(Artículo aparecido en prensa, escrito por Carlos Rubio)
MADRID.- Para el escritor español
Arturo Pérez-Reverte su nuevo libro Patente de corso (Editorial
Alfaguara), es un ejercicio muy personal y no tiene objetivos ni pretende
nada. Es un ajuste de cuentas, dijo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951),
quien no ha querido presentación alguna de Patente de corso. “Nunca
había pensado sacar estos artículos como libro y de hecho
me resisto a eso”, dice el escritor. Pero un amigo suyo, J. L. Martín
Nogales, de la Universidad de Pamplona, hizo un trabajo sobre ellos y al
final le convenció. El hizo la selección y la iniciativa
no ha sido suya, justifica. En ese sentido se siente poco responsable de
que el libro se publique como tal. Pérez-Reverte señala que
esos artículos dominicales de la revista El Suplemento, que se distribuye
en 24 periódicos regionales españoles, “es mi única
vinculación con el periodismo en este momento. Es una página
en la cual tampoco hablo de información, sino de todo. Y hay una
cosa que los caracteriza: son artículos absolutamente subjetivos,
no pretendo ser objetivo, ni constructivo; son visiones muy personales,
en general, sobre aquello que me desagrada, a veces son ataques violentos
contra políticos o defensas acaloradas de mis amigos; es una especie
de reflexión semanal que hago en voz alta”.
¿Cree que el artículo es el verdadero punto intermedio entre la literatura y el periodismo?
“Yo creo que es el único lugar donde se dan cita mis dos profesiones. Toda mi vida he procurado mantener a distancia las profesiones de escritor y periodista".
“De hecho, creo que se deben mantener a distancia, porque si se contaminan mutuamente es muy peligroso para ambos géneros. Sin embargo, este es una especie de territorio intermedio en el cual sí pueden tocarse ambos géneros. Justamente, quizá sea en los artículos donde mezclo mi visión del mundo como escritor y como periodista. Y de ese doble punto de vista salen estos artículos tan diversos, porque hay días en que me siento más escritor y otros en que me siento más periodista”.
Pérez-Reverte recomienda a los mexicanos un artículo sobre Sanborns de los Azulejos, donde habla de unas postales de la Revolución Mexicana. “Hay algunos dedicados a México, hay uno que habla de Pancho Villa, de la cantina donde está el tiro en el techo”.
De Noticias Disfrazadas
En calidad de lector de periódicos, ¿cómo ve el ejercicio del periodismo actual?
“En España hay un problema grave y es que el periodismo se ha contaminado de opinión. Por eso creo que Patente de corso es periodismo, en realidad, porque son opiniones personales, y como tales deben entenderse. Pero creo que el periodismo normal, el de “infantería”, digamos, debe ser un periodismo informativo; es la base fundamental. Yo creo que en España, y en otros países, el periodismo es opinión, y entonces el lector queda desorientado porque le están dando, disfrazado de información, de noticia, algo que es una interpretación a cargo del intermediario que es el periodista.
“A mí me producen mucha desconfianza todos aquellos informadores que no declaran su condición de opinadores abiertamente, sino que la camuflan como información, eso produce a la larga efectos muy graves. Mis artículos son opinión subjetiva porque, entre otras cosas, como periodista aprendí muy pronto que la objetividad es una quimera y no tiene nada que ver con nuestro oficio. Así que puestos a no serlo, prefiero no serlo abiertamente a andar camuflando eso”.
Un lector poco enterado, ¿encontrará algo que le permita entrar al mundo de Pérez-Reverte?
“La mayor parte de mis novelas y de mi mundo narrativo está ahí. Quien lee ese libro comprende cantidad de cosas que están en mis novelas. Para un lector fiel ese libro permite conocer los mecanismos interiores, las opiniones reales del autor que ellos leen. Hay cantidad de elementos, de constantes, de temas como el honor, la amistad, el arte, que ahí es donde se develan. Hay que imaginar que si una novela fuese un reloj donde se ve la hora, Patente de corso sería asomarse a la maquinaria interior del reloj que permite ver por qué y qué tipo de hora estamos dando”.
El autor tampoco pretende exponer en estos artículos su personal “ideología”, sin embargo, sí son, dice él, “una mirada con la cual yo -después de haber sido 21 años reportero y seis novelista y un lector empedernido, y después de todo el currículum, como cada cual tiene el suyo- mido el mundo real, a los políticos, a los que desprecio, a los compañeros, amigos, a los recuerdos, a la memoria, a la guerra, la paz, la sociedad, la gente que va el domingo a hacerse una barbacoa, a la navegación, y es la primera vez que cualquier lector puede asomarse a lo que es mi visión real del mundo, y no una visión tamizada por la ficción o por la irrealidad de la novela”.
Una Novela de las “Gordas”
Pérez-Reverte trabaja actualmente
en una novela que saldrá el año entrante, “tipo La piel
del tambor o El club Dumas, de las gordas como yo digo. En el registro
del mundo de mis novelas de siempre”.
Mientras termina esa novela, este año
verá la luz una tercera entrega, para noviembre o diciembre, de
la saga del Capitán Alatriste, cuyos primeros dos volúmenes
llevan vendidos cerca de 450 mil ejemplares sólo en España.
“En Francia”, comenta Pérez-Reverte,
“salió hace apenas 20 días y lleva vendidos ya 40 mil ejemplares.
Ha sido una cosa que no me esperaba. Lo que pasa es que me crea problemas,
porque era un personaje creado por pura diversión y ahora me lo
estoy tomando mucho más en serio, la gente me pide, me llama y me
escribe y ahora comprendo por qué Connan Doyle mató a Sherlock
Holmes, porque se volvió muy
molesto”.
Por si el éxito de sus libros fuera poco, en estos momentos el prestigioso cineasta Roman Polanski filma El club Dumas con las actuaciones de Johnny Deep, Emmanuelle Seignet y Frank Langela.
“De esas cosas del cine”, afirma el escritor, “es mejor mantenerse fuera. Estuve charlando con Polanski, preparando un poco la historia, pero después me quité de en medio porque es una película y el escritor no hace más que molestar. Y además no te hacen ni puto caso".
“Si yo vendo una película al cine sé lo que hago, sé por qué la vendo, sobre todo por dinero y porque además una película siempre ayuda, hay gente que nunca iría a la librería a comprar un libro, y es entonces una forma de promocionarlo además. Pero también sé lo que significa el cine y sé que siempre es una traición del texto literario, pero eso es así. Lo que pasa es que hay traiciones brillantes e infames. Espero que ésta sea de las brillantes”.
Fuera de esa actitud de Arturo Pérez-Reverte ¿permanece el amor por la literatura?
“Son dos cosas distintas. La literatura es para mí una cosa hermosísima que todo mundo sabe que amo; pero eso no es un acto trascendente. Yo no tengo orgasmos cuando toco un libro. La creación artística no me eleva a las cumbres del Parnaso. Yo soy un tipo que cuenta historias eficazmente, que las cuenta bien, que me gusta leerlas como me gusta escribirlas y para mí es un mundo en el cual estoy muy a gusto y donde me lo paso muy bien, y además vivo de él".
“Pero no quiero, cada día que me siento, hacerlo un acto trascendente. Me revienta los que solemnizan la literatura. Hasta la mejor literatura es algo que debe ser abordado con alegría y como una cosa cotidiana, como compañía diaria. Hacer de eso un tabernáculo, un santuario, una misa para iniciados, una élite, una cosa exquisita, me parece una solemne “gilipollez” y me niego a eso. Prefiero que me tomen por cínico o excesivamente brutal, a que me tomen por “gilipollas”.
Espejo de su tiempo
En ellos (Pérez-Reverte) habla de sus vivencias de la guerra, de las personas que conoció, de esos escenarios de la batalla por los que anduvo rodando durante 21 años que vivió como reportero. Y también de la España que se encontraba cada vez que volvía, entre masacre y masacre, atado a una cámara y a un micrófono, por esos mundos de Dios y del diablo. Aquella España áspera y dura que reflejaba cada noche de los viernes en su programa de radio La ley de la calle; una tertulia a micrófono abierto con presidiarios, drogadictos, policías, prostitutas-
O el mundo violento, cainita y bárbaro
de esa crónica de sucesos, Código 1, que emitía en
directo Televisión Española. O el deterioro de una sociedad
crispada, con la economía en recesión, unas cifras de paro
que alcanzaban en 1991 los 3 millones, números alarmantes de pobreza,
conflictos de nacionalidades, noticias terroristas y una clase política
que arrastraba, cada vez, mayor descrédito y desprestigio, enredada
en corrupciones, financiaciones irregulares y terrorismo de Estado. Todo
eso recogen sus artículos literarios.