2007
Efe
Madrid
En su nuevo libro, 'Un día de cólera', el escritor Arturo Pérez-Reverte ha querido "devolver el protagonismo" al pueblo llano de Madrid que participó en la sublevación del 2 de mayo de 1808, un día "admirable y terrible al mismo tiempo" y a partir del cual "comenzaron a perfilarse las dos España".
"Ese día se dieron cita lo mejor y lo peor que tenía España. Por una parte, el impulso generoso y la solidaridad de la gente, pero también lo más reaccionario, la capacidad de motín irracional y la falta de análisis crítico", asegura el escritor en una entrevista con Efe, con motivo de la publicación de este libro por Alfaguara.
A caballo entre la historia novelada y el libro-documento, 'Un día de cólera' traslada al lector al 2 de mayo para hacérselo vivir con sus verdaderos protagonistas: gente del pueblo armada con palos, navajas, hachas, martillos y hoces que se enfrenta al Ejército francés, el más poderoso del mundo, "no por la libertad, la independencia, la cultura o por el final de una monarquía corrupta, sino por cabreo, por irracionalismo".
"No es un día de gloria ni de patria, es un día de cólera", subraya Pérez-Reverte. "La gente salió a la calle porque los franceses les habían violentado a las hijas, porque no les pagaban el vino en las tabernas o porque les habían quitado las casas para dárselas a los militares", entre otros motivos.
El escritor se decidió a hacer un libro sobre el 2 de mayo porque estaba "harto" de que esa fecha "se haya manipulado hasta la saciedad".
"El franquismo lo adobó con elementos imperiales y vendió una sublevación dirigida por militares heroicos, cuando no fue así. Pero antes la manipularon Fernando VII, los carlistas, la I República, la Restauración, la II República, y ahora, dentro de unos meses, volverán otra vez a la carga", cuando se conmemore el bicentenario de aquella fecha.
"Galdós lo había contado ya muy bien, y yo no podía reescribirlo", señala el novelista, que ha intentado darle al libro "ese tono documental, poco implicado en lo emotivo, para que sea el lector el que saque sus conclusiones".
Pérez-Reverte (Cartagena, Murcia, 1951) fue reportero de guerra durante veintiún años y su experiencia le ha servido, y mucho, para imaginar cómo debió ser aquella jornada en la que pelearon "el pescadero, el albañil, el mozo de taberna, la puta del barrio de Lavapiés, el chispero de Barquillo" y muchas mujeres. Todos ellos, hasta unos 350 personajes, salen con sus nombres y apellidos en el libro.
No lucharon los militares, salvo unos pocos que como los capitanes Daoiz y Velarde, o el teniente Ruiz, se pusieron del lado del pueblo; y tampoco lucharon "los de clase media y alta, que se quedaron en casa porque aquello era un motín callejero".
"Lo terrible de aquel día", asegura, "fue la tragedia de los lúcidos, que se preguntaban quiénes eran los suyos, si el pueblo que se echó a la calle para matar, o los franceses que representaban la modernidad y habían quitado a la monarquía más infame y corrupta que había en Europa, sostenida además por una Iglesia miserable y reaccionaria".
"Ese era el problema de Moratín, de Goya y de Blanco White", que son algunos de los nombres ilustres que desfilan por el libro.
Moratín, el famoso autor de "El sí de las niñas", no sale bien parado. Apoyará a los franceses para "no quedar al margen de la Historia, del Arte y del Progreso", de la misma forma que antes había adulado a Carlos IV y a Godoy. "Si cambió de parecer es porque nunca lo tuvo", dirá uno de sus biógrafos.
El 2 de mayo "fue una derrota" en toda regla, pero ese día "arrastra detrás una cadena de acontecimientos que llega hasta hoy mismo. Las dos Españas se van perfilando a partir de ahí", asegura Pérez-Reverte.
El problema de los españoles, opina el autor de "La reina del sur", es que "no tienen capacidad crítica tras las derrotas, como se ha visto estos días con el informe PISA", que ha puesto de relieve la falta de comprensión lectora de los escolares españoles.
"Lo terrible no es el informe en sí sino que nadie asuma responsabilidades, ni la ministra de Educación, ni el presidente del Gobierno ni los consejeros autonómicos", subraya.