El lenguaje y la lengua
Aunque me cuento entre los admiradores de Pérez Reverte, no soy
demasiado amigo de estos despliegues fetichistas, más proclives
al ditirambo que al análisis pausado (y libre). Respecto de sus
novelas, qué decir sobre la habilidad para construir una trama sobre
un cuidadísimo andamiaje de documentación histórica.
En un país al que están robando dolorosamente su historia,
es sumamente gratificante encontrar novelas que nos deleitan sin carecer
de valor "pedagógico". Este doble vector de "historia" y "literatura"
se conjuga magníficamente en "El sol de Breda". Hasta el punto de
que es una novela escrita para el PRESENTE. Las batallas de los tercios
se describen con garra, a mi entender derivada de algunos soplagaitas que
hoy viven de la política española. No se me ocurre mejor
lectura para nacionalistas falaces e indoctos. Los artículos periodísticos
de Pérez Reverte son también muy recomendables. Coexisten
allí las vivencias de un reportero de guerra (más de veinte
años, ahí es nada) y la pluma desgarrada de un ciudadano
decente y escéptico. Sin remilgos, sin miedo a parecer insolente
o exagerado, sin buscar el "consenso" de todo Dios. Con un par. Sólo
que, a mi entender, los artículos pierden mucha eficacia por la
abundancia de "tacos" e improperios. Si uno se golpea el dedo con un martillo,
sin duda expectorar "¡coño!" es más apropiado que emitir
un morigerado "¡cáspita!". Ello se debe al valor expresivo
del exabrupto, y lo saben los mejores estilistas del idioma (véase
Umbral). Pero cuando el "taco" se repite hasta la náusea, cuando
en cada párrafo hay cinco o más, todo el efecto expresivo
se desvanece y la prosa queda desmañada. Se pueden emitir insultos
literariamente más "eficaces" que el consabido "hijoputa" (Jaime
Campmany y Ruiz-Mateos son ejemplos vivos), y un artículo desprovisto
de tales "excesos" puede ser tan corrosivo y divertido como el que más
(ver Lázaro Carreter).