Sobre valores literarios
Creo que una de las cosas que hace atractiva la obra de APR es su desenfado y claridad a la hora de utilizar expresiones, que todos somos capaces de entender, de una forma clara y directa. Expresiones llanas y utilizadas por todos, en todas las facetas de la vida: a un nivel laboral, familiar, etc. Y si no todos las utilizamos, sí al menos, nos gustaría utilizarlas, pasándonos por alto los condicionamientos culturales que nos lo impiden. Recuerdo un artículo publicado en el Semanal, en el que se hacía referencia a múltiples expresiones que utilizaban el vocablo “cojones” (artículo recogido en “Patente de Corso” con el título “Cuestión de cojones”). Además de divertidísimo, ¿quién no había utilizado alguna vez en su vida alguna de aquellas expresiones?. Quien además se escandalice por ello, no demuestra más que su propia incapacidad para aceptar lo cotidiano. Otra cosa es el uso que de ellas se haga. Si se utilizan para insultar o humillar a personas, no me parece lo más correcto. Mas si es para hacerlas servir como instrumento expresivo con el que reflejar y transmitir el carácter de un personaje imaginario, la sensación que nos provoca una medida política, etc., creo que entonces es un recurso más que tiene el autor, y que puede utilizarlo en la forma que crea conveniente. Me parece que de todo esto podríamos encontrar buenos ejemplos en obras y personajes literarios. En el caso de APR, le he leído muchas veces expresiones como la anteriormente referida, aunque no recuerdo nunca que fuera para insultar o menospreciar a alguna persona, aunque sí para ironizar, descalificar, desenmascarar o reflejar el carácter y la actitud de alguien, generalmente de una moralidad reprobable. No obstante, convendría recordar que, los idiomas crean ciertas expresiones o calificativos para denostar, vilipendiar, despreciar, e incluso insultar, a personas, instituciones, ideas, etc., y que se inventaron para ser usadas. Lo que debe esperarse de una persona pública y relevante, como lo es APR, es que haga un uso correcto de esas expresiones y nos enseñe a utilizarlas en los términos apropiados. Una faceta del uso de esos recursos expresivos es la de la ironía y la de la crítica. Y es en ese terreno dónde creo que APR es un maestro, y donde radica una parte del éxito de su obra. En resumidas cuentas, creo que el uso que hace APR de lo que algunos llaman lenguaje soez y grosero, es algo muy sano, divertido y sobre todo, que él lo hace de una forma extraordinariamente inteligente.
Sobre los puristas de la literatura, me gustaría hacer alguna pequeña apreciación. La historia de la literatura está llena de ejemplos de obras, que en su día no pasaron de ser entregas periódicas a la prensa escrita. Otras no ambicionaron más que ser novelas de aventuras. De la misma forma, el género de intriga, misterio, novela negra, etc., está repleto de autores que desarrollaron magistralmente estos géneros. ¿Cuáles son los requisitos para que una obra sea considerada literatura?¿Cómo deben ser el lenguaje, la trama, los personajes, las circunstancias, el escenario, etc., para que pueda ser introducida en los círculos académicos?¿Porqué es menos importante Jack London que Thomas Mann?¿Cuántos lectores son capaces de terminar La llamada de la selva y cuántos La montaña mágica? En la Historia de la Literatura de Martín de Riquer y José María Valverde, se dice de Jack London: “su estilo es mediocre, pero le anima un vital espíritu de rebeldía, buscando al superhombre, al contrario en esto que Nietzsche, inflamado de democracia, como dice en el Tablón de hierro”. Otro ejemplo es el de George Orwell, de él escriben Martín de Riquer y José María Valverde: “Quizá, en un orden estrictamente literario, Orwell apenas habría de ser mencionado, pero su resonancia política ha hecho de él una referencia proverbial: el adjetivo “orwelliano” se usa casi como “kafkiano”. Es decir, aunque no por su calidad literaria, ambos son mencionados en una Historia de la Literatura.
Todos estos academicistas han dejado de lado uno de los valores más importantes de cualquier obra artística, esto es: el disfrute de quien la contempla. Entiendo que la obra de Joyce es extraordinariamente importante para la literatura. Puedo llegar a reconocer sus méritos. Pero para muchos, me atrevo a decir la inmensa mayoría, es aburrida. Por no hablar de En busca del tiempo perdido, obra clave de la literatura universal, y pocos habrán sido capaces de leérsela en su totalidad. El disfrute de una obra es realmente un valor a considerar. Personalmente no he leído ninguna novela de John Grisman, pero, porqué tiene que ser menospreciada como algo menor, como un género para lectores poco inteligentes. Si de verdad es un autor que publica obras de consumo fácil, también lo son las obras de Julio Verne o las de Alejandro Dumas, que en su día deleitaban a un gran número de personas. Si los círculos académicos consideran que no reúne las condiciones necesarias para ser estudiada ni valorada de una forma académica, que lo digan, pero que no la menosprecien, ni la infravaloren.
También he oído a ciertos escritores noveles, ganadores de algún importante premio literario, hacer referencia al “buen lector”, como aquel que es capaz de realizar el esfuerzo de dedicar un tiempo a la lectura de una “buena obra literaria”. Y es verdad. El acto de la lectura comporta una capacidad de dedicación, y concentración que requiere más capacidad de esfuerzo que, por ejemplo, la de sentarse ante el televisor, y ser un mero receptor de imágenes y sonidos que no requieren capacidad alguna por parte del espectador para reflexionar, criticar o analizar, al menos, en la misma medida en que lo requiere la lectura de un texto. Pero no entiendo cómo se puede valorar más a los lectores de “buena literatura” que a los de “otras literaturas”. Ambos tienen la misma capacidad de dedicación y esfuerzo para leer un libro. No creo que sea mejor lector quien lee a Proust que quien lee a Julio Verne o a Patricia Highsmith. Tienen distintos gustos, inquietudes o preferencias, pero de ninguna manera merece más consideración uno que otro.
Otro tipo de lectura que es menospreciada por la misma categoría de autores a los que antes me refería, es la novela de best seller. No soy habitual lector de este tipo de libros, pero de los que he leído he sacado la conclusión de que, tan sólo por la documentación que han tenido que trabajar y desarrollar sus autores, ya me merecen el mayor de los respetos. Este tipo de autores tiene una gran capacidad para documentarse y para analizar tanta información, sobre todo histórica, que otros la quisieran. Entre ellos se encuentra APR. Ya sabemos que, para escribir una buena obra literaria, no hace falta una elaborada trama, ni hacer referencia a ninguna etapa histórica del pasado, pero a muchos nos gusta y nos entretiene más que la historia de unos personajes en un balneario, o la vida de un día de un ciudadano anglosajón.
Consultando la historia de la literatura se pueden encontrar autores, como Charles Dickens, Alejandro Dumas, Agata Christie, Conan Doyle...Y una vez más podemos citar a Martín de Riquer y a José María Valverde que afirman de Conan Doyle lo siguiente: “... Cierto que no cabe hablar aquí de grandes valores literarios, pero para visualizar el Londres de entonces no hay nada tan eficaz como evocar a aquel detective...” Tal vez podría decirse lo mismo de la saga del Capitán Alatriste, pero en este caso deberíamos decir, que para visualizar la España del siglo XVII no hay nada tan eficaz como evocar a aquel Capitán. Y quién puede decir que dentro de unos años no encontraremos los nombres, de Ken Follet, Grisman, Gordon , Vázquez Figueroa, APR, y otros, en los manuales de literatura. No seré yo quien se atreva a decirlo. No deberíamos rasgarnos las vestiduras por ello.
Sí que creo en cambio que, por parte de cierta crítica, es la envidia, la que lleva a decir que un autor es o no serio. O que un tipo de novela es o no literatura. O que un lector es o no buen lector. Máxime cuando las ventas de las obras de estos autores, así menospreciados, son bastante abultadas. Y es que, como diría APR, y pensamos muchos de la misma forma, este es el país de la envidia y el de la puñalada por la espaldad.
Quiero terminar diciendo que todo lo anteriormente escrito no pretende ser más que una humilde opinión.
Un saludo a todos.