“No me quiero sentir vinculado a un país tan vil”

 

Sábado, 14 de marzo de 2015

 

El escritor presenta 'Hombres buenos', una emocionante aventura de dos académicos en busca de la 'Encyclopédie' en el París de finales del XVIII

 

J. LOSA

@jotalosa

 

reverteCon ese aire distinguido, a base de pana, chaqueta de espiguilla y gestualidad florida, el insigne Arturo Pérez-Reverte despacha a la prensa en una no menos señorial suite presidencial del Palace. Presenta Hombres buenos (Alfaguara, 2015), su última novela, un viaje a finales del siglo XVII por una España “a punto de caramelo” en la que el progreso y la ilustración parecían al alcance de la mano.

 

“Hubo un tiempo en el que aún era posible que fuéramos felices, ahora, en cambio, sabemos que ya no podemos serlo, llevamos demasiada desgracia en la mochila”, comenta afligido el académico. “Es triste ver cómo otros países tuvieron sus Voltaire, D’Alembert, Leibniz o Kant, mientras que en España nos tenemos que conformar con el padre Feijoo o Moratín. La razón es que nosotros asfixiamos a nuestros Voltaire en la misma cuna”.

 

Del origen de ese infortunio patrio versa, en esencia, su última narración, aderezada de intrigas, sobresaltos e incertidumbres marca de la casa. Sus sufridos protagonistas son, esta vez, dos miembros de la Real Academia Española, el bibliotecario don Hermógenes Molina y el almirante don Pedro Zárate, quienes, bajo mandato del resto de miembros de la Docta Casa, han de viajar a París para conseguir de forma casi clandestina los 28 volúmenes de la Encyclopédie de d’Alembert y Diderot, prohibida en España.

 

Expeditivo en sus respuestas, Pérez-Reverte departe a quemarropa, sin ambages, hasta el punto de que no duda en impugnar preguntas y matizar interpretaciones que entiende poco acertadas. Así respondía a uno de los plumillas que tuvo a bien exprimir al escritor más de la cuenta: “Oye mira, que esto es una entrevista, si quieres ahora te cito a Spangler y estamos aquí una mañana hablando sobre cultura con K o con C, pero eso nos llevaría a otro territorio y yo estoy aquí para hablar de mi libro, como dijo Umbral”.

 

Al autor de El club Dumas le duele España, en especial el desmantelamiento cultural que viene padeciendo nuestro país en los últimos años. “Los sucesivos gobiernos no han ayudado mucho. La pijocultura de Zapatero, que era superficial y absolutamente facilona, y los del PP que, con un desprecio olímpico, se están cargando la cultura, lo que nos deja en una situación muy delicada respecto al futuro. Sin cultura somos democracia de baja calidad”, apunta el escritor.

 

En Hombres buenos, Pérez-Reverte se remonta a una España todavía capaz de ilusionarse con un nuevo tiempo de esperanza, con la idea de dejar atrás siglos de oscuridad siguiendo la estela del país vecino, una Francia entregada a la renovación del pensamiento y convertida en un auténtico polvorín cuya ansia de libertad hacía tambalear tronos y mundos establecidos. Hombres buenos es, también, un libro en el que se ven las caras dos Españas con tres siglos de separación, un país con una patológica tendencia al fracaso cuyo diagnóstico el académico lo tiene claro: “Antes, los hombres buenos estaban callados por el trono y el altar, los dos grandes frenos que detuvieron esa gran esperanza que suponía el siglo XVIII, ahora los frena la demagogia, la estupidez, el ruido mediático y la profunda incultura”.

 

De la ira a la melancolía en un par de frases, así es Pérez-Reverte. Igual se ceba con la clase política, a la que acusa de gritarse en los estrados para luego “besarse en la boca en el Palace”, que se enternece con lo que pudo ser de este país y no fue: “Sentí una tristeza enorme mientras escribía el libro y también la necesidad de huir, de querer ser francés, inglés, alemán o ruso. No quiero sentirme vinculado afectivamente a un país tan vil con sus hombres brillantes”.