“El Dos de Mayo es la tragedia de la inteligencia, el enfrentamiento entre la víscera y la razón”

 

Martes, 11 de diciembre de 2007

 

Arturo Pérez-Reverte: «El Dos de Mayo es la tragedia de la inteligencia, el enfrentamiento entre la víscera y la razón»

 

POR TULIO DEMICHELI.

11-12-2007 09:42:05

 

Arturo Pérez-Reverte ha construido esta novela como un gran friso documental, recuperando, quizá, aquella tradición literaria de los cronistas de Indias y de las cartas de relación, pero también otrostextos más modernos, como El año de la peste, de Daniel Defoe, que era una ficción presentada como documento, o los libros que John Reed escribió de las revoluciones mexicana y soviética. «Cada novela tiene un planteamiento narrativo a resolver, y a ésta decidí darle forma de novela documental, además, porque todo el material es auténtico. Y eso me permitía mantener la distancia, yo quería alejarme»,

 

-Alejarse... ¿de qué?

-Unos y otros se han ido apropiando de esa fecha desde el día siguiente. Para Fernando VII y los absolutistas, los madrileños se levantaron por el Rey y por España. Para los liberales, se quitaron las cadenas. Los carlistas acuñarán su «¡Por Dios, por la Patria y por el Rey!». Para la I República lo importante fueron las Juntas y el pueblo. Para la Restauración, los héroes y la defensa de la Patria. Para la II República, el «¡No pasarán!», como en Monteleón... Realmente nos une a todos pero, como siempre, los españoles la hemos utilizado para desunirnos. Y ahora, con el Bicenetenario, ya verá como los hunos van a ir a una cosa, y los hotros, a otra. Pero lo que yo quería contar era la historia de le gente y no la de la gesta.

 

-Y sacarla del anonimato.

-Claro. Como Fernando VII prometió dar compensaciones a las víctimas, para reclamarlas había que presentar dos testigos. Por tales documentos no sólo sabemos cómo ocurrieron los hechos, sino que conocemos a los 409 muertos y a los 160 heridos. He querido devolverles su nombre, apellido, edad y profesión.

 

-Pero no se arruga ante los tópicos. Ni fueron tantos, ni sus ideales muy elevados.

-A combatir de verdad en la calle, con armas, bien pocos, no más de tres o cuatro mil. La gente salió porque los franceses le estaba tocando los cojones, algo que no se podía hacer entonces, ni ahora: este país es muy peligroso. Ése fue el gran error de Napoleón. Lo asombroso es que esa gente carente de orientación y disciplina, sin preparación alguna, se echa a la calle y monta la que monta. Cuando miras los grabados de Goya, te das cuenta de que allí no se ven buenos ni malos. Sus cuadros y grabados no fueron aceptados hasta mucho después, porque era un pintor políticamente incorrecto. Fue desplazado por ese tratamiento antiheroico, porque esa visión de una turba acuchillando franceses no coincidía con las patrióticas tesis oficiales.

 

-Entre ese gentío, destacaron las mujeres y los niños...

-En la Puerta de Toledo salieron a parar caballos de dos metros con navajas, chuzos y sartenes. Y contienen la primera oleada de caballería pesada, es la segunda la que los rebasa. Eran mujeres y niños, pero ¡qué mujeres! Venían de los barrios más duros de Madrid, la puta más chula, la pescadera, la carnicera, gente muy brava.

 

-Usted apenas repara en Manolita Malasaña, que a fuerza de legendaria es tan desconocida que ni siquiera su nombre es seguro.

-Hay dos versiones de la muerte y las dos son plausibles. Una, de una tía suya; y otra, de un capitán que estaba en Monteleón. Se sabe que murió cerca de allí, pero no si fue fusilada en la calle o si murió combatiendo con su padre en el parque.

 

-Otra mujer de su novela parece de ficción, María Beano.

-Es rigurosamente histórica. María Beano, viuda de militar a la que Pedro Velarde visitaba todos los días, se pone la mantilla y la matan en la calle camino de Monteleón, donde él luchaba. Eso va a Misa.

 

-Una historia de «amor loco»... ¿Y Ramona García Sánchez?

-Existió, aunque su flirtreo con Luis Daoíz durante el combate, con esa chulería castiza, eso sí me lo he inventado yo.

 

-Usted muestra a un pueblo abandonado por todos.

-Ni siquiera había Rey, se fue a Bayona; el Ejército está ausente, los políticos de la Junta de Gobierno miran a otro lado. El pueblo estaba huérfano. Hay que ver el espectáculo de las abdicaciones en Aranjuez y en Bayona para darse cuenta de que aquélla era la familia real más vil de toda Europa. La Iglesia, por su parte, también tuvo un comportamiento infame -sí, póngalo así- como se comprueba en las cartas del Consejo de la Inquisición y del obispo de Guadix, donde se decía que cualquier tumulto ofende a Dios, pues sólo Él pone y quita reyes. Bien es verdad que lucharon cuatro curas en Madrid y que a uno lo fusilaron.

 

-También el Ejército se inhibió y dejó sólos a Daoiz y Velarde, sus compañeros alzados.

-Daoiz y Velarde son admirables, aunque Velarde es el típico militar cuartelero español que igual te hace el 23-F que conquista Tenochtitlán. Si está en el sitio bueno, te hace lo bueno, y si en el malo, pues lo malo. Luego está Luis Daoiz, el capitán reflexivo, que no pelea por exaltación, sino porque no tiene más remedio. Son dos actitudes distintas, yo prefiero al segundo, pero fueron dos oficiales a los que dejan tirados.

 

-Tampoco intelectuales como Moratín o Blanco White salen muy bien parados en la novela.

-Una de las grandes lecciones del Dos de Mayo es la tragedia de la inteligencia. La gente culta se pregunta: «¿Quiénes son los míos? Ese día era muy difícil saber quiénes eran los tuyos. Bueno, cuando eres pequeño lo tienes claro, los míos son los españoles. Pero ahora, con el tiempo, ¿dónde hubiera estado yo? Era el enfrentamiento entre la víscera y la razón. Pero la razón eran los malos: la modernidad. La verdad es que el pueblo no se echó a la calle a defender la libertad, sino la más oscura tradición. Allí se inoculó el virus de las dos Españas. Como hay que elegir en ese momento crítico, el que elige modernidad, queda proscrito; y el que elige la reacción, detiene ese proceso reformista que había comenzado en el siglo XVIII. Lo terrible de ese día es que los héroes son unos bárbaros ignorantes que luchan por una visión reaccionaria del mundo. De libertad nada, lo único libre fue la visceralidad, la cólera de la gente que se echa a la calle por odio, para matar franceses. Pero no les puedes quitar su condición de héroes.

 

-Eso ya está en el «Cantar de Mio Cid».

-«Que buen vasallo si oviese buen señor...» ¿Qué hubiera sido de todos esos brutos con navajas y trabucos si hubieran sido educados y si hubieran estado bien gobernados? Con esos arrestos y esa genrosidad este pueblo llano, ¡lo que hubiera sido capaz de hacer!