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“La cultura, única forma de progreso:
Pérez-Reverte” |
Martes,
17 de marzo de 2015
CARLOS RUBIO ROSELL
17/03/2015 01:50 AM
Madrid
En el fondo de su nueva novela, ambientada en el siglo XVIII europeo, el escritor español Arturo Pérez-Reverte opone una cruenta lucha entre razón y fundamentalismo; ciencia y religión; humanismo y oscurantismo. En esa época, dice el escritor y académico de la lengua en entrevista con MILENIO, el futuro se concentraba en la lucha que enfrentó a la Iglesia y las fuerzas más obscuras y reaccionarias con el deseo de algunos hombres buenos que deseaban propagar las nuevas doctrinas de la razón que la Ilustración y las Luces traían consigo en aquel mundo, oponiéndose al dogma y la ignorancia, algo que afectó no solo a España, sino a toda la América hispana.
Es en ese contexto donde el narrador sustenta el relato de Hombres buenos, título de esta nueva obra, la cual narra las aventuras que viven dos académicos españoles, quienes reciben el encargo de adquirir en París los 28 volúmenes de la primera edición de la Enciclopedia de D'Alambert y Diderot, encargo que se verá amenazado por quienes tratan de evitar que esa obra llegue a España y de ahí pueda propagarse al mundo hispánico.
"Es una historia de amistad, de libros, una peripecia cultural amena, divertida, amable, en la que el lector sonríe gracias a sus diálogos cervantinos", refiere el autor. "Pero a medida que me adentraba en ella", aclara, "me di cuenta de que estaba entrando en un terreno oscuro e incómodo que valía también para el presente, y no pude evitar pensar en los fanatismos de ahora, del islam a los nacionalismos".
En ese sentido, Pérez-Reverte indica que esta novela "apunta a la cultura como solución; la cultura como única manera de que el ser humano progrese, se entienda y no se destroce el uno al otro".
El escritor aguza la mirada y ataca las ideas con voz segura, certera en sus afirmaciones: "Para que un pueblo cambie en momentos históricos importantes, solo hay dos vías: la razón y la cultura, o la guillotina y la revolución. No hay más", afirma.
Por ello, esta novela demuestra, asegura Pérez-Reverte, "que aún cuando haya gente de distintas opciones políticas, ideológicas o religiosas, cuando elegimos la cultura, los libros, el diálogo como territorio común por el cual avanzar, se crean lazos de fraternidad que permiten que el hombre evolucione sin necesidad de que se derrame la sangre".
Al respecto, el escritor agrega que "esta es una novela optimista, porque creo que siempre hay hombres buenos en los peores momentos. Y yo quería que el lector, al terminar de leer esta novela, piense que después de todo es posible el diálogo, la amistad, la solidaridad, entre gente que no comparte los mismos criterios".
Pérez-Reverte lamenta que por razones históricas el mundo hispánico, de México a Venezuela, Colombia, Ecuador, Argentina o España, "no tolere al opositor y lo haga callar incluso a costa de su vida. Hay un afán por silenciar, por aplastar, desterrar y que desaparezca el diálogo contrario por una especie de necesidad de etiquetar así a cualquiera que se opone a nuestro discurso político, ideológico, social o religioso, algo muy hispano, y con ello me refiero a todos los países que hablan español, pues todos estamos implicados en esa forma de ser".
La simiente de esa mentalidad, explica el escritor, se remonta a la lucha que opuso el cristianismo al islam, una lucha que duró ocho siglos y dejó paso a la Inquisición como policía ideológica de los vencedores, con lo cual no hubo reconciliación. Y esa tendencia está en el origen psicológico más antiguo de esa vileza frente al enemigo que tiene el español".
Otro elemento es la ignorancia, señala, "pues no hemos hecho el esfuerzo por criar generaciones de ciudadanos lúcidos, cultos y educados, porque detrás de esos esfuerzos han estado para frenarlos la Iglesia, el poder, el dinero y los sicarios y cobardes que se callan".
Frente a esas fuerzas obscuras, en Hombres buenos Pérez-Reverte opone la dignidad, "una actitud fundamental", sostiene. "En esta novela intento enaltecer la dignidad moral de las personas, que no tiene que ver con ideologías, porque se puede ser ateo o religioso, de derechas o izquierdas, pero si tiene dignidad cualquiera puede convertirse en héroe".
Uno de los elementos que aderezan la narración de esta novela es el fascinante mundo galante del París del ancien régime, con sus filósofos en los cafés y sus damas cultivadas y seductoras en los salones y alcobas. Al respecto, el autor comenta que deseaba que el lector paseara con él durante el largo viaje que realizan de Madrid a París a través de posadas, amenazados por bandoleros, chinches y mosquitos. "Quiero que el lector sienta que ha estado ahí, que se ha paseado por el París prerrevolucionario de la mano de dos hombres buenos y que es el tercer personaje de esta aventura. Ese era mi objetivo principal".
Por esa razón, Pérez-Reverte establece un juego de ficción en el que mediante un segundo plano narrativo introduce el relato de su trabajo de documentación en el presente para elaborar esta novela. Sin embargo, aclara, "no se trata de una novela-documento a la manera de Javier Cercas, a quien respeto mucho. Yo quería hacer una novela histórica limpia, pero para hacerla entretenida decidí usar un segundo plano narrativo para hacerla más fluida y poder saltar, hacer elipsis, cortes. Yo fui reportero y en ese trabajo me empapé de realidad, así que no tengo necesidad de mezclar realidad con literatura".
Por último, Pérez-Reverte destaca que el ser miembro de la Real Academia Española (RAE) ha influido mucho en esta novela. "Primero porque la Enciclopedia, esa obra que cambió Francia, Europa y el mundo y de donde arranca lo mejor que tenemos en materia de ideología, progreso y modernidad, la vi ahí, en la biblioteca de la institución y se me ocurrió la novela. Y en segundo lugar, porque ahí conocí a hombres buenos y he visto que durante 300 años han trabajado con verdadero patriotismo cultural, haciendo gramáticas y ortografías para España y para América para que fuéramos mejor, de forma callada, humilde, no por dinero sino para que sus conciudadanos fueran más sabios, más cultos y más libres. Y a esos hombres que trabajan para que vivamos en esta patria común de 500 millones de hablantes, está dedicada esta novela", concluye.
Deben rehabilitar el Barrio de las Letras
El escritor Arturo Pérez-Reverte opina que para hacer justicia a los restos de Miguel de Cervantes, que creen haberse descubierto, debería rehabilitarse el Barrio de las Letras en el centro de la capital española, donde se ubica el sepulcro en el que fue enterrado el autor de Don Quijote. "Ahí, en pocas calles, vivieron Quevedo, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Ruiz de Alarcón, Cervantes. Es un barrio donde los artífices de la lengua española la hicieron cuajar en su forma moderna. Si ese barrio hubiera sido inglés o francés sería lugar de peregrinación y habría museos, bibliotecas, cines, visitas turísticas, etc.; pero solo se ven cuatro profesores heroicos, así que ha sido una desgracia que a las autoridades españolas no les haya interesado un carajo hacer ahí nada. Si con el pretexto de que ese barrio renaciera se hace esa exhumación, valdría la pena. Pero mucho me temo que al anunciar el hallazgo (el próximo martes de manera oficial), una vez hecha la foto con el hueso de Cervantes en la mano, se olvidará como tantas otras cosas. Y ojalá me equivoque".