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“El progreso siempre tropieza con el
trono y sobretodo con el altar” |
Lunes,
27 de abril de 2015
El escritor español presentó su última obra "Hombres Buenos", una atrapante novela de aventuras ambientada en la Francia prerrevolucionaria y en el contexto de los enfrentamientos entre la fe y la razón.
por Sebastián Salvador
La 41 ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires tuvo el viernes la presencia de uno de los invitados especiales que siempre apura lucidez a la hora de hablar. Con la moderación de Jorge Fernandez Díaz, el escritor español Arturo Pérez-Reverte presentó su esperada nueva obra "Hombre Buenos".
La novela, editada en argentina por Alfaguara, está basada en un hecho real que investigó el autor: el viaje al París prerrevolucionario de dos miembros de la Real Academia Española, don Hermógenes Molina y don Pedro Zárate, uno bibliotecario y el otro almirante, para encontrar los volúmenes de la Encyclopédie de D'Alembert y Diderot, una obra impresa entre 1751 y 1772 que reunía los pensamientos científicos más novedosos de la época y que estaba prohibida en varios países de Europa.
En momentos históricos de enfrentamientos sangrientos entre los hombres de fe y los de razón la empresa no carecía de riesgos graves, sin mencionar las cuestiones geográficas o el transporte que debían utilizar los viajeros.
Este puñado de datos fueron el motor inicial de la nueva obra que en la pluma del autor de ‘El Tango de la Guardia vieja’, un hábil conocedor de los resortes del género de aventuras y suspenso, se transforma en lectura atrapante hasta el epílogo.
En ‘Hombres Buenos’ conviven costuras y podríamos decir en este caso ‘surcidos invisibles’ de realidad y ficción. Es que el narrador es un escritor, miembro de la RAE, amante de los mapas y la navegación (como lo es Pérez-Reverte) que reseña en las páginas del libro sus investigaciones para desarrollar el relato y da paso a las escenas en sí. Aparecen entonces retratados amigos del autor, otros miembros de la Real Academia, libreros, pero Reverte aclaró que esos diálogos y conversaciones son totalmente ficcionales.
Durante la presentación, el autor nacido en Cartagena contó otra de las ideas motivadoras para el desarrollo posterior de la obra: "Era seductor imaginarse a dos abueletes, el bibliotecario inocentón, ingenuo, y el buen almirante, todo un marino científico en un París que hervía de inteligencia, de agitación prerrevolucionaria, con esos salones libertinos y los cafes con tertulias", explicó.
Fascinado en la reconstrucción de época que realizó, al momento de escribir la novela dijo que se pensaba recorriendo aquél París junto a sus académicos, "Me he sentado a la mesa con Voltaire, Franklin, D'Alembert" y bromeó: "El actual París es un decorado para turistas".
"A medida que escribía me daba cuenta que todo era válido para el presente, los conceptos que se manejaban en aquélla época, las ideas sobre la educación y el acceso al conocimiento. Porque sin cultura no hay futuro. Es el único antídoto frente a la vileza. Esos hombres hicieron patriotismo cultural, era gente que creía que la cultura iba a hacer mejor al pais", dijo el autor de "El capitán Alatriste" y "La Reina del Sur".
En la novela, durante el viaje en carreta desde Madrid a París el autor aprovecha narrativamente lo que serían esos ‘tiempos muertos’ del viaje para hacer aflorar minuciosas descripciones de caminos, rutas, espacios; mientras esos dos hombre estrechan vínculos a pesar de sus diferencias e historias.
"Quise hacer una aventura de amistad y libros. Porque no me gusta el mundo que veo. Sobre todo en España, somos herederos de una larga tradición de infamia y violencia por razones históricas. El progreso siempre tropieza con el trono y sobretodo con el altar", afirmó y agregó: "Desde los púlpitos han hecho mucho daño, la Inquisición, llegaron a límites ridículos, hasta prohibieron la bragueta de una fila de botones, había que usar dos filas de botones y el que no, pues al cadalso".
Lo anticlerical ebulle fácil desde la boca de Arturo Pérez-Reverte y Fernandez Díaz le pica un recuerdo de la infancia cuando lo echaron de la escuela marista. "Le pegamos a un cura con mi hermano", evocó. Para dejar en claro su posición respecto de la religión lo asaltó un recuerdo que enmudeció la sala y cambió el tono de la charla: "En la primera guerra que participé como corresponsal se me borró la idea de Dios".
El autor que cumple 30 años de su debut como escritor y lleva vendidos 15 millones de ejemplares en todo el mundo, contó sobre los conflictos armados que participó y que llevó libros a la guerra porque "Lo ayudaban a digerir lo que veía, a mantener hilos de cordura, algo de luz para iluminar el presente".
Esa misma luz es la que buscan el almirante y el bibliotecario en París. La Enciclopedia era de esos libros que podrían instaurar una nueva noción de país. A los personajes los mueve el deseo de una España educada en las ciencias y la filosofía por sobre los deseos oscuros y quedados de tronos y altares, contra los que despotrica con vehemencia cada vez que puede Arturo Pérez-Reverte.