“D. Arturo Pérez-Reverte”

 

Lunes, 14 de enero de 2008

 

Bilbao, presentación de su libro “Un día de cólera”.

 

por Almudena Cacho

 

El escritor Arturo Pérez-Reverte conversa con la periodista Almudena Cacho sobre su última obra, ‘Un día de cólera’, basada en el 2 de mayo de 1808.

 

Almudena Cacho: Un día de cólera es un día de rebelión, es un día de venganza, es un día especialmente para el recuerdo, ahora que se van a cumplir los 200 años. Pero, ¿qué es un día de cólera exactamente para Arturo Pérez-Reverte?

Arturo Pérez-Reverte: Bueno, es sobre todo..., para mí es el poner a punto un mito que me ha acompañado desde pequeño. Yo nací en el año 51, estudié con libro de texto de la Editorial Edelvives , en los maristas, y yo crecí con el mito del Dos de mayo como el día en el que una nación entera se sublevó contra el invasor francés; un día de independencia, un día de gloria, un día de patria, un día de solidaridad colectiva... y demás. Entonces, bueno, crecí con eso que en aquel momento los textos de aquella época planteaban como elemento educativo. Después, con el tiempo, he ido leyendo, me he hecho adulto, he visto días de cólera en otros sitios, he aprendido sobre el ser humano, sobre la gente, sobre cómo la gente hace las cosas y, en la última etapa, estuve leyendo las relaciones de bajas, de muertos y de heridos y los acontecimientos que hubo en torno a esa fecha. Con lo cual saqué unas conclusiones que eran diferentes a aquellas que yo había creído desde pequeño; o sea, descubrí un 2 mayo distinto, un Dos de mayo mucho más limitado, mucho más localizado, mucho más individual, mucho más personal; menos heroico y menos patriótico, en el sentido que me habían estado vendiendo cuando niño. Entonces, dije “¡ah, pues aquí hay una historia!” Entonces empecé a investigar, a bucear en ello. Hay una ventaja fundamental y es que, después del Dos de mayo, después de la guerra, hubo una petición de dar indemnizaciones a las familias de los que habían muerto o sido heridos en el alzamiento, en el Dos de mayo. Entonces, todos tienen que presentar dos testigos de lo que pasó, entonces, existe los expedientes con nombres y apellidos y testigos de 409 muertos y 160 heridos. Anduve por ellos al recorrer esos expedientes y ver las historias: María Fernández, pescadera; Paco Sánchez, mendigo; fulano de tal, albañil; Pepe Fernández, carpintero, No había ricos, no había militares; todos eran desertores o gente que se había unido a la sublevación por su cuenta: Me di cuenta que era un Dos de mayo distinto a aquel que me habían contado. Entonces, dije: “voy a hacer una historia” y me puse a escribir.

 

Almudena Cacho: Respecto a tus otras obras, esta es muy diferente.

Arturo Pérez-Reverte: Bueno, no. Es distinta; porque un escritor es un tipo que tiene un territorio y cada libro es una parcela de ese territorio. Lo que pasa es que cualquier lector mío que me conoce sabe descubrirme en cualquier cosa que haga; dice, “bueno aquí está tal”. Todos tenemos nuestras obsesiones y nuestros esquemas, que repetimos o que vamos persiguiendo ideas, hasta que la centras como el torero que, al final, le da el espaldazo al toro. Lo que pasa es que es distinto por otras razones, porque cada libro es una aventura diferente; cada libro requiere un tratamiento distinto. Un libro es un problema narrativo que hay que resolver aplicando fórmulas específicas para ese. No valen las mismas para todos. Esta vez yo no podía contar la historia. Yo tenía varios problemas que eran ventajas también; técnicos, quiero decir. Ya estaba escrita la gran novela, que era la de Galdós, con lo cual, yo ya no tenía que hacer esa novela, porque estaba hecha; yo no podía reescribir a Galdós. Entonces, por otra parte, yo tenía una información que Galdós no tenía. Porque desde Galdós han pasado cien años de investigaciones, de avances científicos; cosas que sabemos, documentos y demás. Yo manejaba información concreta, específica sobre franceses y españoles, que Galdós no tuvo y, además, yo tenía los nombres y los apellidos de los muertos españoles. Entonces, la cuestión era cómo lo planteaba: como novela imaginativa o como libro documento. Entonces, tras darle muchas vueltas y buscar, por razones de las que luego hablaremos, quería despojarlo de un montón de cosas -que luego hablamos de esas si quieres- decidí darle la forma de libro documento, de falso libro de historia. No falso porque todo lo que cuento es verdad y lo que sale es auténtico, pero darle una apariencia. Me acordé de lo que había hecho Daniel Defoe con El diario del año de la peste o lo que había John Reed con Diez días que estremecieron al mundo o México insurgente ; lo que había hecho Larry Collins y lo que hicieron Collins y Lapierre con ¿Arde París?, o lo que hizo Cornelius Ryan con El día más largo; que son libros documento, libros reportaje, digamos, donde los testigos hablan y los seguimos en la historia, y dije “voy a darle esa forma”. Una novela con material real y con una forma de libro documento; un falso documento.

 

Almudena Cacho: ¿ Y eso fue previo a la investigación documental, a los dos años y medio de trabajo, o surgió mientras se estaba haciendo?

Arturo Pérez-Reverte : Surgió mientras lo estaba haciendo. Yo, cuando dije, “quiero hacer esto, quiero contar esta historia; bueno, ahora a ver cómo la cuento”. Entonces, mientras leía, mientras iba a los archivos, miraba documentos; leí todo lo que existe -francés o español- sobre esa fecha. Al mismo tiempo, iba perfilando, me iban dando la información me iba dando material. Dije “bueno esto voy a contarlo”. Entonces fui montando mi mecano, que fue muy complejo porque, claro, son 450 ó 460 personajes, que tenía que tenerlos controlados cronológicamente: dónde estaba cada uno de ellos, en qué momento, en qué lugar de Madrid, qué hacían, dónde muere, si vive,... Desplegué un montón de paneles grandes en mi lugar de trabajo, con los nombres, con la cronología, digamos, que es una cocina muy compleja, pero ahí está el aliciente, ahí está la gracia del trabajo, claro.

 

Almudena Cacho: Sí. En varias entrevistas, has descrito el trabajo, la elaboración previa del libro, como muy interesante, porque ha sido un trabajo en el que se ha aprendido mucho y también decías una cosa sobre la que a mí me gustaría hablar un poco: que si antes admirabas lo sucedido como hecho histórico, ahora lo entiendes desde la perspectiva de los que se echaron a la calle, qué tipo de entendimiento es ese.

Arturo Pérez-Reverte: Claro, como te decía antes, nos dijeron que había sido la nación española la que ese día había luchando por la libertad, y es mentira. De momento, la gente no luchaba por la libertad; estaba luchando por un rey y por una religión; por una patria antigua, reaccionaria. O sea, la causa, digamos, no era especialmente moderna, sino todo lo contrario. La libertad, todo eso, vino después. Entonces, empecé a mirar los textos y me di cuenta que, bueno, esta fecha la han manipulado todos. Resulta que en un momento de la historia de España todo el mundo se ha apropiado del Dos de mayo para algo. El absolutismo se apropió de ella: dijeron lucharon por la patria, por el rey y por la religión. Los carlistas: lucharon por la tradición. Los liberales: luchaban por la libertad y por la nación de ciudadanos. La Primera República : no luchaban, porque cada uno decidió hacer su lucha por su cuenta. El franquismo: militares guiaban al pueblo. La Primera República : luchaban para defender el pueblo de los militares. Es decir, me di cuenta -bueno, ya se habían dado cuenta mucha gente-; entonces, aprendí yo también viendo eso, que ha habido una apropiación indebida durante dos siglos del Dos de mayo. Cada uno ha utilizado esa fecha en su propio beneficio, despojándolo de su realidad. La realidad es que Manolo, Paco o Fernando, Luis y Manuela, cabreados porque un francés no les pagaba el dinero, le piropeaba a la novia, andaba con esa arrogancia del francés que se sabía el nombre más poderoso en su momento de Europa, estaban cabreados. Entonces, no fue un día de gloria ni de nación, fue un día de cólera, un día de furia local. Ese día en Madrid había 160.000 habitantes, pero no lucharon en la calle más de 3.000 ó 4.000 personas; luchar de verdad. Al día siguiente fue toda la nación: el 3 de mayo. Ahí, ahí fue donde ya una nación entera, cada uno en su lugar, tomó conciencia del asunto y, digamos, que hubo una guerra cruel; larga, solidaria, hasta cierto punto lo que puede ser solidaria en España, una guerra de verdad colectiva. Pero el Dos de mayo fueron cuatro gatos, cuatro matados, en Madrid; furiosos, con la navaja y la maceta como armas fundamentales del combate. Ahí quedó todo: cuatro horas de cólera. Yo quería contar eso -lo que hizo posible lo otro-, pero quería contar eso; nada más.

 

Almudena Cacho: La narración sigue un orden cronológico: comienza a las 8 de la mañana, termina a las 4 de la madrugada del día siguiente. Tú has dicho en alguna entrevista que no es un libro periodístico, pero aquí se ve mucho la mano del periodista.

Arturo Pérez-Reverte: No; se ve la experiencia del periodista, que es distinto. El libro es una novela, es un falso libro documental, porque una novela puede adoptar mil formas, como lo del Diario del año de la peste, de Defoe. Lo que pasa es que es literatura, lo que pasa es que está tratado de una manera donde el periodista siempre ha sido útil; ha sido donde yo tenía que contar una insurrección en unas calles de Madrid, donde está la gente. Pues yo quería contar la historia de esa gente huérfana de gobierno, huérfana de todo, que corre por la calles buscando quién los dirija para pelear; el desconcierto de gente que se junta, se separa según viene la carga de la caballería; la incertidumbre, el miedo, el todo eso. Entonces, yo fui reportero muchos años, yo no estuve en el Dos de mayo en Madrid, pero he estado en lugares donde pasaron cosas parecidas o similares: Sarajevo, o el Bucarest de Ceaucescu. Lo que sí ha sido darle mi experiencia personal, mis recuerdos, mi manera. Yo he corrido por las calles no con caballos, pero sí con otros detrás y, entonces, ahí sí es donde el periodista mozo fue a acudir mi socorro. Esas escenas son realistas, son creíbles, porque el que las contó, las vivió antes, y sabe de qué está hablando, pero es una novela, sin duda, es literatura.

 

Almudena Cacho: Yo ya sé que te han preguntado por esto, pero seguramente la gente no lo ha escuchado y le gustaría saber si a ti te hubiera gustado estar allí para contarlo, o estas mucho más cómodo contándolo desde aquí. Obviamente, la realidad es la que es, pero haber sido testigo de un acontecimiento como aquel, quizás más parcial, porque la visión que uno tiene desde entonces es más limitada.

Arturo Pérez-Reverte: Bueno, si yo hubiera sido reportero, no me habría gustado perdérmelo en aquel momento. Perderte eso es como perderte la Guerra del Golfo, o perderte Sarajevo. Es un baldón en tu carrera profesional. Tenía que haber estado. Hubiera sido terrible no ver eso, pero, realmente, ahora que mirándolo desde aquí, desde la perspectiva actual, no lo tengo muy claro, porque ten en cuenta una cosa. Ese día, sobre todo lo que es la tragedia de la inteligencia; ese día, además, es que el asunto es complejo; ese día la gente sale a la calle no a defender la libertad ni la nación, sale a la calle a defender a un rey que era un hijo de la gran puta -y después lo demostró-, a defender a una iglesia, que estaba de parte de los franceses, como se demostró en las pastorales escritas por los obispos, que hablaban del ciego y necio vulgo que debe someterse al poder constituido, decían los obispos en ese momento; el 3 de mayo dijeron eso los obispos españoles; a defender unos valores aristocráticos y tradicionales que tenían al pueblo agarrado por el pescuezo. Es decir, ese pueblo analfabeto e inculto salió a la calle a pelear.

Hay una frase de Angel Ganivet, que cito en el epígrafe del libro, que define muy bien lo que fue el Dos de mayo y lo que fue el pueblo español entonces; dice: “los que dieron la cara no fueron, en verdad, los doctos; esos pasaron todo el sarampión napoleónico y en nombre de las ideas nuevas se hubieran dejado rapar como quintos e imponer el imperial uniforme; los que salvaron a España fueron los ignorantes, los que no sabían leer ni escribir”. El único papel decoroso que España ha representado en la política europea lo ha representado ese pueblo ignorante que un artista tan ignorante y genial como él, Goya, simbolizo en aquel hombre o fiera que, con los brazos abiertos, el pecho salido, desafiando con los ojos, ruge delante de las balas que lo asedian. Eso es el Dos de mayo, eso fue la Guerra de la Independencia y Goya, que era un tipo inteligente, lo vio muy bien. Goya era afrancesado, era liberal; cuando miras los cuadros de Goya, cuando miras los grabados de Goya, te das cuenta de que no hay buenos ni malos, de que Goya no está con ninguno de los dos; por eso Goya fue un pintor políticamente incorrecto. Goya no fue bien visto hasta mucho después. Preferían cuadros heroicos, cuadros con actitudes neoclásicas, serenas, héroes que van a morir por la patria con la bandera en alto. Goya estuvo proscrito, en ese sentido, como te digo. Entonces, cuando miras a Goya con detalle, cuando lo estudias despacio, entonces, te das cuenta que hay un pueblo cruel ignorante y bestial que está matando a un enemigo cruel y bestial. Entonces, te das cuenta de que ese día la inteligencia se quedó fuera; ese día los cultos, los doctos, sabían que lo suyo no era ni uno ni otro, que ese pueblo defendía una causa equivocada y que el enemigo, que era la modernidad, no podía ser abrazado porque era el enemigo. Esa es la gran tragedia, lo que después Unamuno repitió, yo creo que ese día es donde, por primera vez, el intelectual español tiene que elegir entre: el pasado rancio y oscuro y el futuro abierto y teóricamente luminoso. Todo eso es lo que..., pero claro, yo quería despojarlo, yo quería irme a ese tipo; yo quería ponerle cara y motivaciones al que está gritando en el cuadro de Goya.

 

Almudena Cacho: El que está gritando no pertenece al que siente traicionada su inteligencia y que no saben en qué lugar colocarse. Es un pueblo llano, muy distinto, en el que hay putas, rufianes, hay gente que pide salir de prisión para luchar y promete volver a ella -y de hecho lo hacen-, es un pueblo que está muy bien descrito, en el sentido de que uno lo vive muy cerca cuando lee cómo, armados con palos o con cuchillos de cocina, con agujas de hacer punto, se lanzan al francés, a clavarles la chaira por detrás de la coraza, y cómo se dejan la vida en el intento con una despreocupación que llama mucha la atención.

Arturo Pérez-Reverte: Era otra gente, era otro mundo. Además, iban al cielo. Eso es muy importante: iban al cielo si se morían. Entonces, no era como ahora; entonces, claro, era más fácil morir antes que ahora, en ese sentido. Pero, fíjate, hay una cosa que es muy singular. Cuando 18 años después viene el ejército francés -los 100.000 hijos de San Luis con el Duque Angulema- vienen a España a reponer en el trono a Fernando VII y a cargarse la Constitución , ese mismo pueblo lo recibe con abrazos; lo que demuestra muy bien por qué luchaban ese día, por la nación; ahí se equivocaron los liberales. Es que lo terrible del Dos de mayo, lo asombroso es que todo ese coraje, todo ese valor, toda esa locura de la gente, lo que hace en la calle, es por defender lo rancio, lo oscuro, lo peor; lo peor que hemos tenido en España, las sombras, la sacristía, la monarquía; esa monarquía que, entonces, era infame y corrupta absolutamente. Entonces, pregunta ¿qué habría sido de este país con otra gente? Todo ese sacrificio generoso, toda esa gente, ese coraje que demostró esa gente; esa gente educada, bien gobernada, ¿qué no habría sido capaz de hacer en un país más decente que este? Y, después, pero claro, no puedes evitar sentirte conmovido, cuando hablas, las mujeres. En la puerta de Toledo había un coracero francés -era un tipo que llevaba un caballo que medía dos metros- y el tipo medía 1,70 como mínimo, e iba además rebozado de acero; bueno, pues a esos tíos los pararon las Manolas del barrio de la Paloma con tijeras de pescadero y con navajas, a agarrarse a los caballos. Fue la segunda oleada la que por fin rompió la barrera de gente que había delante. Entonces, cuando estás moviéndote por ellos y les ves cara, Manola Sánchez, pescadera, mató a un francés y murió acuchillada a golpes; Paco Fernández, carpintero... Entonces, por una parte estas horrorizado, porque dices “¡qué bestias y que mal empleado ese valor y ese coraje!” y por otra parte dices, “yo el valor lo sigo admirando, prefiero un tipo equivocado, valiente a un tipo de razón y cobarde”. No lo puedo evitar; en eso soy muy elemental; creo que el valor sigue siendo una virtud. No podía evitar conmoverme ante todos estos ejemplos de nombres y apellidos que tenía delante, cuando estaba trabajando en el libro.

 

Almudena Cacho: Las mujeres tienen bastante presencia en el libro. Hay un fragmento, en las páginas 221 y 222, que dice: “la maja lo sabrán más tarde los artilleros, se llama Ramona García Sánchez, tiene 34 años, vive en la cercana calle de San Gregorio; al poco rato la releva un artillero, no es la única que en este momento participa en el combate, la inquilina del número 11 de la calle de San José, Clara del Rey, de 47 años, ayuda al teniente Arango y al artillero Sebastián Blanco a cargar y a apuntar uno de los cañones en compañía de su marido Juan González y sus tres hijos. Otras mujeres traen cartuchos, vino o agua, para los que pelean y entre ellas está la joven de 17 años Benita Pastrana, vecina del barrio, que salió a la calle al saber herido a su novio Francisco Sánchez Rodríguez, cerrajero de la plazuela del Gato. También combaten la malagueña Juana García, de 50 años, la vecina de la calle Francisca Olivares Muñoz, Juana Calderón que pasa fusiles a su marido José Beguí y una muchachita quinceañera que cruza a menudo la calle sin inmutarse por las descargas francesas, llevando en el delantal munición para su padre y el grupo de paisanos que disparan contra los franceses desde el huerto de las Maravillas, hasta que en una descarga cerrada cae muerta por una bala. El nombre de la joven nunca llegará a saberse con certeza aunque algunos testigos y vecinos afirman que se llama Manolita Malasaña. Aquí hay una relación de muchas mujeres que están, junto o no, a sus maridos, peleando; y hay como un afán por dejar sentado quiénes eran, lo que hacían, con quién convivían y en qué situación se encontraban en ese momento. Tuviste ese prurito de buscar cada nombre, cada situación y dejarla escrita.

Arturo Pérez-Reverte: Sí, sí, sí. Todo eso es auténtico. Ocurrió así. No sé si ella le dice el piropo al capitán o no; eso ya es la literatura. Pero el hecho es así. Porque realmente era asombroso: es que estaba estremecido. O sea, ver todas esas mujeres en la calle. Además, el 20% de los muertos fueron mujeres ese día, luchando, además, en la calle.

 

Almudena Cacho: Algunas a macetazos ¿no?

Arturo Pérez-Reverte: Sí, sí. Hombre de hecho hay un caso concreto, al subteniente Legrand, francés, -es el hijo del general Legrand-, es un joven guapo, apuesto -hay un retrato suyo por el que lo conocemos-, guapo, rubio, lo mató un macetazo en la calle del Barquillo. Una mujer le dio un macetazo, murió de esa manera tan poco gloriosa; una gloria del imperio francés allí en la calle. Entonces, bueno, la maceta y la navaja fueron las armas; entonces, bueno, el objetivo era justamente lo que tu dices. Yo recordaba, cuando traducía a Virgilio o Homero, que hacían los catálogos de las naves y de los guerreros y vienen tal, tal, y entonces, cuando peleaban, sabías que era fulano; y era mengano y era hijo de Ayas, o hijo de tal. Pues lo mismo, el citarlos a todos con nombres y apellidos y saber quiénes eran, sus profesiones, sus domicilios, puede parecer reiterativo, pero al final termina haciendo que el lector sepa que estamos hablando de seres humanos, no de entes abstractos, no de cuadros, no de grabados, no de épica; sino de vecinos, de gente que conoces.

 

Almudena Cacho: En las cuadrillas que se iban formando, ya hemos mencionado que era la gente del pueblo, 3.000 ó 4.000 personas que salen a la calle. Sólo un aristócrata que se involucra, el Marqués de Malpica, y hay un grupo, un puñado de militares que deciden hacerse fuertes y que son los que han pasado a la historia, y de los que seguramente conocemos los nombres, que son Luis Daoíz, Pedro Velarde -ambos son capitanes- y el teniente Jacinto Ruiz. Esta gente ¿por qué se mete en este fregado, sabiendo como sabían que no tenían el respaldo de la gente que portaba armas, de los suyos?

Arturo Pérez-Reverte: Hay dos casos. Ellos habían preparado una conspiración; los artilleros, una conspiración para sublevarse contra los franceses, pero la conspiración había sido frustrada porque el ministro de la guerra era afrancesado y frenó el asunto y lo deshizo. Lo estropeó.

 

Almudena Cacho: Pero había alguien con vergüenza torera, creo que...

Arturo Pérez-Reverte: Claro, pero lo que pasa es que ese día, cuando se monta el lío, entonces, ellos no pueden evitar por honor, digamos -para hoy en día es difícil de entender pero entonces era más fácil de entender- unirse al pueblo que está luchando y para mí son, además, dos personajes muy diferentes. Porque Velarde es el militar -los dos eran tipos cultos, eran tipos viajados, no eran malas bestias cuarteleras; eran militares de elite, digamos-, pero uno es exaltado, uno es el patriota exaltado, que es Velarde, que es el tipo la que le hierve la sangre, que dice “no puedo tolerar esto, hay que luchar, hay que morir con ellos” y Daoíz es el reflexivo, el tranquilo; le llamaban el abuelo, porque él tenía fama de ser un hombre muy sereno, muy equilibrado y muy frío. Pero, claro, ese día comprenden que había una orden de que el ejército no saliera a la calle -y no salió-, de no dar armas al pueblo y de mantenerse en los cuarteles. Al pueblo se le dejó abandonado y solo en la calle, ese pueblo huérfano en la calle, como me conmueve a mí cuando pienso en él, conmovió a Daoíz y a Velarde y dijeron “ese pueblo que va buscando quién los dirija” y, fíjate, que era la época cuando se iban buscando al cura y al aristócrata y al militar que para ellos era la autoridad, que los dirigieran. Pero buscaban aristócratas y militares para que los dirigieran en el combate, porque, claro, ellos solos no se veían con fuerza. Y, entonces, Daoíz y Velarde ven eso y, entonces, dicen “bueno, qué diablos, pues hay que morir; pues se muere y se muere. Y entonces El Álamo, por qué es nuestro Álamo. Además, lo he dicho alguna vez, es otra cosa que también me movió a esto, todo el mundo sabe quién fue David Crockett y el coronel Trevis y todos hemos oído hablar de El Álamo, hemos visto las películas, y este fue nuestro Álamo, este sí que es un Álamo de verdad: 30 militares, desertores prácticamente y 200 paisanos, durante tres horas aguantan en un patio que no tiene ni siquiera protección al ejército más poderoso del mundo. Le hacen 100 prisioneros y le hacen un montón de bajas y parece que hasta nos avergonzamos de ello. Entonces, decidí recuperar el tema. Este es nuestro Álamo, pues vamos a hablar de él; y he contado el Álamo del Dos de mayo. El Dos de mayo es una fecha, como te he dicho, que ha sido durante 200 años muy manipulada y muy apropiada por unos y por otros; todos han mojado en ella, de hecho. Fíjate, mientras Franco, mientras mi libro de texto franquista decía que Daoíz y Velarde eran los militares que llegaban al pueblo y el Dos de mayo la fecha heroica, en Buenos Aires, en el año 56, los republicanos exiliados españoles -donde hay, por cierto, un montón de vascos- que le llamaban el Dos de mayo, ellos también una fecha de libertad y de lucha del pueblo. Fíjate como puede la misma fecha verse de dos formas distintas. Pero ¿qué paso? Que cuando vino la democracia, al cargarnos todo el aparato ideológico franquista, todos los símbolos que estaban contaminados de franquismo -aquí uno le puso camisa azul al Cid y a Daoíz y a Velarde; les hizo falangistas prácticamente y tal-, entonces, al cargarnos eso, entonces la democracia española de la Constitución del 78, en vez de limpiar los símbolos de la memoria, en vez de limpiar la historia de la basura y dejarla otra vez válida para nuevas generaciones, dijimos “bueno, como está contaminada, por la ventana, y olvidamos”.

Entonces, el Dos de mayo empezó a gozar de mala prensa, una fecha, una fecha para franquista. Parece que el Dos de mayo lo hizo Franco, el patrioterismo barato. Entonces, fuimos olvidando, fuimos marginando, fuimos denostando una fecha absolutamente noble y legítima e interesantísima, además porque da a pie a mucho debate y a mucha discusión como se ha demostrado en esta los distintos enfoques políticos del asunto. Entonces, yo quería, pues lo que quise fue eso, quise recuperar la fecha, voy a recuperar, voy a intentar limpiar, en la modesta parte que me toca a mí como novelista, dejar otra vez el mito disponible para que el lector vaya, lea, comprenda y, a partir de ahí empiece, otra vez, si quiere, a discutir y a hablar. Entonces, bueno, quería que no se me olvidara decir que durante 20, 30 años hemos olvidado partes de nuestra historia que son fundamentales para comprendernos ahora. El Dos de mayo explica muchísimas cosas de la Historia de España. La gente, el saber por qué luchaban y quiénes eran los que lo hacían y quién no luchó y qué hizo cada cual. Entonces, bueno, creo que ahora el Dos de mayo, ahora viene la fecha. Entonces, yo no soy partidario de la conmemoración patriotera, bandera tal..., España. Eso no vale para nada, pero sí de que valga para debate para discutir para comprender que ese día empieza a marcarse las dos Españas. Ese día el pueblo estúpido, ignorante, inculto como todavía los somos en cierta forma, ahora se bate por una causa equivocada. O sea, hay un montón de ángulos interesantísimos para discutir y debatir desde la lucidez que deberían ser debatidos el Dos de mayo Y he querido, en cierta forma, contribuir a que el libro ayude a crear ese territorio, a limpiar ese territorio para hablar de el de nuevo.

 

Almudena Cacho: En ese sentido, nos vamos acercando rápidamente a la conmemoración al bicentenario y, por lo tanto, van a surgir muchos acontecimientos culturales en torno a él. Yo no sé si tu esperas también que el debate sea abierto; o también malas interpretaciones o manipulaciones de la fecha, en esta España de hoy.

Arturo Pérez-Reverte: Partiendo de una base: los políticos son analfabetos todos; pon que haya un 10% que no es analfabeto de los políticos. Entonces, me daba mucho miedo esto en manos de los políticos. Imagínate de los que hemos estado hablando, son temas muy delicados, hablamos de la ignorancia del español, la evolución de la historia, el concepto de nación, el concepto de patria, la lectura liberal o absolutista de un hecho glorioso objetivamente, imagínate eso en manos de un político baratero, no eso tal, me da terror. Cómo va a ser interpretado una fecha en la cual hay la palabra patria, la palabra España, la palabra nación, la palabra libertad, la palabra valor, la palabra coraje, la palabra honor, la palabra dignidad, son moneda corriente, se manejaban, porque realmente forman parte, son ingredientes del Dos de mayo. Pon eso en boca de un político que sabe que va a salir en el telediario a mediodía o por la noche, y va a durar 30 minutos su intervención. Me da terror. Entonces, bueno, eso, digamos, que ojalá sean los historiadores quienes hagan esa lectura y no los políticos, porque entonces estamos listos.

 

Almudena Cacho: Además de todo lo que has dicho, hay además una sensación terrible de pérdida en lo que pasa en las calles de Madrid, cuando la gente cae, cuando los cadáveres se amontonan en las esquinas; cuando se ve esa vergüenza torera que hace a la gente lanzarse a la muerte con un poco..., como con indiferencia, como el suicidio lúcido de Daoíz. Bueno, sé lo que va a pasar, aquí voy a decir mis últimas palabras, pero voy a ello, pero también siente uno, un poco, esa impotencia de la guerra y la muerte por la muerte.

Arturo Pérez-Reverte: Pero, claro, es que pasa una cosa. Lo que no podemos tampoco es juzgar los motivos de esa gente con la visión ética, moral, social, actual, que tenemos en el año 2008, porque era otro mundo. Por ejemplo, iban al cielo, que eso es fundamental. Es que hay que entenderlo, entender eso, entender otras cosas: iban al cielo al morirse, eso era fundamental.

 

Almudena Cacho: ¿Tu a esto lo has llamado Intifada? Algo tendrá que ver.

Arturo Pérez-Reverte: Al principio dije Kale Borroka, pero Kale Borroka no es el término, no es lo bastante noble para usarlo. Así, utilicé la palabra Intifada, me parece más noble Intifada que Kale Borroka. Es una Intifada, en realidad, es el pueblo furioso haciendo valer lo que cree que son sus derechos y, bueno, pero claro, insisto la palabra horror. Lo que estaba diciendo antes de irme a lo otro, no podemos juzgarlos, morir entonces era muy fácil. La gente con una expectativa de vida alta eran los cuarenta, cuarenta y cinco, cincuenta años, eso ya era llegar muy bien, llegar a mayor. Montaigne, en sus ensayos, -que ahora me estoy releyendo otra vez la edición estupenda que ha hecho Acantilado-, dice, “yo tengo 35-40 años y ya he llegado al final de mi vida”. Es que era otra manera de ver la vida. Entonces, claro, que la gente estuviera dispuesta a morir con facilidad, a sacrificarse, a pelear, a matar y a morir, ahora lo vemos de forma muy distinta. Depende. A veces no lo vemos tan distante, pero entonces sí, y por eso tenemos que juzgarlos como eran ellos.

 

Almudena Cacho: La carnicería en que se convirtieron las calles y las plazas de Madrid. Hay una descripción de la muerte de unos de los presos de la cárcel real, cuéntalo cómo fue lo de la Cárcel Real.

Arturo Pérez-Reverte: Es que eso fue maravilloso. En mitad del jaleo, en la Cárcel Real hay unos 90 presos y entonces mandan una carta al director diciendo que ellos, en vista de que la patria está en peligro, que quieren salían a la calle a luchar por la patria y que piden permiso para salir, prometiendo volver todos si los dejan salir. Y el director, acojonado porque se le sublevan, los deja salir. Y salen a la calle la mitad de los presos, salen unos 50, pelean, toman un cañón francés, matan franceses y vuelven, menos dos mueren. Uno desaparecido en el combate: se supone que murió. Uno sólo no regresa. Y los demás todos se presentan al día siguiente por la mañana. Me los imagino volviendo, menuda foto, con dientes de oro de los franceses, con todo el botín, los tatuajes. Imagínate a gente saliendo y entrando; a veces, pienso que si esta historia hubiese sido una historia francesa o inglesa o americana tendríamos películas, tendríamos series de televisión sobre todo esto. Pero, claro, era española.

 

Almudena Cacho: Habrá película.

Arturo Pérez-Reverte: Hay una película. La está haciendo Garci, pero no sé nada de ella. Hay una exposición que me han encargado sobre el Dos de mayo. No puedo contarte mucho, porque todavía no se ha presentado oficialmente. Una exposición audiovisual, muy moderna y muy potente con muchas cosas y tal..., sobre todo, pensando en chicos y en colegios, y me han hecho comisario de ella. Así que, me supongo, la voy a vigilar un poco hasta que se inaugure en mayo. Pero, bueno, eso es otra cosa.

 

Almudena Cacho: Bueno, y hablando de chicos y de educación y de lo que se puede aprender o no, o lo que se ha ignorado o lo que estamos ignorando o lo que ignoramos. Ahora mismo, pues, para mucha gente, generaciones muy jóvenes, probablemente el Dos de mayo no es ni un recuerdo mítico.

Arturo Pérez-Reverte: No es nada, no está ni en los libros de texto.

 

Almudena Cacho: Probablemente ni exista y a todos esos chavales que a lo mejor pasan por esa exposición que estas montando tú, ¿que les dirías del Dos de mayo?

Arturo Pérez-Reverte: Pues lo que les digo a los que ahora me escriben con esto: Que es que España está llena de episodios interesantes y que España solamente la entiendes así. O sea, España es un lugar muy complejo, lleno de españoles que lo hace más complejo todavía. No, no; el español es un ser complejísimo, es un ser muy peligroso. Napoleón estaba acostumbrado: llegaba a Alemania ganaba la batalla, la batalla que fuera, llegaba el policía alemán “a sus ordenes emperador, qué hay que hacer, a quién tengo que detener” decía el policía alemán; pues “detenga a esos”. Entonces, el país entero estaba derrotado, al servicio del ocupante. Pero en España no. No se dio cuenta dónde se metía: aquí cada uno va por su cuenta, la navaja es facilísima, aquí derrotabas a uno y te salía otro, y el que derrotabas, se rendía, pero al día siguiente se subleva otra vez. Además no había dos españoles de acuerdo en nada, ni siquiera en rendirse. Con lo cual, “me rindo”, “pues eres un traidor”, “pues yo no me rindo, te jodes”. Eso fue, entonces. Claro, esto era imposible de controlar. Yo me imagino, además, la guerrilla, esa es otra, la guerrilla. Se nos ha vendido también una guerrilla heroica, una guerrilla patriótica; echados todos al monte a luchar por la libertad. La guerrilla era la pera: bandidos, saqueadores, llevaban a la gente forzosa, se llevaban el ganado, mataban, violaban. También hacían atrocidades. Caer en manos de la guerrilla debía de ser espantoso, peor que te cogieran los indios comanches; horroroso. Claro, esto era España, una España muy bronca, muy de navaja, muy puñetera. Entonces, claro, es una fecha muy interesante. Entonces, claro, entender esta España de ahora, es posible cuando miras hacia atrás. Por eso yo le doy tanta importancia a la historia. Yo creo que hay dos tipos de historia, de libros de historia. Uno es -los dos respetables-, uno es la historia tipo Walter Scott, por citar a un no español, la historia pastiche: cómo eran las cruzadas, Ana Bolena. Otra es la historia que te permite comprender el presente, la que vincula pasado y presente. Y esa es la historia útil de verdad, porque te evita entender. Cuando yo hago Alatriste, estoy intentado explicar la España de ahora a través de la memoria. Una cosa que me gusta mucho, cuando me llegan las cartas de los chicos que leen los libros, la sorpresa agradecida de chicos con ganas de saber que no disponen de los medios. Me pregunta esta mañana un periodista “por qué hay tanta novela histórica”, porque la han borrado de los colegios, porque la gente que necesita saber de dónde viene, necesita saber que no es huérfana; si no tiene en el colegio, tiene que ir a buscarlo al Corte Ingles.

 

Almudena Cacho: Y, por poner un ejemplo, cuál sería alguna de las cuestiones que a través de las claves aprendidas un Dos de mayo, explican cómo somos hoy.

Arturo Pérez-Reverte: El Dos de mayo se inició un proceso muy complejo contra un enemigo equivocado, o sea, el Dos de mayo, la paradoja es que es una fecha de lo más glorioso, de lo más admirable en lo épico, de los más conmovedora en lo social y en lo humano, pero de lo más terrible en lo ideológico porque ese día nos echamos la losa encima. El Dos de mayo España se manifiesta una España oscura y reaccionaria que al final se terminaría imponiendo y que todavía hoy la estamos viviendo; el Dos de mayo se frustra la modernidad. Tuvimos un XVIII estupendo. Cuando miras el siglo XVIII te das cuenta de que España estaba saliendo de todo aquella historia de los Austrias; teníamos gente culta, las ideas nuevas que venían, ministros, reyes como Carlos III, ministros como Floridablanca, marinos ilustres, pensadores, Jovellanos, Jorge Juan, gente brillantísima, había una modernidad que estaba a la vuelta de la esquina, estaba a punto de llegar. En Francia hubo una guillotina; ahora ya no es momento de guillotinas, pero entonces sí lo fue. Si esa guillotina hubiese en su momento actuado y hubiera seccionado las cabezas de tanto obispo, de tanto rey, de tanta aristócrata que estaba frenando esa modernidad, España sería diferente. Pero fallamos. No hubo suerte, no hubo cojones, no hubo lo que fuera, no la hubo. Pero, aún así, ese mundo venía, de una u otra forma hubiera llegado, tarde o temprano, y estaba asomando tras la esquina. Esa burguesía liberal que empezaba a necesitar a aceptar el credo calvinista de que ser burgués y ganar dinero es bueno para un país y al mismo tiempo Dios te bendice. Había una modernidad que estaba, como te digo, que estaba llegando ya y que hubiera llegado, tarde o temprano, y esa gente, gente como Moratín, como Jovellanos, como el propio Goya, lo hubiera hecho posible tarde o temprano. Pero esta guerra maldita cuando vino Napoleón, obligó a elegir. Entonces, esa gente culta, esa gente preparada, que estaba mirando hacia el futuro ya, tuvo que elegir entre ser traidor a sus vecinos que luchaban por volver atrás o ser traidor a sus ideas que venían por el horizonte. Entonces claro, el hombre de honor elegía su Daoíz, elegía a sus vecinos, cómo no. Si pelea Paco y Mariano cómo no vas a salir a luchar tú. Eso es lo terrible. Entonces, claro, esa modernidad quedó frustrada, esa esperanza de que España fuera diferente desapareció a partir del Dos de mayo. Y esa guerra terrible. Fíjate que la Constitución del 12, en cuanto llegó Fernando VII se la cargó y terminó con ella. Entonces, lo terrible de ser lúcido y leer libros es que te das cuenta de la tragedia que tiene el ser español. Cuando estamos a punto de levantar la cabeza, a punto de abrir la ventana, llega Napoleón y nos revienta el futuro. Entonces, hoy, todavía hoy, esta España todavía feudal, permítanme foral, insolidaria a veces, esta España que no ha sido de ciudadanos sino que ha sido de pueblos y de caciques, que lo sigue siempre de aristócratas, de curas y de todo lo demás -no quiero meterme en jardines complejos- hoy, esta España, digamos, que no es como Francia o no es como Inglaterra o no es como Alemania, para lo bueno y para lo malo, quizá hubiera sido diferente, quizá hoy no habría problemas que tenemos ahora, quizás no estaríamos hablando de nación ni de nacionalidades, quizá estaría todo muy claro hoy en día quizá no, quizá habría una bandera española en los colegios. Da igual en qué colegios. Como en Francia, tú estas en Bretaña y hay una bandera española en el colegio francés, qué más da. Estamos hablando de otra cosa, estamos hablando de la plaza pública, el lugar donde ocurren cosas, donde estamos todos. Ese tipo de cosas. Yo, es que soy jacobino. Como es evidente, yo soy más de los de ahí, desde mi punto de vista, que puedo estar equivocado, por supuesto. Yo creo que esa España posible, esa España nación de ciudadanos conscientes, cultos, libres, fue imposible a raíz de la Guerra de la Independencia. Entonces , paradójicamente, esta gesta heroica, admirable, que me conmueve, que me pone la piel de gallina cuando pienso en Manola Fernández o en Paco Sánchez, cuando los miro desde lejos, cuando los miro como conjunto de animales de recua analfabeta, luchando por un rey que era incapaz y corrupto, por unos curas que los traicionaban, por una España oscura y feudal, me doy cuenta de que no. Entonces, ese dolor que tengo como paisano de esta gente, me dura todavía ahora, y digo “¡qué lástima, quizás sin esa guerra España sería un país decente y normal y no lo que es ahora!”.

 

Almudena Cacho: Las nacionalidades. Ha salido la palabra, nación, nacioanalidades, quizás las cosas fueran diferentes. La España de los pueblos o de las nacionalidades o de las naciones, depende de quién lo diga, ¿cómo contemplarán el Dos de mayo?

Arturo Pérez-Reverte: Harán sus lecturas. Justamente lo que me temo que cada uno hará una lectura según el interés político del momento. Hay unas elecciones ahora, después un resultado electoral, pero la certeza, estoy seguro que hablarán del Dos de mayo. Quienes no saben qué es el Dos de mayo, ni siquiera habrán leído este libro ni ningún otro. Lo terrible es que hablar del Dos de mayo, quien no tiene el menor interés por el tema, únicamente un interés concreto, táctico, digamos. Pero será una fecha, ya verás, habrá muchísimo ruido en torno al tema, pero ruido malo, confusión.

 

Almudena Cacho: ¿Este libro se puede llevar a las escuelas?

Arturo Pérez-Reverte: No sé según cada profesor.

 

Almudena Cacho: Pero alguno hay que ya lo ha preguntado.

Arturo Pérez-Reverte: Sí, sí, sí. De hecho hay profesores que ya lo están utilizando en las escuelas. Porque vale como punto de partida. Este libro, o cualquier libro que tenga que ver con eso, en ese tipo de lectura; porque es un libro limpio, es decir, es un libro no contaminado ideológicamente. He procurado que no lo sea. No puedo evitar en algún momento sentir la simpatía instintiva por gente que hace lo que hacen estos tíos, pero es un libro que no se implica, no es un libro patriotero ni patriótico; es un libro limpio, en ese sentido justamente, porque lo que he querido ha sido evitar lo que ha ocurrido en este tiempo. Digamos que, en ese sentido, si me permites la cosa, es más limpio y espero que entiendan bien lo que quiero decir, no es una pedantería, es más limpio que el de Galdós; en el sentido de que Galdós sí está hablando de una nación de ciudadanos que pelean, Galdós tiene fe, Galdós cuando exhibe este libro es cuando España está en un debate político muy interesante; entonces Galdós hace profesión de fe liberal en este libro, Galdós cree en las virtudes del pueblo cuya gesta está contando, Galdós tiene fe. Yo no tengo la fe que tenía Galdós, yo no creo en esas virtudes, con lo cual en ese sentido, digamos, esta historia. Han pasado 100 años. Yo tengo la ventaja que tengo 100 años más que Galdós para plantearme el asunto; yo tengo peor concepto del español que el que tenía Galdós. Y esto hace que este libro sea, en ese sentido, insisto, entiéndalo como lo quiero decir, más objetivo, más incontaminado de ideología en ese momento que el de Galdós, dicho de alguna forma.

 

Almudena Cacho: ¿Algunos de los episodios narrados, investigados, los documentados te impresionó más que otros?

Arturo Pérez-Reverte: Las mujeres mucho. Los niños; hay dos niños de 12 años que son cadete de guardias que mueren luchando y uno de 11 años que muere con sus hermanos luchando con ellos. Un combate en el cual están luchando niños de 11 y 12 años, mujeres, ancianos de 80, militares desertores, mercenarios. Hay guardias balonas, que son suizos, soldados suizos, húngaros, alsacianos que desertan, que estaban con los españoles y luchan con los españoles, pero, sobre todo, lo que me conmueve es la ingenuidad, creían que eso servía para algo. Cuándo vienen los militares, cuándo se sublevan, estaban todos esperando que toda España los apoyara y se van quedando solos. Van pasando las horas, y se van quedando solos, como en las películas; pero es que es verdad, se van quedando solos en el Álamo. “¿Cuándo vienen?” “Pronto, pronto”. Y no viene nadie y van cayendo y van cayendo y al final están solos. Entonces, ese valor ingenuo, ese coraje ingenuo, ese pensar que no estaban solos cuando lo estaban, que la gente de orden se quedó en sus casas, la gente de dinero se quedó en sus casas, todo el mundo se quedó allí mirando. Es decir, lucharon 3.000, 4.000 como mucho. Eso es lo que conmueve. Insisto, el pueblo equivocado o no -y por eso hago una distinción muy clara, me da igual que en ese terreno, me da igual que la ideología, por qué lucharon o no, el coraje-, el valor individual me conmueven y sobre todo me hace pensar lo que siempre pienso, “que buen vasallo si tuviera buen señor”. ¿Qué habría sido de esa gente si hubiera sido culta, si hubiera sido educada, si hubiera sido bien gobernada, si ese esfuerzo en lugar de en destripar franceses, se hubiera orientado hacia el progreso, trabajar, comerciar, vivir, engrandecerse hacia la vida? ¡Qué diferente sería España con esa misma gente, pero con otros, dirigiéndolos gobernantes! y eso es lo que más me conmueve, lo que más me entristece.

 

Almudena Cacho: La Iglesia antes lo decías no se comportó, no estaba al lado.

Arturo Pérez-Reverte: Estaba contra ellos.

 

Almudena Cacho: Si hubo alguno en la revuelta y algunos murieron.

Arturo Pérez-Reverte: Uno fusilado. Goya lo pinta. Se llamaba Ignacio Gallego Díaz. Fue fusilado en la noche del Dos de mayo y otros dos fueron heridos en combate, que yo sepa hubo 4 luchando ese día.

 

Almudena Cacho: Hay uno que muere dando la extremaunción; eso está documentado.

Arturo Pérez-Reverte: Ah, no, perdón; sí ese es el cuarto, ese estaba dando la extremaunción a un preso. No luchó; salió a darles los oleos a un muerto que estaba en la puerta y un francés le pegó un tiro y lo mató. Vio una sotana y le tiró. La iglesia, es muy interesante, la iglesia estaba con Napoleón. Napoleón había restaurado ya la monarquía y la Iglesia en Francia; Napoleón estaba ya bien visto por la Iglesia , entonces. Los obispos españoles pronapoleónicos, estaban con el poder, con el que mandaba, como siempre; entonces, al día siguiente del Dos de mayo, hay dos pastorales hablando del “ciego y necio vulgo”, diciendo que el vulgo debe estar sometido y que es Dios solamente quien pone y quita reyes. Sólo que después, cuando la guerra empieza, empieza todo el follón; entonces la iglesia se va pasando poco al poco al bando de los que van venciendo, como suele hacer también. Aun así, después de la guerra, 16 obispos fueron acusados de afrancesados y se les abrió proceso; nunca se les hizo nada, pero se les hizo investigación porque habían sido, claramente, 16 obispos claramente afrancesados, El alto clero estuvo de parte del poder, cuando hubo otro poder, y el bajo clero sí terminó…

 

Almudena Cacho: Pero era un poder, efectivamente, de parte; no era esa idea que anima a los intelectuales de estar con aquello que podría traer la luz a la oscuridad.

Arturo Pérez-Reverte: No, no; todo lo contrario. Era porque Napoleón garantiza el orden público, el culto, la estabilidad. La Iglesia quería eso; a mi quién me garantiza es esto y el Rey mejor. Pero ya que no está el Rey, viene otro Rey; bueno, pues el que sea. Sobre todo, ten en cuenta que la Revolución Francesa había ocurrido hacía nada. Tenían verdadero terror. Por eso la gente no salió; por eso cuando la gente salió a la calle a luchar, las clases bajas, como te digo, las clases altas, se quedaron en sus casa, porque esto es el mismo vulgo que ha hecho una revolución francesa. “¡Ojo, a ver cómo termina esto!” Hay un ejemplo clarísimo, que es el de Antonio Alcalá Galiano, que luego fue liberal de Cádiz, constitucionalista, hijo del que murió en Trafalgar, de Dioniosio Alcalá Galiano, que él cuenta en sus memorias; que tenía 17 años, salió a la calle a luchar; tenía una novia y quería hacer algo heroico esa jornada; se junta con un grupo que era todo gente del pueblo y dice “¿qué hago yo con esta gente?” y se fue a su casa y dijo “estos no son los míos” y estuvo buscando y no vio a nadie de su clase para luchar. E eso es muy significativo. Entonces, en el Dos de mayo luchó la gente que luchó y los dos desconfiaban de ello. Era demasiado puro, demasiado vulgo, demasiado “ciego y necio vulgo” y eso fue lo que hizo que se quedaran solos.

 

Almudena Cacho: Y luego, además, los intelectuales de la época, los ilustrados sabían bien quién era el ejército francés, pero no parecían saberlo los que salieron a la calle en Madrid.

Arturo Pérez-Reverte: Es que creían, por eso digo, que no fue un impulso racional, pensaban que saliendo a la calle a matar franceses toda España se iba a sublevar y los iban todos a acompañar y se equivocaron.

 

Almudena Cacho: Eso es muy español.

Arturo Pérez-Reverte: Muy español: la Intifada esa de navaja y…

 

Almudena Cacho: Es muy cinematográfico también las descripciones de algunos de los acontecimientos en los que cae gente. A mí me impresionó mucho leer, yo creo que eso fue en Monte León, cómo le alcanza la cadera una bala francesa a uno de los combatientes franceses y se oye el chasquido de la cadera.

Arturo Pérez-Reverte: Bueno es que las balas cuando te pegan hacen ruido.

 

Almudena Cacho: Y también el chas, chas de las navajas.

Arturo Pérez-Reverte: En los combates hay muchos ruidos y yo, quizá, por la costumbre profesional los asocio con, por ejemplo, tú cuando oyes un tiro, un herido, tú no oyes el tiro que le pega. Si tú estas con un tipo al que hieren, tú no oyes el tiro, como en las películas; hay algo que tu oyes, chack y hay un chasquido y ese tío se cae al suelo; la bala ha sonado lejos, o la oyes lejos o apagada; lo que oyes es el crujido del hueso al romperse, o el chasquido de la bala al pegar en la carne y el gemido, o el tipo que normalmente se desmaya en el cuerpo. Eso que lo he visto, entonces, lo traslado ahí. Por eso tiene ese aspecto, digamos, realista; bueno, porque no me lo han contado, eso no se puede contar.

 

Almudena Cacho: Hablamos de los españoles de Madrid pero y ¿los franceses que estaban en Madrid cómo reprimieron la revuelta?

Arturo Pérez-Reverte: Con mucha crueldad. Ten en cuenta que los españoles éramos unas malas bestias, éramos despreciables. Ahí nos subestimaron, claro. Pero los franceses, para ellos el español era un animal al que había que exterminar ese día. Y salieron a exterminar y, de hecho, las ejecuciones fueron crudelísimas. Además, Murat era una mala bestia, era una bestia cuartelera. Generales de Napoleón que eran tipos inteligentes, mira Bernadotte, que al final terminó siendo rey de Suecia. Pero este era un animal de bellota y este tío hizo una represión brutal: dijo “esto lo paro yo con dos mosquetazos”; y ya ves, la guerra que tuvo a la que dio lugar.

 

Almudena Cacho: ¿Qué atracción tiene para ti este tipo de relatos, este tipo de episodios bélicos que enmarcaron de tu vida profesional? No estaba tomando distancia, es la costumbre. De tu vida profesional, ahora como escritor también.

Arturo Pérez-Reverte: Bueno, no todas mis novelas tocan temas bélicos. Lo que pasa es que, primero, yo he pasado 21 años en países en guerra. Dicho aquí suena raro, pero la guerra forma parte de mi vida. Es decir, yo todavía me muevo por reflejos profesionales; es decir, hay sol y sombra, hay frío y viento, y me muevo igual que me movía en Sarajevo. Busco en lo bueno y en lo malo. Y, bueno, todavía tengo reflejos, actitudes y mecanismos personales que tienen que ver con esa vida que tuve durante tanto tiempo. Y hay días que todavía me despierto o sueño en aquellos sitios. Que, bueno, eso es algo que está muy presente en mi vida. Pero, aparte de eso que es concreto y es específico, no es la guerra, es la historia. Pero es que la historia está vinculada a la guerra, es que la historia antes se hacían con guerras -también ahora se hacen con guerras-, lo que pasa es que ahora nos negamos a aceptarlo, ahora la guerra es políticamente incorrecta, con lo cual procuramos la palabra guerra: no utilizarla. Pero la historia se ha hecho con guerras siempre, con conflictos armados entre naciones, entre países y entre gentes. Nos hemos unido y desunido. Con guerras y con matanzas. Y, bueno, hay que asumirlo como tal y, sobre todo, además, un país tan complejo como España solamente se explica con su historia. Entonces, bueno, recorriendo esa historia me entiendo mejor a mí mismo. Entiendo mejor el lugar en el que estoy. Aparte, es muy interesante poder mirar esta España a la luz de aquella España. O sea, no entiendo cómo la gente que puede hacerlo no lo hace, cómo hay gente capaz de privarse de ese placer y de ese enriquecimiento personal: mirar cada piedra, cada nombre de calle, cada monumento, cada paisaje a la luz de todo lo que ocurrió ahí. De todo tuvo lugar en torno a eso: calle Paco Martínez, ¿quién fue Martínez?, y aquí fue la batalla de tal ¿y por qué fue la batalla?, ¿y por qué hubo 7.000 muertos? El Dos de mayo yo iba por la calle de Madrid con varios mapas, de ahora y de antes, y decía “a ver, calle Toledo, está en cuesta”. Ahora, claro, entiendo por qué murieron tantos. Tenían que huir cuesta arriba con los caballos detrás. Entonces, claro me paraba allí y me quedaba estremecido: “claro es que corrían, corrían cuesta arriba para los caballos detrás por eso les pillada o por qué en la esquina tal murieron 7 tíos; voy y un callejón sin salida; claro los acorralaron. Es conmovedor. Vas viendo lo que ocurrió y gracias a los libros que te permiten entenderlo y eso vale para ir a Waterloo, para ir a Roma, o a la Muralla de China. Los libros es algo que nos permiten comprender y amueblamos lugares con ellos. Es maravilloso. ¿Cómo se puede ser tan gilipollas de no hacer eso que, además, es tan barato? Porque basta la imaginación y basta un libro. Para mí escribir es también lo mismo; escribir es amueblarme el mundo actual. Cuando escribo Alatriste me entiendo a mí, entiendo la España actual, entiendo por qué la Inquisición , los curas, por qué somos como somos. Cuando leo a Jovellanos, cuando leo a Vigilio, entiendo lo que pasó. Y escribir es una forma de hacer más intenso, obligarme. Durante dos años estoy obligado a aprenderlo todo sobre aquello en lo que estoy trabajando. Entonces, claro, salgo de eso vitaminado de una forma maravillosa. Digo “a ver, la siguiente”. Es una felicidad, es una forma estupenda de vivir. ¡Soy un privilegiado!

 

Almudena Cacho: Señoras y caballeros pues, Un día de cólera, Arturo Pérez-Reverte.