El lado femenino
Hay
un elemento constante en la obra de Arturo Pérez-Reverte, quizá
hablar de ello sea tan sólo darle una nueva vuelta de tuerca. Nos
referimos a la importancia de los personajes femeninos en las novelas y
relatos de este autor.
En múltiples entrevistas se le ha preguntado cuál es su fijación respecto a nosotras, las mujeres, por qué siempre incorpora a sus narraciones unos personajes femeninos tan fuertes y profundos. La pregunta siempre obtiene la misma respuesta, la cual sea haya en la fascinación de Reverte hacia las mujeres (en el buen sentido) como seres complejos y ¿misteriosos?
Realmente las mujeres de Reverte son fuertes, independientes y siempre cruciales en el desarrollo de la historia, desde el punto de vista literario.
Son muchos los ejemplos que podrían ilustrar esta afirmación: Adela Otero (El maestro de esgrima); María (Un asunto de honor); Makarova y Zizi (El club Dumas), aunque aquí se le podría recriminar el haber utilizado el tópico butch/femme, y, en esta misma novela, Diana Taillefer e Irene; Macarena, Julia, Menchu... Es una lista muy amplia.
Dice Reverte que las mujeres poseemos cosas que los hombres jamás podrán tener, conocimientos de origen casi biológico... Y quizá sea cierto.
Al fin y al cabo, nosotras somos hijas, hermanas, amigas, amantes, madres... Y, como dice Reverte, conocemos desde nuestra más tierna infancia cosas que a los hombres les cuesta media vida aprender.
Es de agradecer que se rompa de este modo con los tópicos literario (y sociales) que siempre han planteado a la mujer como alguien que debe ser protegido, como un personaje secundario y nunca como la heroína, como el elemento motor que es en realidad.
Tal
vez el corsario Reverte nos esté dando a conocer cuál es
su parte más femenina o nos invite a conocer la nuestra.