Damas y bucaneros
El caso es que mi vecino el rey de Redonda también tiene su página, creada por una lectora fiel. Una y otra coexistían pacíficamente, con estilos parecidos a sus titulares: más bronca la del foro revertiano, con un sector marinero, otro sector pirata, un grupo de espadachines fanáticos de Dumas, Feval y Sabatini, poetas quevedianos, anarquistas que van por libre, y un par de hijos de puta que suelen ponerme a parir firmando Carabel y Mayúsculo. En cuanto a la página de mi vecino Marías, el tono resulta más pacífico, marcado sobre todo por lectoras educadas que firman Cordelia, Ofelia, Morgana, y hablan de Jane Austen, de las hermanas Bronté, de Shakespeare y de cosas así. El caso es que, el otro día, una de las chicas de Marías se dio una vuelta por el foro piratesco; y, escandalizada, dejó un mensaje comentando lo zafios que eran sus habituales. La primera respuesta le vino de Sebas el Maño, rudo hermano de la costa del foro revertiano, que desembarcó en la isla redondina con las del turco, llenándola de mensajes donde lo más suave eran palabras como «internado de monjas» o «chochitos». Ofendidas, las Ofelias y Cordelias respondieron en la página enemiga, calificando a sus habituales de groseros y maleducados, y aconsejándoles leer a Marías para refinarse un poco. Y ahí fue Amberes. Porque el tal Sebas el Maño volvió a la carga; y también el gran Filemón —un histórico del foro, que sabe de mí más que yo mismo— tomó cartas en el asunto, choteándose de las presuntas chochitos por pretender ponerles a los piratas cortinas de cretona malva y un lazo rosa en la cola del ratón del ordenador. Y entonces, en zafarrancho general, toda la fiel chusma bucanera sin dios ni amo acudió al abordaje —¿Estamos en guerra?, preguntaba Surama desde Méjico—, invadiendo la página mariana dispuesta a saquear y a violar sin freno a las Ofelias y Morganas, cual milicianos en convento de monjas, y todo fue un rifirrafe de ataques y contraataques, llevados a cabo, eso sí, con una guasa y un ingenio desternillantes por ambas partes.
Por
fin, tras la polvareda, en ambas páginas quedó un rastro
de botellas de ron vacías, alguna falda rota, y la bandera negra
de la calavera tiene ahora amarrado al mástil un sujetador de la
talla 95. Como resumió el —o la que— usa el níck Oberon contemplando
el paisaje tras la batalla, las embestidas e incursiones de las hordas
piratas en el oasis cibernético del foro mariano, entre gritos y
rasgar de bragas, insultos, puñetazos, mordiscos y besos, han sido
dignos de figurar en los anales de argonautas y aventureros, sección
expedicionarios rudos y damiselas receptivas. Con una grata conclusión:
el mundo es ancho, en él cabemos todos, y nunca puede decirse con
este filibustero no beberé o esta doncella no me asombrará
en la cama. Porque ahora la relación entre ambos foros es de lo
más singular, con tipos duros como Haddock yJetulio y otros frecuentando
amistosamente el foro de las perras inglesas —que han descubierto las emociones
y humedades propias de un asalto de los viejos tercios—, y con animalotes
como Sebas el Maño poniéndose colorados y reconociendo la
casta de damas como Cordelia, que ya alterna sus tes de las cinco en Oxford
con visitas cargadas de morbazo al foro de los corsarios; y además
ha conseguido que el rudo Sebas, convertido de tigre bucanero en tímido
tigretón de crema, coma en su mano como un corderillo, mientras
reconoce a regañadientes que, cagüendiela, también en
el foro mariano hay tías con un par de huevos. Lo que demuestra,
una vez más, que las viejas y buenas historias siguen siendo posibles
en el cine y en los libros, y hasta en internet y en la más próxima
realidad, porque son eso: buenas y hermosas historias. Y porque hay gente
con sueños, humor e imaginación, capaz de revivirlas siempre.